Por un ataque de honor

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El viernes último, la Cámara de Senadores cumplió con el imperativo ético de sacarle la investidura a Óscar González Daher, senador que fue grabado presionando a jueces y fiscales y que también fue mencionado en otros múltiples audios por su secretario Raúl Fernández Lippmann como el verdadero artífice de tramoyas judiciales descritas en esos mismos audios. Las grabaciones nos dieron una idea sobre la verdadera posición de Óscar González Daher en el escenario social; era senador hasta el viernes, sí, pero más importante que eso: era el titiritero de la justicia.

Y de esa justicia que debe ser ciega, pero que en este caso era sorda y sobre todo muda; nadie se encontraba a salvo. Era un secreto a voces que los grandes casos judiciales (entiéndase aquellos en los que había mucho dinero de por medio) podían tener interesantes giros orquestados desde la gavilla –no jurado– de enjuiciamiento de magistrados. Lo que no sabíamos hasta entonces era que todo, absolutamente todo, pasaba por las manos de González Daher y de sus amigos.

Así los padres de un chico al que le desfiguraron la cara tuvieron que observar pasivos el desarrollo del proceso judicial, que, sin ellos saberlo, estaba siendo dirigido por Fernández Lippmann. Eran los dueños absolutos de la balanza de Astrea. Tenían el control de la justicia, y lo más importante, pertenecían al grupo que tenía el control también de los Poderes Ejecutivo y Legislativo. ¿Qué podía salir mal?

Y entonces sucedió... Surgieron los primeros reveladores audios, pero como ellos seguían manejando la justicia, no tuvieron mayores preocupaciones. La cuestión se desinfló con el sumario a Fernández Lippmann y un efusivo discurso de González Daher en el que, además de desentenderse absolutamente de lo que hacía su poderoso secretario, dijo que no se sentiría salpicado por las denuncias hasta que no se escuchara su voz en algún audio traficando influencias.

Semanas después, más audios aparecieron, y no hubo nada que pudiera decir en su defensa. Su renuncia a la presidencia del Jurado no bastó para contener la rabia ciudadana, y la mayoría de sus colegas del Senado se vieron interpelados a echarlo.

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Es muy probable que los audios hayan salido a la luz por el momento político en el que nos encontramos. Pero más probable es que, de no haberse conocido estas conversaciones, la gavilla presidida por González Daher hubiera seguido operando campante, sometiendo a la justicia al poder político. Esos audios y la resolución por la cual sacaron la investidura al Alí de esta banda de altísimo vuelo son un regalo para la ciudadanía trabajadora y honesta que se merece una mejor clase política. Brindemos esta noche por Navidad y soñemos con el nacimiento de un nuevo Paraguay.

En cuanto a González Daher, Carmelo Caballero, Fernández Lippmann, Oviedo Matto y todos los personajes que presumían de sus contactos y su impunidad en esos audios, esperemos tengan una Navidad de reflexión, que les deje un súbito ataque de dignidad y decoro.

Cuando se haya agotado informativamente el tema de las escuchas telefónicas, la ciudadanía merece no volver a leer sus nombres en ningún diario ni ver sus caras en ningún canal de televisión. Si no pueden hacernos el regalo de marcharse de este mundo con toda su podredumbre, y si la Justicia a la que sometieron no alcanza a ponerlos en prisión, al menos en adelante confínense a la permanencia muda, silenciosa y anónima.

SERÁ JUSTICIA.

pcarro@abc.com.py