Preguntas y respuestas

MADRID. La información no es muy clara. Dice escuetamente que el Ministerio de Educación abrirá un sumario en el caso del forcejeo por un teléfono móvil entre un alumno y una profesora del Colegio Nacional General Resquín de San Pedro. No queda claro si se le hará sumario al alumno o a la profesora, pero me solidaricé con la docente por haberlo sufrido yo también no como alumno sino como profesor.

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Según la misma noticia, el ministro de Educación, Enrique Riera, dijo: “Vamos a tener que abrir un sumario. Yo vi la escena y la verdad que lamenté. Esto te da la pauta de lo lejos que estamos todavía. En otros países dicen ‘saquen sus celulares, vamos a aprender’”. Esta forma de aprender la dejo para más adelante. Antes está una resolución de dicho ministerio que no prohíbe el uso de los teléfonos pero su uso debe ser reglamentado por cada colegio; cosa que no se da, como es fácil de suponer.

En años que me tocó enseñar tropecé con este mismo problema. Recuerdo que había una chica que ni bien se sentaba en su silla, comenzaba a responder las llamadas telefónicas que recibía. A pesar de que le llamaba continuamente la atención porque interrumpía la clase, nos distraía a mí y también a sus compañeros, un día le dije que saliera de clase a responder las llamadas. Salió, cerré la puerta y no la dejé entrar de nuevo. Pidió disculpas y todo lo demás pero me parecía muy adecuado que para hablar por teléfono no era necesario que viniese a la facultad, mucho más cómodo le resultaría quedarse en su casa.

En cuanto a lo afirmado por el ministro que en otros países dicen los profesores “saquen sus teléfonos para comenzar a aprender”, me disculpará mi ignorancia pero nunca escuché nada similar. Incluso manifiesto mis serias dudas de lo que se puede aprender en una clase a través de un teléfono. Días atrás, en el museo de arte moderno “Reina Sofía” de Madrid encontré una postal con una frase que se la atribuyen a Pablo Picasso: “Las computadoras son inútiles. Ellas solo pueden darte respuestas”. Si lo dijo o no, poco importa. Pero es una verdad deslumbrante. El objetivo de la educación no debe ser darles respuestas a los alumnos sino despertar en ellos la curiosidad y el interés por preguntarse cosas. Las preguntas son las que nos llevan al verdadero conocimiento. Las respuestas, a un enciclopedismo estéril. Siempre recuerdo un espectáculo en un planetario de los Estados Unidos que hacía referencia a la llamada “paradoja de Olbers”, un astrónomo alemán quien en 1823 se preguntó: “¿Por qué hay luz de día y oscuridad de noche?”. Y buscando respuesta a esta pregunta abrió las puertas a toda la astronomía moderna. Es muy probable que no hubiese encontrado lo que buscaba en un teléfono móvil (que todavía no existían) sino en sus propias elucubraciones.

Los teléfonos deben ser prohibidos en toda casa de estudios. Entre los alumnos no hay médicos que deben ser llamados para alguna emergencia, ni bomberos que deben ir a apagar un incendio. Van alumnos con el objetivo de aprender. Todo lo que pueda distraerles de ello es meramente superfluo. Y nada puede sustituir, en un proceso de enseñanza, la relación que se establece entre el profesor y el alumno. Se dieron experiencias de chicos educados en sus casas por sus padres pero más tarde tuvieron problemas de soledad, dificultades de establecer trato con los demás y de trabajar en equipo. ¿Será que el “whatsapp” podrá solucionarnos estos problemas o nos ayudarán a crear seres cuyo único horizonte es la pantalla luminosa de su teléfono?

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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