“Paguen sus facturas de consumo como cualquier mortal; fácil es hacer caridad con dinero del pueblo. Ustedes son nuestros empleados. Si no les gusta, renuncien y trabajen en el sector privado. Haraganes”.
Son algunas de las centenas de expresiones publicadas en el Facebook, donde trasunta un profundo espíritu de hartazgo. La gente está aburrida de mantener a una pesada clientela estatal que absorbe el 92 % del presupuesto público y crece en cada elección.
Cuando ganan los colorados, despiden a los opositores, sin contemplación, pero solo para meter a sus correligionarios. Esto ocurrió en Itaipú, en Yacyretá, en la ANDE; también en el resto de la administración central y descentralizada. Cuando gana la oposición ocurre lo mismo, aunque con menor virulencia.
Los sindicatos del Estado son celosos defensores de sus “correligionarios-asociados”. Estoy convencido de que éstos se formaron solamente para darle una credencial de impunidad y una especie de inamovilidad a los empleados cautivos de la famosa trilogía: ANR-FF.AA.-AA.PP. Casi todos los sindicatos, capitaneados por la famosa CPT, del pintoresco Sotero Ledesma, fueron creados para defender a una clientela colorada que fue adquiriendo estabilidad laboral. El eterno “sindicalista” - tembiguái de Stroessner acostumbraba decir, entre bromas y de veras, que el Estado pertenecía a la ANR.
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Hoy, con estas expresiones racionales, pero casi un sincericidio por parte del presidente y su equipo económico, la cuestión se pone negra para las futuras internas coloradas, pero da un respiro a la población. En líneas generales, pienso que Cartes avanzó un montón y está haciendo mejor sus deberes que su propio partido. El jefe del Equipo Económico Nacional (EEN), Santiago Peña, ministro de Hacienda, dijo que el mensaje del presidente fue claro, “mientras no se eliminen los planilleros y los beneficios discriminatorios, y no se sinceren los costos, no habrá aumento de las tarifas”. El ministro de Industria y Comercio fue aún más tajante cuando se refirió a los contratos colectivos y en sus expresiones: “Nosotros somos el sindicato del pueblo”, refiriéndose al gobierno.
Paraguay sigue ubicado entre los países más corruptos del mundo, de acuerdo a un ranking de Transparencia Internacional, dado a conocer este miércoles. Si bien nuestro país ascendió en la lista, es superado solo por Venezuela a nivel regional. De ahí que el término “presentismo”, extraído de la graciosa alquimia estatal, es causa de hilaridad para muchos. Es un premio por venir a trabajar; es decir, cobrás un premio por no ser un planillero. Si por lo menos lo disfrazaban como “premio a la producción”, “productividad”, “participación por resultados”, etc., y se daba solamente a los que merecen, me callaba.
Creo, desde lo más profundo de mi ser, que aquellos estoicos electricistas que están colgados de los postes bajo la lluvia, para tratar de reponer la energía a hospitales, industrias y mismo un estadio, merecen toda nuestra consideración y respeto. Pero, en la forma discrecional, masiva e irracional que hoy se regala, es un abuso de poder y una estafa a los que pagamos impuestos.
¿Por qué un funcionario de la ANDE solo paga 50 % de su factura de consumo eléctrico? ¿Y los empleados de Itaipú y Yacyretá, que le proveemos en forma segura y barata? ¿Y los policías y militares que arriesgan sus vidas luchando contra el EPP, el narcotráfico y bandoleros? ¿Y los trabajadores de blanco que están en los quirófanos o luchando contra el dengue? ¿Y los bomberos voluntarios que ni siquiera tienen salarios? ¿Y las maestras de Sierra León, Fortín Caballero, Pozo Hondo, Gral. Díaz y otros recónditos lugares de la frontera chaqueña que enseñan en plurigrados escolares?
Disculpen mi ignorancia. Me cuesta entender y creer que exista tanta desigualdad. En Itaipú también fui incomprendido por autocríticas similares, pero por lo menos me consuelo al pertenecer a un ente binacional que se maneja con un concepto de “isonomía”, es decir, a trabajos iguales, salarios iguales, con los brasileños. Muy estúpido sería ganar menos del que está a mi lado, estirando el mismo carro. Pero tampoco nos pagan por “presentismo”. Es más, hoy estamos marcando con biométricos, cuatro veces al día, con una tolerancia de 15 minutos, como en casi toda la administración pública.
(*) Exsuperintendente de energías renovables de Itaipú.