Procura y lo consigue

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La primera legislación agraria del Paraguay ocurrió allá por la década de 1930 mediante un Decreto-Ley que llevó el Nº 1060 y que, 6 años después, fuera declarada por el Congreso como ley. En 1940 se promulga el primer Estatuto Agrario que junta todas las leyes agrarias manejado por el departamento de Tierras y Colonización.

En el año 1951 recibe el nombre de Instituto de Reforma Agraria (IRA) que ya comenzó a generar ira en al campo y en el año 1963, por Ley 852, se creó el Instituto de Bienestar Rural (IBR) para que lo rural no sea un instituto y mucho menos de bienestar, salvo para los milicos, aduladores y popes de las terribles décadas del stronismo. Apareció otro estatuto agrario que solo sirvió para el discurso y no para desarrollar el Paraguay rural. En toda esta época fueron distribuidos millones de hectáreas, pero mucha gente no era componente de la masa campesina que necesitaba de esas tierras.

En el año 2004 con la Ley 2419 se hizo el nuevo cambio del IBR por el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert) para que todo siga caminando igual y darle el mismo rumbo de la reversa que tuvieron todos esos institutos creados para solamente delinquir y darle vía libre y ligereza a la joda total. Las tierras siguieron siendo adjudicadas sin nada que procure desarrollar integralmente a los asentamientos campesinos. Para colmo en esa época desapareció el rubro algodón que era el buque insignia de la producción agrícola rentable del Paraguay. El Indert maneja mucho dinero, se nutre del 80 % de los impuestos que arroja todas las rentas agropecuarias (unos 50 millones US$) y se chupa el 5 % de los royalties que recibe la administración central del Estado (más de 5 millones US$), más lo que el presupuesto del país le asigna, algo más de otros 5 millones de dólares.

Si nos remontamos a las páginas añejas de la historia de la tierra en este país, tendremos que remontarnos hacia el año 1880, año en que se inician los problemas de la heredad, la sesión y la posesión de las tierras en este país. A 136 años las dificultades siguen y ya nadie parece que podrá salvarnos de esta desgracia que le azota a las tierras productivas y a la interminable y confusa reforma agraria del Paraguay.

Entiendo que controlar la cantidad de adjudicados de algún inmueble y ser componente de la reforma agraria del Paraguay debe tener la equivalencia de desempolvar joda de años. La roñosa entrega de las tierras ha sido siempre la constante y la más asquerosa cesión que un Estado puede manejar con relación a un pedazo de su superficie.

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El poco desarrollo observado en los muchos asentamientos es el fiel y espontáneo reflejo de lo que pasó y sigue ocurriendo en los poblados creados por la reforma agraria del IRA, el IBR y del Indert. Gente vendiendo sus lotes para convertirse en “campesinos sin tierra”. Los asentamientos –sin cobertura sanitaria ni crediticia, con asistencia técnica tácita, sin locales escolares óptimos ni maestros competentes, sin caminos y sin rubros direccionados hacia la rentabilidad– se convierten en parajes fantasmas y lo único restante sigue siendo abandonar el campo para agrandar los flecos pobres de la capital y de las ciudades cabeceras de cada departamento.

El drama de la colonia Guahory que maneja el Indert es un devoto indicador que solo el voto de las autoridades interesa y, de paso, este Instituto demuestra que no tiene ni la más mínima intención ni capacidad de solucionar el problema de sus ocupantes.

El Indert traspasó la posible solución a la Procuraduría de la Nación y se sabe que la Procuraduría procura no hacer nada y el Indert siempre procura, y lo consigue, hacer todo mal...

caio.scavone@abc.com.py