La infraestructura en ambas orillas es la misma al año 1991 y la veterana balsa Villa Florida sigue siendo la embarcación que realiza los cruces desde aquella época. Los discursos de los expresidentes Carlos Menem y Andrés Rodríguez, de Argentina y Paraguay, respectivamente, que hablaban de posteriores inversiones para optimizar el servicio jamás se concretaron y las precarias condiciones de la zona de atraque y desembarco de los pasajeros en Pilar y especialmente en el puerto argentino, son cada vez más evidentes.
Una dolorosa constancia de esta situación es la periódica interrupción del servicio por mínimas crecidas del río, e incluso en los últimos días se llegó al colmo de la suspensión porque simplemente las lluvias dejaron resbaloso un corto trayecto que une el puerto con la ruta pavimentada en el lado argentino. En coincidencia con las fiestas de fin de año, centenares de automovilistas debieron recorrer casi 800 kilómetros más para llegar a casa de sus familiares.
A la mayor distancia y el gasto muy superior en combustible y desgaste de los vehículos, se suman las largas horas que debieron esperar en el sol, en la larga fila de automovilistas que despidieron el año con un verdadero vía crucis, incomprensible en la frontera de países que se dicen hermanos y que forman parte de un proyecto de integración. Por la experiencia de décadas de sinsabores no se ve otra opción que una determinación presidencial de construir un puente internacional.
Si en la frontera con el Brasil se construirán dos nuevas estructuras, es de estricta justicia que el sur marginado también sea beneficiado con una obra de integración. El departamento necesita de una obra importante que catapulte al desarrollo esta zona históricamente marginada.
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