Que los ciudadanos decidan

SALAMANCA. La visita del presidente boliviano Evo Morales a Paraguay ofrece una oportunidad que no se debe desaprovechar para plantearle algunos temas que de seguro están fuera de agenda. Por ejemplo, preguntarle qué piensa de la decisión de “que el pueblo decida”, cuál es su efectividad y, sobre todo, cuál es su legitimidad. Viene al caso porque en febrero del 2016 decidió preguntarle a la ciudadanía qué le parecía si optaba a un cuarto periodo. El primero comenzó en enero de 2006, hubo una nueva Constitución en 2009 lo que le permitía comenzar a contar de nuevo (¿no les recuerda el mismo argumento que utilizaba Stroessner) y agotado ese nuevo periodo (en realidad el tercero) ahora quiere un cuarto. La ciudadanía le dijo que no. Ya era suficiente y era mejor que se fuera a su casa.

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El secreto de hacer que “la ciudadanía decida” está en aceptar esa decisión siempre y cuando le sea favorable al gobernante de turno. Este es el momento en que Evo Morales se encuentra embarcado en encontrar qué camino utilizar para violar la Constitución de su país. Dicen que tiene ante sí cuatro caminos. Uno de ellos es preguntarle de nuevo a la gente si quiere que se quede o no.

No debe extrañar a nadie esta actitud. En el libro “Evada: el libro sin fin” de Alfredo Rodríguez Peña (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2014) Evo Morales le dice al autor: “Por encima de lo jurídico, es lo político. Quiero que sepan que cuando algún jurista me dice: ‘Evo, te estás equivocando jurídicamente, eso que estás haciendo es ilegal’, bueno, yo le ‘meto’, por más que sea ilegal. Después les digo a los abogados: ‘si es ilegal, legalicen ustedes, ¿para qué han estudiado”. Cualquier parecido con nuestro gobernante, no es una mera coincidencia. Lastimosamente nuestro continente está sufriendo una embestida de gobiernos populistas que, a juzgar por los resultados, van sembrando la miseria de los países en los que meten la mano pero donde sus gobernantes gozan de una enorme popularidad debido a un complejo mecanismo de dependencia que crean a través de subsidios y otras regalías que, en definitiva, son humillantes sobornos.

Con motivo del llamamiento a consulta que hizo a principios del año pasado para ver si podía seguir en la presidencia o no, declaró a la cadena de televisión Telesur: “Estoy convencido de que la democracia no termina solo en el voto; es permanente, es debatir con el pueblo las políticas... Es importante las innovaciones de ideas y eso es lo que llamamos ‘gobernar obedeciendo al pueblo boliviano”. Pues sí, tan obediente es del “pueblo boliviano” que, a pesar de haberle dicho que no en aquel referéndum, ahora desconoce sus resultados y llamará a otro y quizá a otro más, hasta que por fin, la gente le diga que sí. Esta es la “democracia moralista”, no la que tiene que ver con la moral, una materia en la que se han aplazado nuestros políticos, sino con la de Evo Morales.

Las palabras del presidente boliviano, además de ser demagógicas, ocultan una trampa que nos lleva directamente a gobiernos totalitarios. Ese debate continuo que propone además de ser irrealizable ya que el presidente no puede sentarse a dialogar con diez millones de personas, que es la población de su país, no le abre las puertas a llevar a cabo acciones que pueden resultar antidemocráticas, o bien irracionales o sumamente peligrosas. ¿Qué pasaría si como resultado de ese “diálogo”, en el supuesto caso que pudiera realizarse, el “pueblo” le pide que expulse del país a todos los blancos? ¿O que meta en la cárcel a los partidos de la oposición? ¿O que le retire sus derechos ciudadanos a miembros de grupos minoritarios? ¿O, por decir una tontería, que el combustible extraído de los pozos petrolíferos de Bolivia, sea regalado en las gasolineras?

Por de pronto, el espíritu democrático que observa el mandatario visitante se resume en la decisión del IX Congreso Extraordinario del Movimiento al Socialismo (MAS) que acaba de ser clausurado: impulsar la postulación, por cuarta vez, en las elecciones de 2019 de su líder Evo Morales.

Las cuatro vías que tienen para lograr sus objetivos son: 1. Un nuevo referéndum. 2. La renuncia de Morales seis meses antes del final de su mandato. 3. Acudir nuevamente al Tribunal Constitucional y 4. Que el Parlamento haga la reforma constitucional por su cuenta y riesgo. Les recuerdo a los lectores que estas cuatro posibilidades son en Bolivia y nada tienen que ver con lo sucede en nuestro país. ¿Será mucha desfachatez reírnos un rato de tantas coincidencias?

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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