¿Qué pasó con los partidos? (1)

A la pregunta de qué tengo en contra de los partidos políticos respondí que no podría tener nada en contra de algo que apoyo, pero aclaré que los partidos políticos tradicionales de Paraguay son motivos de cuestionamientos. ¿Como cuáles? Lo que sigue es una respuesta a esa inquietud.

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De un tiempo a esta parte, los partidos políticos –cuando hablo de partidos políticos me refiero a los partidos con tradición, trayectoria y cierto peso electoral– se olvidaron de revisar continuamente qué pasa con las estructuras sociales (entendidas estas como sistema social u organización social guiada por normas y valores), de reconocer los nuevos conflictos y los cambios que asume la propia cultura política, por ejemplo en lo que respecta a la narcopolítica, la violencia política, el control de territorios, la participación ciudadana, las redes sociales, etc.

Había una época en que los partidos políticos eran verdaderas escuelas de formación de líderes, de adoctrinamiento político y de militancia a favor de valores y principios donde los ciudadanos encontraban la forma de ubicarse frente a la confusión de los acontecimientos y de los debates ideológicos.

Sin embargo, en los últimos tiempos, nuestros partidos acusan un agotamiento de propuestas, iniciativas y discursos, además del deterioro de sus organizaciones y el declive de sus líderes, todo ello como resultado directo del abandono, renunciamiento o mutación de la función pedagógica frente a la sociedad para convertirse en una extraña forma y modalidad de controlar el devenir político del país.

No se trata precisamente de caer en la absurda nostalgia de que todo tiempo pasado siempre fue mejor ni de incursionar en el maniqueísmo de que antes los partidos eran buenos y ahora son malos. Tampoco se trata de considerar como negativo el hecho de que antes estaban tales o cuales personajes o personas de tales o cuales perfiles al frente y de que ahora están quienes no merecen estarlo, pero nadie puede negar que actualmente los partidos están desconectados o desvinculados de la sociedad, excepto en los procesos electorales.

Fueron desplazados del escenario nacional como formadores de la opinión ciudadana y como responsables de la agenda política, rol que cumplen por un lado los medios de comunicación y por el otro las organizaciones sociales, agilizados en cuanto a la toma de decisiones por las redes sociales y campañas de prensa.

También es atribuible a los partidos políticos la desideologización de la política, ya que no son capaces de sostener sus propias identidades ideológicas. No solo tienen corrientes internas que navegan con ideologías propias y con ideologías del adversario, sino que en algunos tramos de su existencia han remado contra la corriente con líderes que desembozadamente sostienen discursos contrarios a las ideologías de sus partidos.

Con el tiempo, nuestros partidos se fueron olvidando de los fines que dieron lugar a sus fundaciones sobre todo en materia de construcción de valores y fortalecimiento de principios, fomentando la defensa de intereses sectarios y hasta de índole personal de quienes se apropiaron de ellos.

De esa forma se fue dando un descenso de la identidad partidista por convicción para dar lugar a las adhesiones por conveniencia, las cuales están condicionadas a las prebendas ligadas al patrimonio y los recursos estatales.

Hoy por hoy, es triste reconocerlo, los partidos políticos paraguayos funcionan como simples plataformas electorales con maquinarias aceitadas al solo efecto de confrontar candidaturas mal seleccionadas y se olvidan, aunque tengan memoria de ello, de ejercer el papel de articular y canalizar los intereses y las demandas de la sociedad paraguaya.

ebritez@abc.com.py

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