¿Qué pasó en Nueva Italia?

Casos como el de la niña Vivian Romina, de 3 años de edad, acribillada por agentes de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) en el distrito de Nueva Italia, y el del presunto capo narco Jorge Rafaat, ejecutado en Pedro Juan Caballero, en un atentado cinematográfico, revelan la ausencia de instituciones más o menos creíbles en nuestro país. No es que desconozcamos esa realidad, pero vivimos desentendiéndonos de ella, hasta que situaciones límites y dramáticas vienen a recordarnos.

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Al confirmarse la muerte de la niña, Luis Rojas, ministro de la Senad, dejó el cargo, luego de reunirse con el presidente Horacio Cartes y de que este le aceptase su renuncia. No trascendieron detalles de lo que conversaron, porque en este Gobierno nadie se siente obligado a dar explicaciones a la opinión pública.

Rojas dijo al irse que lo ocurrido “es inexplicable”, lo cual constituye un absoluto despropósito, viniendo de un funcionario público a cuyo cargo está dar garantías a la población. Hubiese parecido más sincero decir que no podía dar explicaciones por cuestiones de seguridad del Estado o porque no se le daba la real gana.

Dirigentes y legisladores oficialistas intentaron exculpar de toda responsabilidad a Cartes con el peregrino argumento de que el Presidente “no jaló el gatillo”. En puridad, el presidente no jala gatillos, y tampoco construye obras, ni se ocupa de la educación ni de la salud de la población, sino que elige a quienes lo harán en nombre de su administración. Él es responsable de su inutilidad y/o irresponsabilidad.

No se le puede pedir a un mandatario que no haya problemas en el país o que sus colaboradores eviten cometer gruesos errores. Pero sí se le exige que, cuando ocurren hechos graves, brinde señales de que tiene la voluntad y la iniciativa para conducir al país con un rumbo firme. Este Presidente no da esa impresión.

La única decisión que tomó luego de todo lo sucedido fue aceptar la renuncia del ministro de la Senad. Inclusive, para esa medida elemental se tomó mucho tiempo, reforzando la impresión de que no sabe realmente qué hacer.

Lo que ocurrió en Pedro Juan Caballero puede tener una explicación más o menos “sencilla”, por más que ningún representante de las fuerzas de seguridad saldrá a decir nada. Podemos concluir que es una guerra entre grupos de narcotraficantes en un territorio sobre el cual el Estado paraguayo no tiene capacidad para hacer algo, ni ahora ni más adelante, y el único papel de las autoridades será el de ser observadores.

En el caso del asesinato de la niña en Nueva Italia, el escenario es más complejo. Mientras nadie salga a dar una explicación creíble, se pueden especular diferentes escenarios.

Puede haber sido una “operación” contra Luis Rojas, ya que de hecho algunas personas vinculadas al narcotráfico lo tenían en la mira desde hace tiempo. Las alternativas son que esto se haya hecho con la participación de los mismos agentes de la Senad, a los que se les habría prometido exculparlos “cuando el asunto se enfríe”, o que ellos mismos hayan caído en el engaño. En cualquiera de los casos, la maniobra fue exitosa.

Otra posibilidad es que el “blanco” al que se apuntaba sea el mismo Horacio Cartes, lo cual llevaría a especular sobre un escenario más sofisticado, en el que antiguos socios y/o rivales del Mandatario, en sus tiempos de empresario, hayan decidido “golpearlo” porque ahora está del otro lado del mostrador.

Estas y otras hipótesis, que tienen además consecuencias impredecibles, caben dentro de las posibilidades, mientras no haya explicaciones de un operativo y de la terrible muerte de una niña a manos de fuerzas de seguridad del Estado, con la que este Gobierno deberá cargar desde ahora y por el resto de gestión que le quede.

mcaceres@abc.com.py

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