Los majestuosos saltos, como se sabe, fueron borrados del mapa por la represa de Itaipú, cuyo embalse terminó de llenarse en el año 1982 abnegando para siempre aquellas fabulosas cataratas.
El dinero que vino a partir de ese año tomó de sorpresa a las autoridades de turno, quienes no solo vieron los recursos como una herramienta para el desarrollo de la pobre infraestructura de la ciudad, sino además como una oportunidad para llenarse los bolsillos.
Nadie, obviamente, se tomó el maletín y lo llevó a casa. Sería muy obvio. Pero empezaron las obras y, con ellas, la oportunidad de sobrefacturar, construir obras de pésima calidad a precio de “oro” y hacer negocios con los amigos.
En la presente administración comunal de Carlos Haitter (PDP) se fueron aún más allá, e inventaron obras innecesarias en las cuales se tiraron miles de millones de estos recursos económicos, casi con la única finalidad de gastar el dinero y, de paso, los negocios. Tan generalizado fue el tema, que según reconocen algunos concejales, en la Municipalidad, nada se hace sin pensar en sacar un beneficio.
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Pero de nuevo empieza la campaña por el poder municipal. Será el tercer periodo “pos resarcimiento”, en el cual se tendrá la oportunidad de empezar todo de nuevo.
Es decir, el pueblo saltoguaireño va a tener una nueva oportunidad para elegir doce concejales y un intendente para administrar estos recursos, que cada año suman unos 8.400.000 dólares, con honestidad.
No va ser una tarea fácil para el elector, porque la gran mayoría de quienes se postulan lo harán con miras al cofre municipal, obviamente camuflados de corderitos o imitando a la recordada madre Teresa de Calcuta, por decir, de alguna manera.
Saber diferenciar entre pillos y honorables será fundamental para que, en este tercer periodo, termine el festín con el dinero casi sagrado que hemos heredado de nuestro santuario perdido, los Saltos del Guairá.
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