Queremos ver a Jesús

Una de las expresiones más hermosas del Evangelio es este pedido de un grupo de griegos que habían subido para adorar a Dios en Jerusalén: “Queremos ver a Jesús”.

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En verdad, no es un deseo solamente de ellos, sino del corazón humano, pues todos queremos “ver” a Jesús. Es un anhelo intenso que no se acalla prácticamente nunca, ya que algo profundo nos asegura que este encuentro es nuestra felicidad y realización.

Debemos “ver a Jesús”, en primer lugar, en nuestra propia alma, ya que Él está ahí; siempre y cuando no le expulsamos con una vida de inmoralidades y abusos de toda clase.

También lo encontramos en la Eucaristía, pues el Señor nos asegura: “Esto es mi cuerpo” y es como si nos dijera que está presente en esta celebración, con toda su humanidad glorificada y toda su divinidad: debemos verlo en la fe.

Asimismo, hemos de verlo presente en los pobres y los más necesitados, ya que Él nos garantiza: “Todo lo que ustedes hacen al menor de mis hermanos, a mí lo hacen”. (Mt 25).

Sin embargo, parece que hay algunas personas que quieren ver a Jesús a través de apariciones gloriosas, llenas de emociones deslumbrantes, con suspiros, taquicardias y con pomposos “efectos especiales”, como nos tienen acostumbrados las películas.

Luego en seguida, Él habla del grano de trigo que debe morir para ser fecundo, insinuando que para verlo, es necesario algo más que el sencillo deseo.

Sin duda, ver a Jesús y cumplir sus enseñanzas es lo más significativo que podemos pretender, pero para esto hay que pasar por un tipo de muerte, que el Señor indica en qué consiste: el que tiene apego a su vida de modo egoísta y narcisista, la perderá; sin embargo, el que la pierda por ser solidario con los empobrecidos y disponible a los demás, la conserva para la Vida eterna.

Para ver a Jesús y disfrutar de su excelsa amistad, desde hoy, hay que morir como el grano de trigo, hay que perder un tipo de “cáscara” que bloquea el crecimiento y hace de uno sea un cero a la izquierda.

El que acepta perder esta “cáscara” de superfluos, vanidades y terquedades se vuelve una persona creativa, que no se deja atrapar por las crisis del momento, que no se empantana en sus viejos rencores y siempre descubre una solución para los problemas.

En esta Cuaresma, busquemos el encuentro con Jesús en la Misa dominical y tratemos de hacer un poquito más de ayuno; ayuno, inclusive, de teléfono celular.

Paz y bien

hnojoemar@gmail.com

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