Por nombrar algunos hechos: el pedido de interpelación en el Senado al jefe de Gabinete Juan Carlos López Moreira por tráfico de influencias; las 4 personas que permanecen desde hace tiempo secuestradas en manos del EPP, sin que haya visos de que puedan ser rescatadas; el asesinato impune de 8 militares de las FTC, en Arroyito a manos, aparentemente, del narcotráfico; la muerte de una niña por agentes de la Senad; la repentina aparición de una “célula” del cártel de Sinaloa en nuestro país, la violencia descontrolada en la zona norte fronteriza con Brasil, entre otros varios crímenes y cuestiones a las que el Poder Ejecutivo debería dar solución o, al menos, explicaciones.
Todos los temas han pasado al olvido por obra y gracia del plan oficialista de reelección que concentra todo el interés de los políticos y los medios de comunicación.
El debate sobre la reelección presidencial, como pasó en otros periodos de nuestra historia política reciente, divide aguas y motiva que medios de comunicación y periodistas en forma particular asuman posiciones de uno y otro lado, en forma evidente y hasta fanática.
Como también ocurrió y ocurre muchas veces en las coyunturas políticas, de un lado y otro de la cancha se ven alianzas inverosímiles.
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Resulta insólito que de un lado estén juntos contra la enmienda, por ejemplo, Calé Galaverna, Efraín Alegre, Desirée Masi y José María Ibáñez. Del otro lado, a favor del proyecto, se ve a Lilian Samaniego, José Manuel Bóbeda, Blanca Fonseca y Hugo Richer, por citar a algunos.
En esta disputa, los argumentos legales o constitucionales pasan a un segundo o tercer plano, aplastadas por la lógica del cálculo político y de los intereses personales o grupales.
Que el oficialismo se haya lanzado con todo a este intento no puede extrañar demasiado. A todos los mandatarios, más temprano que tarde, les entra el gustito por el poder y quieren mantenerse mayor tiempo que aquel para el cual fueron electos. Cartes, en particular, que ha sufrido un acelerado desgaste y cuya impopularidad está en alza, precisa instalar, pese a todo, la ilusión de que puede aspirar a un nuevo mandato para evitar una mayor pérdida de influencia y de maniobra a nivel partidario y el consiguiente desbande de sus fuerzas.
La eventual aprobación de la reelección le abriría a Lugo las puertas para competir, pero en un escenario impredecible de gran división opositora, especialmente en el PLRA, sumado a un feroz ataque de los grandes medios de comunicación que apuntarán a su “pacto” con el cartismo. Ya en la carrera electoral, deberá soportar la arremetida del cartismo que con seguridad apelará a todo tipo de recursos sucios, a través de sus medios de comunicación y de la estructura de la ANR para destruir su figura electoral y personal.
El fracaso del intento de enmienda tendría consecuencias catastróficas para el proyecto cartista. Sería una muestra de inutilidad y de que ni con todo el dinero que tiene puede lograr resultados políticos. El Frente Guasu quedaría maltrecho, con la obligación de preservar la figura de su único candidato para que, más allá de no poder aspirar a la presidencia, siga siendo actor clave con vistas a las elecciones de 2018.
Sin la posibilidad reelección, aparecerían como figuras estelares Mario Abdo Benítez y Efraín Alegre, actores políticos que parecen lejos de poseer carisma pero que, evidentemente, tienen buena acogida en ciertos sectores que quieren que las cosas cambien un poco, pero no demasiado.
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