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La bandera de la oposición dentro de la ANR quedó en manos de Mario Abdo Benítez. Convertido en un impensado crítico del sistema, sin responsabilidad orgánica en el Ejecutivo de Gobierno, Marito se mueve con comodidad en el papel de opositor. Detalle que, en general, caracteriza a toda oposición. Tampoco tiene que cargar con el pesado fardo de los impresentables que comparten el palco con el Presidente Cartes y Santi. Colorado Añetete también cuenta con un matizado elenco de la misma catadura, pero una cosa es que el poder oficial los arrope y defienda cuando –en teoría al menos– debe llevar el estandarte de lo decente o legal, y otra muy distinta es abrir la puerta a todos los descontentos del gobierno en procura de apoyos. Ya se verá si Marito incurre en el mismo error que hoy critica, aunque la coherencia nunca fue de las virtudes más ponderadas en el ámbito de los partidos. Algunos de los muy opositores de hoy fueron muy oficialistas ayer. Y muchos volverán a cambiar de bando de acuerdo a cómo se presente “la fortuna”. De hecho, las discrepancias en el poder o en camino hacia él no suelen pasar por cuestiones ideológicas ni operativas. Nunca por factores morales y nadie se ha desprendido hasta ahora de sus respectivos lastres. Una mínima parte de los actuales opositores creerá sinceramente que el Presidente no hace lo que debiera, pero la gran mayoría se alejó de él porque “no cumplió” con lo que ellos le habían pedido.
Pero si la principal ventaja de Marito es su rol contestatario, no es la única. Dentro de su partido, se lo ve “más auténtico” porque aún siendo hijo del Stronismo no tuvo que afiliarse para ser precandidato. Debe ser la razón por la que su movimiento lleva el nombre de “añetete” con el que, más que adjudicarse lo verdadero, señala al otro como “la moneda falsa”. En esta apreciación, contribuyó mucho la forma en que Santi decidió –o decidieron– la simbólica identidad de hacerse colorado: en un momento y lugar inapropiados. Como tampoco fue adecuado el ritual con el que el Presidente “ordenó” a su candidato. Es como si en el ámbito castrense, un cabo 2º se salte méritos, antigüedades y escalafones para convertirse en General.
Pero por sobre las diferencias señaladas, los precandidatos son representantes de la “nueva savia” política que tantas veces fue mentada como factor de cambio. Vana pretensión. Porque si “el sistema” (estructuras legales y partidarias) obliga a la juventud a consentir a los viejos caudillos o ampararse en ellos en busca de posiciones de liderazgo, la “savia nueva” está inexorablemente condenada a repetir los viejos modelos. Como hasta ahora... ¿O nadie se ha percatado de quiénes integran las listas para las próximas elecciones?