Sin embargo, mi admiración por la voz y el canto permanece intacta. Por eso cuando mi exprofesora de canto tomó contacto conmigo para comentarme la decepción que sufrió, le prometí compartir el tema, ya que nos refleja y concierne a todos, o así debería ser. Transcribo su carta: “¿Qué pasó con nuestro antiguo y hermoso Teatro Municipal? ¿dónde quedó esa bella cúpula, que con su acústica escuchábamos hasta la puerta de entrada y sin micrófono como corresponde al canto lírico? Como exalumna fui a la noche de gala, por sus 50 años, de la Escuela Municipal de Canto ‘Sofía Mendoza’, del Instituto Municipal de Arte (IMA), la misma que dio tantos valores solistas como corales, pero me encontré con un teatro sordo y mudo. Destrozado. El escenario es un cajón, se veían paredes sin revoques y los artistas pegados a esas paredes horribles. Lo único que se conserva es el telón y un piano de media cola –encima rayado y sucio– porque el de cola entera ya no lo vi. Siento profundamente esta situación por el Director del IMA, los profesores, los cantantes, y quiero destacar la emocionante presentación del Coro de Ciegos del Paraguay. Solo los conductores del evento tenían micrófono; instalaron varios, pero como en el estilo lírico y clásico no se usa, por ética, los participantes no usaron y se los escuchó apenas. Fue un placer para mí reencontrarme con mis exprofesores y excompañeros: Dtor. Luis Gómez Núñez, las profesoras Ana María Casamayouret, Rosa González, Estela Orrego, María Alejandra Cabrera, María Magdalena Alonso, Dtor. de coro Manuel Cabral y Juan Vera. Fui alumna personal de la profesora Sofía Mendoza. Una vez más, mi descontento general respecto al nuevo teatro, donde también eliminaron los pasillos. ¿Quiénes lo reconstruyeron o, mejor, destruyeron? Lamentable, neófitos en la materia. Se hubiera logrado una maravilla con mejor acústica. Es mi humilde opinión”, finaliza la mezzosoprano Brunilda Noce.
Una amistad basada en charlas de arte, el eterno agradecimiento por las clases que recibí de la profesora Brunilda, me llevan a creer cada palabra que escribió, además de la prueba contundente de sufrir, como ella, el tema del sonido en la mayoría de los espectáculos públicos.
¿Podrá alguien responderle a la profesora?, porque cercenar un teatro nacional es grave y no merece quedar sin respuesta ni pena.
Pero hay algo más preocupante, y es que las personas entendidas en arte, educadas, cultas no emitan comentarios, reclamos, y se conformen con el acto social o con un “Estamos en Paraguay, se procura”.
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El Teatro Nacional fue inaugurado en 1855; en su mejor época fue centro cultural de artistas nacionales y extranjeros, pero también a lo largo de las décadas ha sufrido olvidos y desidia.
Comparto la rabia y frustración de Brunilda: “Tanto esfuerzo de alumnos y maestros para al final no ser escuchados”. Me quedo recordando lo que en clase me repetía hasta el cansancio: “Un cantante lírico no usa micrófono, su voz tiene que llegar nítida hasta el último asiento del teatro”, y graficaba su enseñanza con un apasionado pianísimo.
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