Estas presuposiciones alcanzarían para explicar suficientemente por qué el presidente Horacio Cartes juró públicamente hace unos días que no busca otro mandato de cinco años, después del 2018.
Antes de que el mandatario declarara no tener doble discurso sobre ese tema, el diputado y líder de la bancada oficialista en la Cámara, Clemente Barrios, anunció la semana pasada que 37 colorados presentarán en mayo un proyecto de enmienda constitucional para prever la reelección.
Barrios, quien nunca ocultó su condición de stronista, aclaró que el planteo no es hecho pensando en Cartes sino “para que el pueblo paraguayo pueda mirar para adelante” (¡!). Habría que recordar que, casualmente o no, durante la dictadura, sus acólitos decían que Alfredo Stroess- ner “no movía un dedo” para ser reelecto sino que “el pueblo” se lo pedía.
Como Cartes no ha desautorizado a Barrios, cabe pensar que guarda alguna esperanza de que los vientos cambien en algún momento, los próximos meses, y pueda aspirar a seguir en el poder por el “clamor popular”.
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Algunos dirigentes colorados, en lo que parece una maniobra distractiva, adjudicaron el interés por la reelección a otros expresidentes, como Fernando Lugo y Nicanor Duarte Frutos, quienes serían también beneficiados de habilitarse la posibilidad constitucional de volver a ser candidatos.
El abogado de Lugo, Marcos Fariña, sostiene que el exmandatario no necesita de ninguna enmienda o reforma de la Constitución para volver a presentarse.
Tanto Fariña como Barrios se aprovechan, de alguna manera, de la falta de institucionalidad en nuestro país. De que todo sea “interpretable” según las circunstancias políticas, lo cual hace que el escenario político sea siempre impredecible. Pese a que llevamos 24 años de vigencia de la actual Constitución, nadie puede asegurar hoy que un fallo judicial futuro no convertirá de repente a un senador en presidente de la República o que no se cambiará imprevistamente un artículo o un inciso de la Constitución o de alguna ley o estatuto partidario para que alguien que no puede ser candidato termine siéndolo.
Pese a todo, en los tiempos que corren ya no les resulta tan fácil a algunos sectores de poder imponer su voluntad sin más. La ciudadanía, y en particular los jóvenes organizados, ha demostrado no hace tanto tiempo aún que cuando se decide, nadie, incluyendo quienes se consideran “doctores” todopoderosos e intocables, tiene asegurado su cargo.
Las últimas elecciones municipales han mostrado además que el derroche de dinero, el “cháke”, los votos cautivos, las mentiras o la utilización del aparato del Estado ya no alcanzan para que candidatos que la ciudadanía rechaza igual puedan ganar.
La figura de la reelección presidencial y también la elección de los nuevos líderes y candidatos de los partidos pasarán finalmente por la decisión de quienes participen.
Solo falta que quienes tienen ese poder, o sea la mayoría ciudadana, sean conscientes de ello y lo utilicen realmente en beneficio del país.
mcaceres@abc.com.py