Rejas para el clamor vecinal

Una noticia relata que una empresa inversora propuso enrejar la plaza de los Héroes en Barrio Trinidad, en compensación al impacto ambiental que provocó su llegada a la zona. Acertados los vecinos, consideran a las rejas migajas para todos los problemas que sufren en los servicios públicos desde que la empresa se instaló en el lugar.

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Podemos decir que este caso forma parte del enjambre de problemas diarios que sufrimos en los barrios de Asunción y otros. El concepto de urbanización no es lo que promete o lo aceptamos –a la fuerza– y tiene que ser pagado por un par de generaciones antes de que se considere bienestar.

Los dramas del día a día son provocados cuando enormes empresas –todas dicen ser legales– entran a los barrios, es decir, a una comunidad constituida, para conseguir solo su propio beneficio. Respeto cero al ciudadano contribuyente cuando se trata de lucrar. Si, por casualidad, el vecino llega a ver un par de plantitas frente a un enorme local comercial o edificio, sepa que esas palmeritas son “el compromiso social con el entorno del dueño del negocio”, o sea, su retribución. Plantitas cuando en la zona hacen falta infraestructura como refugios para esperar el colectivo.

Un estudio ambiental es sencillamente un estudio obligatorio que debe hacerse para medir las consecuencias negativas que puede tener la transformación realizada por el ser humano dentro de una comunidad.

El gigante urbano, del que no escaparemos, requiere muchos “pequeños unidos”, es decir, vecinos organizados para frenar abusos. No tenemos demasiadas experiencias de comisiones vecinales fuertes y temibles que hayan frenado con éxito el incumplimiento de las leyes y normas por parte de los que llegan a ocupar zonas barriales. ¿Las empresas son realmente nuestros vecinos?, ¿se comunican, responden a nuestras inquietudes?

Las instituciones que tenemos, todavía ancladas en la corrupción, no van a cambiar por sí solas, hay que presionar constantemente, y para eso no hay otro camino que la organización vecinal.

Cierro con un recuerdo (lamentablemente no fue en Paraguay) de vecinos contra una fábrica que extraía grasa animal. La vida del barrio se había vuelto insoportable por el olor nauseabundo, las ratas, moscas y gusanos, las cañerías tapadas. Yo era todavía una niña, pero recuerdo patentemente las reuniones en secreto que encabezaron las amas de casa, luego se sumaron vecinos de todo oficio y profesión, llegando más de barrios aledaños. Se reunieron todas las semanas, durante aproximadamente un año. Habían conseguido hasta que las autoridades pertinentes fueran a caminar entre la inmundicia de los huesos podridos. El día D salieron en masa para exigir a la empresa que se fuera del barrio, sortearon a los delatores y a la policía que resguardaba “la paz y la tranquilidad”. Fue una manifestación grandiosa. Los dueños literalmente huyeron en sus lujosos autos y no regresaron. Ese día la gente se abrazó feliz en una fiesta popular. Fue una lección que quedó en mi memoria. Juntos por la comunidad, perseverando y limando asperezas (muchas veces tontas) es posible lograr que la Justicia se ponga nuestra camiseta.

lperalta@abc.com.py

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