Resultado del descontento

SALAMANCA. La noche previa a la matanza en la Plaza de Armas, en marzo de 1999 me encontré con el hijo de un amigo en la esquina de Estrella y 15 de Agosto. En Palma y en Estrella había fogatas en medio de la calzada y el aire estaba cargado del olor penetrante y ácido de los gases lacrimógenos. Se me acercó al coche y con voz entrecortada me dijo: “No es el mayo francés. Pero lo estamos haciendo”.

Cargando...

Bastante desarmado por sus propios protagonistas, aquellos acontecimientos que prefiero llamar Mayo del 68, en realidad quedó como un símbolo del descontento juvenil, de su natural rebeldía y de su disconformidad con un mundo que no le daba la palabra. Ahora se conmemoran los cincuenta años. Justamente ayer, fue la jornada conocida como “la noche de las barricadas” porque los jóvenes levantaron barricadas en muchas calles de París, innecesarias, en realidad, pero que también eran un símbolo dentro de aquella lucha.

Emmanuel Macron, el primer presidente francés que nació después del 68, le envió un mensaje de texto a Daniel Cohn-Bendit (“El Rojo”, por el color de su cabello) actual eurodiputado por el Partido Verde. Fue una figura descollante, si no la más. Le preguntó Macron si podía sugerir algo para conmemorar el aniversario y Cohn-Bendit le respondió: “¿Conmemorar aquello? ¡Ni hablar!”.

El aniversario de aquellos episodios hizo que las librerías se llenaran de publicaciones sobre el tema que sigue apasionando a pesar de que hay un consenso generalizado que sirvió de poco o nada. El economista y periodista español Joaquín Estefanía publicó un libro estupendo sobre el tema: “Revoluciones” (Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2018) en el que atribuye aquella protesta a tres motivos principales: a) La rebelión contra todo tipo de autoridad. b) La desigualdad en la repartición de la renta. c) La decepción de los políticos y los abusos del poder financiero.

Por otro lado, la izquierda que había tenido hasta entonces como punto de referencia el marxismo de la Unión Soviética, hartos de tanto dogmatismo comenzaron a emigrar hacia otros rumbos que ofrecían horizontes más amables. Y se sumaron a lo que estaba llevando a cabo en China Mao Zedong (entonces Mao Tse Tung). Pero la Historia no estaba de parte de los jóvenes. El proceso alentado por Mao iba dejando por el camino un reguero de cadáveres cuya realidad tardó en ser conocida en Europa. El Gran Salto Adelante (1958-1960) por el cual se quería poner a China a la cabeza del mundo contemporáneo, pasó una factura muy elevada: en dos años murieron de hambre más de 40 millones de chinos. Este movimiento fue sustituido por la Revolución Cultural (1966-1968) que dejó un millón de muertos y dieciocho millones de jóvenes enviados a campos de reeducación. Esto puede explicar que al conocerse tales atrocidades, aquellos devotos del Librito Rojo de Mao fueran cambiando su lectura.

Para el historiador y académico británico Richard Vinen las protestas del Mayo del 68 pertenecen a un mundo hoy desaparecido si bien permanecen en el aire algunas proclamas de sus luchas: libertad sexual, autonomía individual, igualdad de la mujer y pacifismo (“1968: El año en que el mundo pudo cambiar”, Editorial Crítica). Pero es en realidad el sociólogo francés Alain Touraine, quien sintetizó el espíritu de Mayo del 68: “No lograron cambiar el mundo pero abrieron la puerta a un mundo diferente”.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...