Pasaba luego a engrosar la categoría de cuasi cadáver político de donde lo rescató Horacio Cartes en 2013. Primero, para designarlo presidente del Consejo de la Magistratura y, hace unos días, ministro de Educación. En el entorno presidencial, se habla de proyectos mucho más ambiciosos con relación al resucitado exbuscador de tesoros del Parque Caballero.
El actual Mandatario se ha caracterizado por sorprender en lo que a nombramientos se refiere. De hecho, varios ministros de su gabinete eran absolutos desconocidos antes de que él los designara. Unos cuantos no tenían ninguna experiencia en gestión pública. Otros eran funcionarios de segunda categoría en los ministerios y otros fueron rescatados de las catacumbas de la política vernácula.
Cartes llegó al colmo de querer nombrar embajador ante las Naciones Unidas nada menos que a Alfredo “Goli” Stroessner, nieto del dictador y sin experiencia o título que lo avalasen para el cargo. Algún resto de cordura, sensatez, pudor o quien sabe qué, al final, lo hizo desistir.
La caída de la ministra Marta Lafuente molestó en particular al Mandatario. No solo por ser su prima sino porque era una de las que mejor llevaba adelante la idea de mantener a raya a los políticos, rebotar sus pedidos y exigencias de cargos. El problema de la defenestrada ministra no era su deshonestidad o desconocimiento técnico sino la imposibilidad de liderar la profunda revolución que necesita la educación paraguaya. Una cuestión que no es nueva y de la cual su jefe tiene un profundo desconocimiento.
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Correr a los planilleros de las instituciones públicas está muy bien, pero la tarea de un ministro o ministra es sobre todo implementar una política pública que incluya, entre otros puntos, atender los problemas de infraestructura, capacitación y eficiencia. Lastimosamente, la educación, como otras áreas básicas de un Estado, no forman parte de la agenda del actual Mandatario.
Lafuente era además una figura que Cartes quería proyectar, como mínimo, para su lista del Parlamento de 2018. Sin embargo, nadie salió a defender a la ministra estrella en el Congreso.
La indiferencia de los legisladores oficialistas fue un toque de atención que expuso los límites de la relación de los políticos colorados con el Ejecutivo. El caso Lafuente no quedará seguramente en una simple anécdota de este gobierno, sino que motivará futuras represalias. Especialmente, por el mensaje que dieron al Presidente quienes le debían alguna lealtad.
No obstante, el Presidente podría decir que no hay mal que por bien no venga. Riera, cree él, podría ser la figura que estaba buscando como “plan b” ante el casi seguro naufragio de su plan de reelección. Quienes manejan el día a día palaciego, afirman que ya se hacen encuestas sobre la figura del ministro para que sea algo similar al ignoto Pedro Alliana como presidente de la ANR.
En el caso de Riera, el entorno cartista jugará sobre todo a la desmemoria ciudadana respecto a hechos no tan lejanos. Pero, se aventuran en un terreno peligroso, donde entran en juego el dolor y la indignación de mucha gente.
Por lo demás, el Presidente sigue esquivando dar la cara ante los conflictos que se van sucediendo y regala muy seguido frases desafortunadas. “Yo vine al teatro Colón” fue su última perla, cuando se le preguntó cómo solucionaría el conflicto con los estudiantes. Así será difícil que cualquiera muy identificado con él corra con posibilidades electorales sólidas.
La falta de un manejo inteligente de esta coyuntura hasta podría conducir a divisiones traumáticas y a alianzas insospechadas de algunos dirigentes colorados, si ven que una nueva derrota electoral los acecha en el horizonte.
mcaceres@abc.com.py