Salvación para todos

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Celebramos la solemnidad de la Epifanía del Señor, esto significa la manifestación y revelación de Dios a todo el mundo, a través del Niño en el pesebre.

Más precisamente, el misterio de la Encarnación del Verbo de Dios está compuesto por tres fiestas: el anuncio del arcángel a María (25 de marzo); el nacimiento de Jesús (25 de diciembre) y la celebración de hoy.

Los tres reyes Magos cuando llegaron a Jerusalén afirmaron: “Vimos su estrella en Oriente y venimos a adorarlo”. La estrella les habrá sido una señal elocuente y no titubearon para ir en búsqueda de la realidad que ella indicaba.

También en nuestra vida el Señor bondadoso pone muchas “estrellas” que nos guían para encontrar a Jesucristo. Encontrar al Niño con María y postrarse delante de Él es lo más sensato que podemos hacer. No obstante, tenemos que discernir “las estrellas” que el Señor pone en nuestro camino e ir con ganas hacia Él.

Los signos que Dios coloca en nuestra vida son para nuestra salvación, es decir, para que no nos dejemos embaucar con los atractivos de las cosas materiales, que nos alejan de Él.

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La venida de los Reyes Magos, o sea, de gente fuera del pueblo hebreo, que la Escritura varias veces llama de “paganos”, significa que Dios convoca a todos para entrar en la órbita de su reconciliación y de vida nueva. Con esto estamos delante de una exigente realidad: para Dios no hay “mimaditos” y todos son invitados a ser fieles al Evangelio.

Por ello, afirmamos que la redención del Señor es para todos, aunque sabemos los delicados vericuetos de la libertad humana, que puede tomarla o rechazarla. Pero, cuanto más una persona va conociendo la Biblia, la persona y misión de Jesucristo, seguramente, más se acerca a la Iglesia Católica, que recibió de Él la plenitud de los medios de salvación, que son los siete sacramentos, la sucesión apostólica, en fin, es el Cuerpo del cual Cristo es la Cabeza.

Normalmente, los Reyes están asociados a ganar regalos, pues en Cristo Dios nos da el regalo más importante, que es Él mismo, que viene para compartir las delicias y durezas de nuestra existencia.

Sin embargo, también debemos preguntar, para nuestra salvación y la de todos: ¿qué regalo vamos a dar al Señor? Probablemente, lo mejor es aceptar su amistad y hacer como los Reyes: abrir el cofre de nuestro corazón para entregarle el oro de nuestra fe, el incienso de nuestra sinceridad y la mirra de nuestra solidaridad hacia los necesitados.

Paz y bien.

hnojoemar@gmail.com