Lamento no haber conservado los nombres, pero, hace menos de una semana, un exponente importante de los llamados “cartistas” animaba a otros miembros de su mismo grupo a ir a hablar con el presidente electo, Marito Abdo Benítez, para convencerle de que sus seguidores acepten la renuncia a la presidencia de Cartes y le dejen jurar luego como senador activo.
“No puede ser –decía este personaje– que por causa del capricho de una sola persona (Abdo Benítez) no pueda asumir como senador Horacio Cartes, poniendo en serio peligro la gobernabilidad del país”. Más sencillo, imposible.
¿Por qué no le damos vuelta a la frase? “No puede ser que por causa del capricho de una sola persona (Horacio Cartes), que se empeña en jurar como senador activo, se ponga en serio peligro la gobernabilidad del país”.
Entre una frase y la otra hay una sutil diferencia que parece que muchos no la tienen en cuenta. El primero (Abdo Benítez) está observando fielmente la Constitución. En el segundo caso (Horacio Cartes), la está violando. Y es una falacia, burda además, decir que la justicia lo habilitó, ya que ninguna decisión que ella tome en contra de lo que dispone la Constitución tiene validez. Como dicen los abogados, es nula de toda nulidad. Es, para mayor abundancia, como si nunca hubiera existido.
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Algunos delitos se agravan si se cometen con “nocturnidad”; es decir, aprovechándose la oscuridad de la noche. Pues sin nocturnidad ninguna, y a plena luz del día, sin la menor intención de ocultar sus propósitos, el señor Cartes ha violado (o por lo menos lo intentó) en numerosas ocasiones la Constitución.
Y no solo nuestra carta magna, sino incluso resoluciones internacionales de Naciones Unidas, a la cual pertenece nuestro país. Intentó pasar por encima del artículo que no permite la reelección, y no lo logró porque la gente no se lo permitió; aceptó un “pedido multitudinario” recogiendo firmas en las que había más muertos que en un cementerio; encabezó la lista de senadores de su partido a pesar de que no le estaba permitido, y hasta recibió el acta correspondiente para llegar al absurdo de que en este momento está protegido por dos inmunidades.
Nuestras autoridades mantienen muy activa la industria de los “asesores”. Me pregunto qué función desempeñan. ¿No hay entre ellos alguien que les diga “no hagas tal cosa”, “estás metiendo la pata”, “esto no está permitido”, “estás atentando contra la institucionalidad de la República”, etcétera?
A esto hay que sumarle los decibeles que han alcanzado las acusaciones, descalificaciones y agresiones por parte de los “cartistas”, incluido el propio presidente del Partido Colorado, contra los del movimiento “Añetete”. ¿Será que estamos volviendo a los oscuros años de 1947, con el Partido Colorado dividido con los “guiones rojos”, por un lado, y los “pynandi”, por el otro? ¿Tendrán conciencia todos estos mozalbetes inexpertos e ignorantes de nuestra historia remota y reciente de los daños que se les ha causado al país, a la democracia, a sus instituciones por parte, no de políticos, sino de aventureros que van corriendo atrás del dinero que da el poder?
Deberíamos detenernos un minuto a reflexionar lo que estamos haciendo y los peligros que estamos corriendo. Cualquier descuido puede hacer que se nos vayan de las manos estas rivalidades. Porque cuando se encienda la fogata, veremos quién la apaga.
jesus.ruiznestosa@gmail.com