Señales

La fecha FIFA de marzo del año mundialista suele ser la de mayor glamour. Las potencias mundiales buscan o miran un equipo de menor rango, de rasgos similares al rival de turno que haya caído en su grupo. Para el Mundial de Alemania 2006, a sabiendas de que la Albirroja debutaría ante los Tres Leones, Paraguay jugó con Gales e Inglaterra con Uruguay, porque uno forma parte del Reino Unido y el otro tiene las mismas cuatro letras finales. Nostalgia de tiempos idos.

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Doce años después, dos equipos se enfrentan en Cary, Carolina del Norte. El anfitrión y el visitante comparten técnico interino, producto de la dolorosa eliminación en la última fecha, aquella fatídica noche de octubre del año pasado. El denominador común acaba allí. Para la eliminación del dueño de casa, debía producirse la combinación de tres resultados –que finalmente ocurrió– con el agravante de un gol fantasma que no tuvo que ocurrir. El otro no pudo vencer al colero de la competencia, de local, luego del milagro de Barranquilla.

La decisión de la APF de esperar la culminación del Mundial para designar al seleccionador proyectaba dos escenarios para encarar la fecha FIFA de marzo. Rechazar de pleno como Ecuador y Venezuela o buscar rivales como lo hizo Chile en Escandinavia. No cito a Bolivia con su doble duelo contra Curazao, aunque no hace poco jugábamos contra equipos centroamericanos de tercera línea.

Al concretarse el amistoso, los locales comprendieron el mensaje. La presencia de un interino no fue excusa para detener la búsqueda de nuevos talentos. Diecisiete convocados tenían menos de 25 años. Diez, con menos de cinco juegos en su selección. Seis debutantes. El más veterano fue Darlington Nagbe, con 27 años.

Gustavo Morínigo llevó la base de las eliminatorias. Agregó un par de veteranos, con el mensaje de la importancia de los mismos. Volvieron a quedar al margen nombres que hace un buen rato se encuentran en ligas europeas. Llevó cinco del Olimpia, y apenas usó a Camacho y Ortiz, dejando de lado el merecido debut de Sánchez, y facilitó la postergación del “Blanco y Negro”. Aferrarse al resultado también postergó ver caras nuevas cuando el rival invitaba a eso.

Seguimos eligiendo a centrales para que sean laterales. Comprensible si eventualmente es un duelo contra una potencia mundial en el que uno sabe que deberá jugar sin balón casi el 80% del encuentro. Pero debería dejar de ser regla para que se vuelva excepción. Que Valdez y Alonso sean zagueros en un candidato al título (América) y descenso (Lille) debe ser señal para comprender la tendencia del fútbol mundial. La misma que pide pases horizontales con propósito y verticales para dañar. La limitada y escasa posesión albirroja consiste en sacarle segundos a la siguiente posesión rival, mero argumento defensivo.

La muestra de carácter de parte de jugadores radica en encarar en el mano a mano y activar el pase inteligente al percatarse del compañero. Almirón lo comprendió, pero no tuvo intérpretes. Los nuestros eligieron pelearse y friccionar ante el paralelo y juvenil de EE. UU. en una cancha con menos de 10.000 personas sin ambiente hostil.

La dirigencia eligió esperar. Solo sabremos con la elección del adiestrador si fue un argumento válido para comprar lo mejor o apenas ganar tiempo como había pasado hace cuatro años. Si estas cosas no se corrigen, el nuevo ciclo arrancará torcido. Hay tiempo. Pero las señales dicen que si no se subsanan las mismas, deberemos esperar el Mundial de 48 o el que se quiere albergar en el 2030.

daniel.chung@abc.com.py

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