Este sistema electoral rige desde el año 1990 cuando se produjo un cambio sustancial: el voto directo en el nuevo Código Electoral, quedando atrás el voto a través de delegados. Con la Constitución del 92 se crea una justicia electoral, se sustituye el sistema de mayoría de 2/3 por el de representación proporcional con el sistema D’Hondt, y se permitieron las alianzas, y la participación a través de movimientos y de candidaturas independientes. En estos puntos cardinales radicó la reforma electoral posdictadura.
Para quienes están un tanto alejados del significado de estos jeroglíficos electorales debo explicar que antes del voto directo los partidos políticos hacían sus convenciones y los delegados convencionales elegían a los candidatos a presidente y a senadores y diputados; las cámaras del Congreso se conformaban con una mayoría de 2/3 para el partido con mayor cantidad de votos y las minorías se repartían los demás lugares, o sea un tercio restante.
Anteriormente las candidaturas se podían presentar solamente a través de los partidos políticos y luego de la reforma, también a través de movimientos, de alianzas y en forma independiente. La justicia electoral no existía y se manejaba una junta electoral con representación partidaria.
Tal como lo pueden adivinar, el interés de los políticos antes se centraban en las convenciones partidarias de donde surgían las candidaturas presidenciales y parlamentarias; ahora se centran en los movimientos cuyos líderes son los grandes electores ya que tienen la potestad de ubicar en listas sábana a los suyos en los primeros lugares. Las convenciones quedaron como simples reuniones, vacías de contenido.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Este esquema hizo que la antigua elite política fuera a cuarteles de invierno y se produjera al inicio una saludable renovación, pero muy pronto se fue formando un quiste en torno al poder de los jefes partidarios que crearon verdaderos subsistemas políticos para convertirlos finalmente en herramientas para excluir de la competencia a quienes rehúyen la identidad partidista y prefieren la militancia política sin partidos.
Es fácil deducir con estos elementos en mano que los partidos políticos tratarán de mantener el statu quo, es decir no cambiar nada con la reforma electoral. De ahí la importancia y necesidad de que la ciudadanía, los líderes emergentes y los movimientos y partidos minoritarios presten atención al manejo de este tema.
Pero también deben estar atentos los afiliados de grandes partidos porque esta es la oportunidad de cambiar las reglas de juego para modernizar y democratizar los partidos políticos, para fortalecer los mecanismos de gobernabilidad, impulsar la creación de nuevos cuadros de conducción por métodos más participativos y transparentes y favorecer la circulación de nuevas ideas que saquen a los partidos del inmovilismo y la actitud defensiva frente al descrédito en que se encuentran.
Desbloquear las listas es la consigna ciudadana para quebrar el frente imparable de una elite política mezquina, además de actualizar la tecnología electoral con las urnas electrónicas. Claro que estas formas tendrán sus dificultades, igual que otras, pero hoy tenemos una opinión pública más atenta, exigente y dinámica. A los políticos no conviene provocarla.
ebritez@abc.com.py