Significado de las palabras

SALAMANCA. Por no prestarle la debida atención, cada día se nos escapan el verdadero significado de las palabras y, sobre todo, lo que ocultan o lo que quieren ocultar personas que no están interesadas en que nos enfrentemos con la realidad. De este modo nos dejamos engañar o terminamos por no darle importancia a lo que está ocurriendo delante de nuestras narices y, ordinariamente, cuando ya es demasiado tarde nos decimos: ¡cómo no me di cuenta de ello!

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Recientemente dos periodistas venezolanos escribieron un “diccionario” de términos utilizados por el Gobierno de ese país para disfrazar la crisis en que se encuentran sumidos, borrando del discurso oficial términos como “crisis”, “desabastecimiento”, “inflación”, “carestía”, sustituyéndolos por otros que se aproximan más al agua, vale decir: incoloros, insípidos e inodoros. Y se les podría agregar: indoloros. Claro que esto no sucede solo en Venezuela sino también en todos los países en que los políticos no quieren que la población se enfrente con problemas que ellos no pueden, o no quieren, solucionar.

Días atrás Donald Trump, al saber que un juez del estado de Washington había anulado su orden ejecutiva de prohibir la entrada al país de ciudadanos de siete países (Libia, Siria, Irak, Irán, Yemen, Somalia y Sudán) que tienen mayoría islámica, montó en cólera y recurrió a su canal favorito de comunicación: Twitter, y buscó descalificar al magistrado llamándolo “pseudojuez”. La palabra viene del griego y significa “falso”. Difícilmente puede ser falso un juez que está en ejercicio después de superar todas las exigencias para llegar a dicho puesto. Y mucho menos un juez federal. Al ver la noticia me vinieron a la memoria los años de la dictadura en nuestro país cuando el Gobierno calificaba a todos los grupos políticos y personas opositoras al régimen de “pseudo”. El Encuentro Nacional era “un pseudopartido”, el Mopoco era “un pseudomovimiento” y así sucesivamente. Hasta que la dictadura, que no era falsa sino bien real, cayó y todos recuperaron su legalidad.

Este no es el único ejemplo. En nuestro país abundan las palabras que fueron desterradas del léxico oficial y sustituidas por otras nuevas. Por ejemplo, ¿alguien ha escuchado decir que tal ministro o tal intendente o tal legislador o tal dirigente político es un ladrón? ¡Jamás! Cuando se descubre un hecho nada claro en materia de manejo de dinero se dice que “tal ministro (o intendente o legislador) desvió cierta suma de dinero”. Pero nunca se aclara hacia dónde lo desvió cuando todos sabemos que dicho desvío, en la mayoría de los casos, es a una cuenta personal radicada en un paraíso fiscal difícil de ubicar. También se dice que “distrajo”. Vaya distracción: quinientos millones de guaraníes provenientes de fondos del Fonacide “distrajo” tal intendente en lugar de construir las escuelas a que se había comprometido al solicitar tal suma. “Distraer” es divertir o desviar la atención de alguien. ¿Qué habrá hecho el habilidoso intendente para divertir a esa suma de dinero? ¿Se habrá vestido de payaso? ¿Le habrá contado un chiste? ¿Le habrá imitado a alguien? Nada de eso. En buen castellano lo que se ha querido, y debido, decir es que fulano de tal se robó quinientos millones de guaraníes. Claro que suena muy duro, pero es el verdadero camino para decirle a la gente que hay zonas del país que están gobernadas por auténticos delincuentes, así, con todas las letras. Como un acto de sinceridad de esta naturaleza sembraría el descontento y fácilmente se despertaría la indignación de los ciudadanos, se disfraza el delito con una palabra “incolora, insípida, inodora e indolora”. Así mantenemos la calma de todos, se salva la situación, sigue el statu quo y si algún juez se atreve a intervenir, pues tendremos adelante a un “pseudojuez”.

Lo dijo el poeta español Gabriel Celaya: “La poesía es un arma cargada de futuro”, y se podría agregar que cada palabra es tan punzante, letal y desgarradora como una bala. Por eso los corruptos tanto la temen.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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