Silencio que no es de inocentes ni es casual

Los integrantes del oficialismo colorado recurren ahora a la estrategia de desaparecer totalmente del escenario de debate. Con eso, evitan tener que explicar o defender su postura respecto a las principales cuestiones de la agenda política. Particularmente, sobre la enmienda y la reelección, entre otros temas.

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La actitud del cartismo se debe a la perspectiva de que salir a dar explicaciones sobre una serie de despropósitos políticos cometidos será mucho peor. Seguramente, los dirigentes evaluaron que es mejor para ellos callarse. Hablar, solamente empeoraría las cosas.

El tema de la presentación del proyecto de reelección en el Senado ocupa interminables espacios en los medios de prensa y relega a un segundo plano –o literalmente tapa– una serie de torpezas continuadas del oficialismo.

Comenzando por la campaña de firmas pro enmienda constitucional que lanzó la Junta de Gobierno de la ANR, a fines de diciembre del año pasado y que culminó en forma bochornosa con el descubrimiento de miles de firmas de fallecidos, extranjeros, además de falsificaciones.

Los dirigentes cartistas ya se olvidaron a esta altura de aquella campaña. Nadie siquiera menciona la posibilidad de presentar las centenares de carpetas en el Congreso.

También lograron dejar casi en el olvido la extravagante denuncia presentada contra el presidente del Congreso Roberto Acevedo y otros senadores de la oposición por un supuesto plan de conspiración y magnicidio, deducido en base a extractos de conversaciones poco serias en un grupo de Whatsapp.

Pero el beneficio más evidente de que los actores políticos del cartismo se desentendieran del debate sobre la reelección es que deja en el escenario para que respondan a liberales llanistas (que tampoco casi aparecen) y, especialmente, a los del Frente Guasu que, ante la postura de la mayoría de los grandes medios, son el blanco de las críticas, tanto periodísticas como de sus adversarios políticos, que buscan desprestigiarlos lo más que puedan.

No obstante, con relación al plan de reelección, el cartismo está pagando culpas por los errores cometidos, como el no haber previsto y operado mucho antes para evitar el rechazo del proyecto de enmienda en el Senado, el 25 de agosto del año pasado. Esa jugada de los anti-reeleccionistas puso un cerrojo al tema por un año y obliga al Ejecutivo a interpretaciones poco convincentes de la Constitución para intentar eludir su cumplimiento.

También se mostró irresoluto con la posibilidad de tratar la enmienda constitucional en la Cámara de Diputados, cuando aún podía hacerlo, con lo cual cerró otra posibilidad que le costaría mucho ahora reabrir.

De guiarnos por las versiones en el ambiente político, el cartismo presentará su proyecto de enmienda en marzo, sin abrir mucho la boca (a propósito, la última vez que Cartes habló a la prensa fue el 24 de noviembre del año pasado) y aplicando la técnica de los hechos consumados.

Debido al tiempo transcurrido y a la mucha agua (turbia) que ya pasó bajo el puente, lo que pueda ocurrir luego de la presentación es impredecible. Se profundizará la situación de inestabilidad que de hecho está instalada desde el año pasado en el ambiente político, azuzado además por el electoralismo salvaje que se está imponiendo desde todos los sectores.

No se puede descartar que, ante la posibilidad de un escenario demasiado complicado, el cartismo o el mismo Horacio Cartes apelen a una salida alternativa, del tipo que se manejaba el año pasado: nombrar un delfín que lleve la posta. Entonces, el silencio que mantiene ahora tenazmente, le servirá para afirmar, con cita cultural incluida, “al cabo que ni quería”.

mcaceres@abc.com.py

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