Es sorprendente que estas palabras hayan sido dichas por una persona que fue arrastrada a los campos de concentración nazis cuando tenía 15 años, sobrevivió en Auschwitz y llevado luego a Buchenwald donde se encontraba cuando las fuerzas aliadas liberaron el campo. Se llamaba Imre Kertész y acaba de fallecer en Budapest a los 86 años de edad, dejando tras de sí una obra literaria difícil de calificar aun teniendo la seguridad que se trata de uno de los puntos más altos de todo lo que se escribió durante el siglo XX.
Premio Nobel en 2002, Kertész, nació el 9 de noviembre de 1929 en Budapest y murió en esta misma ciudad el pasado 31 de marzo. Vivió muchos años en Alemania pero regresó a su ciudad natal a pesar de haber dicho que “es muy difícil sentirse libre en el mismo sitio en que uno vivió como esclavo”. Con la ocupación alemana de Hungría vivió siendo niño con la estrella amarilla de David cosida en la ropa hasta que en 1944 lo deportaron a Auschwitz donde logró sobrevivir. Ante el avance de las tropas de la Unión Soviética parte del campo fue trasladado a otros sitios de la muerte; en su caso, fue Buchenwald, levantado al lado de los bosques por donde acostumbraba a pasar Goethe, del que terminó siendo rescatado. Regresó a Budapest y se encontró que toda su familia había sido devorada por la barbarie nazi y su casa se encontraba ocupada por gente que él no conocía.
Su libro más difundido es “Sin destino” si bien toda su obra ha sido traducida al castellano y publicada en España. En esta obra, relata con un estilo desprovisto de artificios, desnudo, desgarrador, sus experiencias en Auschwitz, convirtiéndolo en uno de los libros emblemáticos de la literatura sobre el Holocausto. Notablemente, su literatura no es popular entre el gran público y, posiblemente, la fama de “Sin destino” se deba a la película de Lajos Koltai, realizada en 2005, en medio de grandes dificultades que fueron vencidas por el deseo tanto de Kertész como del realizador, que la película fuera húngara. La película fue nominada para el Oscar como la mejor película extranjera, premio que no ganó por ser muy fuerte para el gusto convencional de los miembros de la Academia de Cine de Hollywood. Sin embargo obtuvo cinco distinciones en diferentes festivales internacionales.
Kertész asumió con sencillez y humildad casi monacal su misión de dar su testimonio del Holocausto y no deja de admirar el equilibrio con que asumió esa experiencia de adolescente conviviendo con las cámaras de gas y el olor que despedían las chimeneas de los hornos crematorios. En la entrevista ya mencionada, el periodista le pregunta si es posible escribir después de Auschwitz y luego se corrige: “¿Es posible vivir después de Auschwitz?” Y Kertész responde: “Yo no diría que es posible, es un deber vivir después de Auschwitz, con todo lo que fue Auschwitz, con lo que representa aún, con lo que representará”.
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Derrotado el nazismo, al escritor le esperaba otra historia de represión e irracionalidad: la ocupación soviética y la opresión comunista que no le permitió publicar en Hungría su libro “Sin destino”. Después del colapso de la Unión Soviética, Hungría entró en una nueva etapa de su historia y en este momento es, juntamente con Polonia, los dos países más represivos y ultraderechistas de toda la Unión Europea. Pero la lección de Kertész es única, su testimonio prodigioso y su conducta una lección de moral.
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