Todos los datos todos

Este artículo tiene 8 años de antigüedad

Una de estas madrugadas recibí la llamada de una amiga quien necesitaba una mano para ver qué podía hacerse con un pariente suyo venido del interior del país para consultar de un problema cardiaco en un hospital de referencia en Asunción. La ayuda consistía en averiguar si había turno y, de ser posible, cama para el paciente. Llamadas aquí, averiguaciones allá, el problema parecía estar solucionado porque “parecía” que habría lugar y decidieron trasladar unos 200 km al enfermo. Pero cuando llegó al lugar, la realidad pintó distinto y tocó pasar la noche sentados en el pasillo de urgencias.

Desde la entrada en vigencia de la Ley 5282, de Acceso a la Información Pública (AIP), muchos han sido los esfuerzos que se llevaron adelante en instalar la idea de lo importante que es para la ciudadanía el hecho de acceder a información como mecanismo de velar por la transparencia en los entes del Estado. 

Charlas, conversatorios, manuales y otras iniciativas de alguna manera han ido construyendo el andarivel por el que en un principio parecía correr todo con demasiada eficiencia. Luego de algunos ensayos fallidos en los que el Estado no supo responder amigablemente a los pedidos, surge una nueva fase en la que la creatividad tanto para solicitar los datos y presentarlos luego al público empieza a jugar un rol preponderante. 

En ese sentido, lo que ha jugado en contra, hasta ahora, es que se tiene la errónea idea de que solicitar datos (y que el funcionario público la provea) está directamente relacionado con el hecho de estar buscando el “pelo a la leche”. 

La AIP utilizada con fines de utilidad al ciudadano puede incluso llevarnos a mejorar la calidad de vida en algunos casos y en otros hasta salvarla. En la semana que pasó el uso de datos abiertos ha sido tema de debate entre periodistas paraguayos y la especialista colombiana Ginna Morelo. Durante el mismo, como si se tratase de una revelación divina, descubrimos que si se trabaja mancomunadamente entre el Estado y la sociedad civil se pueden encontrar soluciones amigables que nos ayuden a que la Ley 5282 funcione de manera óptima y beneficie a ambos sectores. 

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

“El periodista debe aprender a trabajar con el Gobierno y no siempre verlo como enemigo”, reflexionaba Morelo. Yo le agregaría no verlo “siempre” como un enemigo, solo en ocasiones en esas en las que nos damos cuenta de que nos están metiendo las manos en los bolsillos (incluso antes de que nos demos cuenta de que haya posibilidades remotas de que los tengamos llenos). 

Ya probamos que la ley AIP nos ayuda a desenmascarar corruptos y la seguiremos usando las veces que sean necesarias para señalar las cosas que se están haciendo mal. Sin embargo, en paralelo se están dando los primeros tímidos pasos hacia otro enfoque, el positivo, el que beneficie a los ciudadanos con cosas que hagan más simple su vida cotidiana. Toda la incomodidad, la decepción y la desesperación que se hubiesen ahorrado los familiares del enfermo cardíaco con solo acceder en tiempo real a un dato, uno solo, el de la disponibilidad de camas o de especialistas. Ese debería ser el nuevo enfoque de la aplicación de la AIP. Y ese es el desafío de todos los ciudadanos, como también lo es el seguir insistiendo en que no nos roben y que la plata se use apropiadamente.

mescurra@abc.com.py