Todxs lxs niñxs

SALAMANCA (España). Quien no haya entendido el título puede traducirlo por “Todes les niñes” o bien como “Tod@s l@s niñ@s” o si lo prefieren, en castellano clásico “Todos los niños”. Las otras versiones son propuestas hechas por los movimientos feministas que desean transformar nuestro idioma (porque el idioma es de todos) en uno que sea inclusivo ya que consideran el castellano actual como machista. Y me pregunto yo: si decimos “Todos los niños” ¿no es acaso inclusivo ya que allí se incluye a los niños y las niñas como se ha venido haciendo en los últimos diez siglos aproximadamente?

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Me pregunto también si cambiando una vocal por otra estamos realmente transformando el contenido de un idioma. No se olvide que, históricamente, desde que el hombre primitivo articuló los primeros sonidos para organizarse en la cacería de animales grandes, el idioma ha respondido a un impulso de abajo para arriba. Nunca lo contrario, que es lo que se está pretendiendo hacer ahora.

Que yo haya conducido un automóvil a lo largo de toda mi vida desde que tenía catorce años –y creo que conduzco bien– no me habilita para que le escriba a la Mercedes Benz sugiriéndole que sus coches mejorarán sustancialmente si le ponen el cigüeñal arriba en lugar de abajo, y el árbol de leva en el centro en lugar de ir a un costado y el balancín abajo o en la parte de atrás. Quienes saben de mecánica deben estar riéndose a carcajadas ya que un coche así sencillamente no puede funcionar. Los cambios los tiene que hacer un ingeniero mecánico no un periodista.

El hecho que uno haya hablado toda su vida no lo habilita a introducir cambios en el idioma sin tener conocimientos, por lo menos, de lingüística, morfología, etimología, sintaxis, o gramática. Cualquier elemento que se introduzca en la estructura, cambia todo el resto de la misma. Es pues, ridículo, querer crear un “lenguaje inclusivo” introduciendo signos que no son fonetizables. ¿Cómo debo pronunciar la palabra “niñ@” o lo que es peor “niñx”? ¿No saben, acaso, que el objetivo primero de todo idioma es permitir la comunicación entre personas? ¿Y si creamos palabras que no se pueden pronunciar, cómo nos hacemos entender?

El maravilloso escritor irlandés Jonathan Swift ya ridiculizaba este intento de crear nuevos idiomas en su incomparable “Los viajes de Gulliver” (1726) cuando un grupo de investigadores proponía crear un idioma universal suplantando las palabras por la presencia física de los objetos a los cuales se referían. Por eso es bueno leer en lugar de estar perdiendo el tiempo pensando en tonterías.

No hay idiomas machistas, ni feministas, ni nada parecido. Todo depende del sentido que les demos a nuestras palabras. No podemos decir que el alemán sea una lengua agresiva por los discursos que pronunciaba Hitler; ni una lengua poética porque en ella se expresaba Schiller. Lo mismo con el italiano de Mussolini y el de Dante. Además, ¿qué tendríamos que hacer con el guaraní que prescribe el uso de las palabras “che ra’y” y “che memby” según sea el padre o la madre al referirse al mismo hijo?

Que el español tenga género tendría que ser motivo de orgullo y alegría porque es un idioma rico, expresivo, colorido, lleno de matices. La lucha por la igualdad no se da entre las normas de la gramática y la sintaxis, sin importar lo que diga ninguna academia, sino lo que dice la lógica y la cordura. Hay muchas maneras de hacer antipático un movimiento. Y esta obsesión por cambiar la lengua es una de ellas.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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