Toma de decisiones

Barcelona 1992. Juan Antonio Samaranch –presidente del Comité Olímpico Internacional y artífice del evento– cierra los Juegos con el famoso “Estos han sido los mejores de la historia hasta ahora”. El primero en asentir es David Stern, comisionado de la NBA. La presencia del “Dream Team” elevó el estatus de los Juegos y la NBA pegó el salto mundial. Hubo un precio que pactar: Jordan, Magic, Bird y compañía no se someterían a los controles antidoping como el resto.

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El profesionalismo y el doping tienen una relación estrecha. Disciplinas como el ciclismo, el tenis o el atletismo conviven con la sospecha. Al ser deporte individual, el arte del engaño llega a niveles inimaginables, como los casos de Lance Armstrong o los atletas rusos.

El fútbol –que cuenta con sus propias y oscuras historias de pastillitas y café veloz– está menos acostumbrado por los propios rasgos del deporte más popular del mundo. Hasta el azar que determina pocos elegidos para el test ayuda a colocar en un aspecto secundario lo que es una de las premisas básicas de la integridad del deporte.

Ayer la Organización Nacional Antidopaje (ONAD) castigó a Julio César Cáceres con una suspensión de cuatro años. La misma ONAD que fue notificada tres meses después del positivo del atleta en agosto pasado de parte de la Asociación Paraguaya de Fútbol. La misma APF –bajo otra administración– que en menos de 20 días había divulgado el resultado del famoso clásico donde todos los atletas fueron examinados.

La negación del atleta a someterse a otra prueba durante el partido ante Sportivo Luqueño en diciembre dejó en segundo plano la prueba de agosto. El artículo 2.3 de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA por sus siglas en inglés) declara que evadir es aceptar culpabilidad. Incomprensible postura del atleta o el que haya sugerido tal decisión. Aún más para un jugador que ha tenido una carrera tan larga como ejemplar. Hasta involucran al veedor del juego.

Dos puntos que necesitan respuesta tan urgente como transparente. ¿Por qué la demora de tres meses de un protocolo que debió haber tardado días? Más con los cuestionamientos de la defensa sobre el laboratorio en cuestión. ¿Por qué el atleta no se sometió a la prueba en medio de los festejos aquella tarde en Luque? Brillante oportunidad para ratificar los negativos anteriores.

El fútbol paraguayo no es la NBA de los noventa. Los tomadores de decisiones deben esclarecer. Lo merece la integridad de nuestro fútbol, incluido el afectado.

daniel.chung@abc.com.py

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