Los que ya no tenemos 18 años y administramos objetiva-fríamente las ilusiones, continuamos trabajando, los menos en lo que nos gusta, los más en lo que pueden. Hay casos emblemáticos de personas de 90 años que se ven frescos como el primer día en su profesión u oficio. Son personas que han encontrado en el trabajo lo que se debe: una fuente de crecimiento, pensamiento y vitalidad, es decir, se han desarrollado de manera equilibrada. Pero estos ejemplos de vida hoy pueden ser anticuados o demasiado lentos para una juventud ansiosa e inestable. Hoy todo debe suceder más rápido, tal como el tecleo del celular, como el uso del control remoto o la computadora más avanzada. Además, esgrimen, no hay que esperar a ser viejo (viejo sería 30, 35 años) para tener lo que queremos.
Cuando hablamos de historia pensamos en el pasado, en fechas importantes, en próceres y conquistas; pero no hablamos del aspecto económico, de cómo y de qué manera el trabajo y el talento (o su ausencia) han obrado en nuestra situación.
La economía nacional da para conferencias de entendidos, aunque para la gente común el quid de la cuestión se reduce a que el que quiere trabaja, busca, encuentra, y el que no, es un vago y merece ser abandonado. Así de lapidario.
No sé si han surgido economistas docentes, objetivos, que sean capaces de explicar de manera sencilla cómo se ha construido la economía en nuestro país, cuáles son los factores predominantes de acuerdo a las épocas, intereses, políticas, presiones, etc. que impiden la igualdad de oportunidades y dan como resultado las interminables y frustrantes filas buscando empleo.
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La altísima migración del campo a la ciudad viene agrandando el cinturón de pobreza. Familias pobres se suman a “hacer cualquier trabajo” sin leyes que amparen, por un lado; falta de preparación laboral, por el otro. Jóvenes semianalfabetos, sin aprendizaje de oficios deambulan en la nada, perseguidos por el hambre, el vicio, el consumismo y el deseo de existir para una sociedad que no perdona a “los perdedores”. ¿Cuáles son los referentes de estos jóvenes sin chance? Hoy, mafiosos promocionados en noticieros, telenovelas y hasta publicidades comerciales. Y luego, todo el extenso tema de los que se van del país, sin dinero ni formación.
Pero, respiremos, esperancémonos, el sistema provee jóvenes que salen adelante y lo más probable es que se lo deban a su familia que se esfuerza y los ayuda.
Sobre una realidad acuciante, el tipo de economía define, para bien y para mal. Nuestros jóvenes son hoy día un divino tesoro en riesgo. Cuidarlos depende no solo de voluntades individuales, para eso han de haber –y sentirse– líneas, propósitos y metas gubernamentales. “El trabajo es el único capital no sujeto a quiebras” (Jean de La Fontaine). Fuentes de trabajo sí, del verdadero, no favores, no limosnas ni esclavitudes.
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