Transporte para la gente

Estoy esperando el colectivo hace un rato y nada.

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En nuestro país la falta de un transporte público ha sido un problema sin resolver por décadas. Paradójicamente, a pesar de la corrupción, las unidades viejas funcionaban mejor, tenían más frecuencia aunque menos “pinta”.

Sin la presencia de instituciones que trabajen como corresponde, justicia cuando se requiere y organizaciones de consumo comprometidas con los usuarios, no puede haber la más mínima esperanza de que mejore la calidad de vida, algo muy ligado al transporte público. Para los que concluyen que la solución es comprarse un auto (y aumentar el tráfico infernal) recuerden nomás que ni calles tenemos en condiciones, menos avenidas o autopistas. Sí, la gente, harta del enorme vacío y sufrimiento, soluciona su problema de alguna manera, llámese auto/s, moto, motocarro, hasta bicicleta o el infalible “a pata”.

Mientras escribo, el colectivo sigue sin venir.

Hasta ahora lo de las unidades renovadas no ha marcado un cambio significativo, siguen los vicios, como la falta de paradas y fila obligatorias en toda la ciudad, la cobertura de ciertas zonas y, a la vez, recorridos mejor pensados respecto al itinerario. Las unidades nuevas, que no superan a las antiguas, no responden como se prometió. Seguimos plantados en las paradas, nos subimos a colectivos repletos, el famoso aire –caballito de batalla– no funciona, congela o sus salidas están rotas y así se quedan. De un tirón subieron lo que quisieron el pasaje, empresarios consiguen subsidios y ni así cumplen con el usuario. Sumemos que muchas flamantes unidades se siguen quedando en la calle por algún desperfecto mecánico, los días que hay partido de fútbol, es feriado o un simple domingo, olvidémonos de tomar un colectivo. Una vez escuché que alguien dijo: “El paraguayo pobre sigue como el indio, aguantándolo todo calladamente”, (una oración básica que se puede enriquecer). Este silencio no es evolución espiritual, no es madurez, se parece al miedo, al mal acostumbramiento, a la falta de conciencia del bien común, al desconocimiento del poder del ciudadano a pie.

En nuestro pequeño reino tenemos que descubrir juntos con qué herramientas o armas combatimos después del voto. Nuestra re-evolución continúa postergada, la realidad nos muestra ancianos, enfermos, discapacitados, madres con sus niños, esperando el micro bajo la lluvia, el frío o el calcinante sol mientras a las autoridades poco les importa.

Los patrones del servicio de transporte público siguen utilizando el nombre de todos para beneficio de unos pocos. Nos venden un progreso intangible; en cada gobierno hubo y hay complicidades que se burlan de toda ley, proceden como a ellos les conviene y nunca se conforman con sus enormes ganancias económicas.

Casi me olvido de la falta de capacitación de choferes y de la formación constante de buenos usuarios.

Me voy, se hizo el milagro y viene “mi camión”. Rara y fugaz alegría.

Veremos si en esta nueva etapa se ejerce el poder de control dónde y cómo corresponde. Mientras tanto, seguimos esperando más de la cuenta, tiempo que nos puede incluso, con la miseria que hay, costar la vida.

lperalta@abc.com.py

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