Un año enigmático

Si enigmático es aquello complicado de entender o interpretar, podríamos afirmar que el 2014 que despunta en estas horas será un año enigmático. Y el mayor enigma se da con Brasil, que celebrará elecciones presidenciales el próximo 5 de octubre.

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El gigante sudamericano no es el único en la región que consultará al electorado. También lo harán El Salvador y Costa Rica, con elecciones el 2 de febrero; en mayo las habrá en Panamá el día 4 y en Colombia el 25. Los seguirá Bolivia que celebrará sus comicios en la misma fecha que Brasil, el 5 de octubre, y finalmente, para el día 26 de ese mismo mes están convocados los uruguayos para elegir su nuevo presidente para los siguientes cinco años. No es que el resultado de Colombia, por ejemplo, con una disputa fuerte entre un Juan Manuel Santos que va por la reelección y el uribismo (que otrora llevara a Santos al poder), deje de importar y generar expectativas, pero lo de Brasil es clave. Esto es, para los rumbos que siga el continente latinoamericano.

Lo que pase en Brasil habrá de incidir sin duda en las elecciones uruguayas, de la misma forma que influye Argentina, hoy a los tumbos y con apagones. Los votantes del pequeño país al momento de decidir no dejan de sopesar y tener en cuenta lo que ocurre y la situación de sus dos grandes vecinos.

Pero lo de Brasil va más allá, lo que es lógico por su tamaño, por su poder económico y por su propia política diplomática nada prudente en la defensa de sus intereses (y en apoyo de sus sueños imperialistas, según piensa un buen porcentaje de los latinoamericanos) y mucho menos generosa con sus vecinos.

Parece un hecho que Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores de Lula (PT), será reelecta. De todas formas tendrá que manejar muy bien el trecho de nueve meses que resta. Habrá que ver qué peajes paga o está dispuesta a pagar, y cuáles se le exigen y se le imponen.

El tema de la corrupción política, que afecta muy de cerca al partido de gobierno, seguirá en la mesa. Incluso con respecto a la responsabilidad y en qué medida estuvo involucrado y fue uno de los beneficiarios el expresidente Lula. Quizás se acepte su versión de que no estaba enterado de nada, pero pueden tomar fuerza los testimonios que lo acusan hasta de ser el jefe. Le vaya como le vaya, la sospecha, que no será chica en ningún caso, quedará ahí y pesará en muchos electores.

Por cierto que más pesará la situación económica, menos floreciente y pujante, que le obliga al actual gobierno a tomar, aún a regañadientes, algunas medidas básicas. Pero estas –eliminación de exoneraciones impositivas, impuestos a determinadas operaciones financieras, suba de la tasa de interés, depreciación del real– afectarán a dos puntas: a la creciente y consumidora clase media, donde el PT ya no era muy fuerte, y a parte del sector industrial –hoy sufriendo– y particularmente a los exportadores, también ya muy castigados.

Se dirá que ello no incide tanto porque el fuerte del electorado del PT (casi el 60%) proviene de las clases de menor renta y nivel de educación. Sin embargo, se trata también de las clases más “subsidiadas” por los gobiernos del PT y lo que ocurre ahora es que el actual de Rousseff está más limitado en cuanto a recursos y tiene que ser muy cuidadoso. Se da por seguro que mantendrá esas ayudas sociales, que luego tanto ayudan electoralmente, pero hoy tiene que medirse más so pena de precipitarse por el barranco.

Y además está el efecto Mundial de Fútbol: enigmas si los hay.

¿Se repetirán los disturbios de la Copa de Federaciones y reaparecerán los indignados? ¿Lograrán las fuerzas de seguridad mantener controlados y reprimidos a los disconformes? ¿“Esa contención” irá más allá que el 5 de octubre o aprovecharán la ocasión para desbordarse? ¿Con la euforia de salir campeones basta? Primero, ¿saldrán campeones? Y segundo, si lo logran, ¿dará para tanto la euforia? Esta, como la gloria, no es permanente; por ejemplo, el Brasil eufórico de no hace mucho, hoy está de capa bastante caída.

daf@adinet.com.uy

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