¿Un Estado o dos?

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El conflicto palestino-israelí puede parecer complicado o extenuante, sobre todo porque los hechos se mezclan con historia, geografía, religión, política, personalidades, violencia, terrorismo y terminología diferente para indicar la misma situación o lugares.

Aunque de manera sintetizada, la similar estructura del conflicto se instaló en la opinión pública paraguaya luego de los acontecimientos diplomáticos del fin del gobierno del expresidente Horacio Cartes y el comienzo del actual, de Mario Abdo Benítez, y ha terminado por dividirla en “pro-estos” o “pro-aquellos”, de igual manera que la ONU partió al territorio del Mandato Británico en 1947.

“Judea y Samaria” era el nombre del territorio que hoy es conocido popularmente como Cisjordania, término acuñado en los años 50 para ser diferenciada de la Transjordania, el actual reino jordano.

“Cisjordania”, que es lo mismo que decir “Judea y Samaria”, es un territorio donde viven 2,7 millones de árabes palestinos junto a alrededor de 380.000 colonos judíos israelíes y es administrado por la Autoridad Palestina, controlada por el grupo Fatah.

La seguridad de las zonas donde se han establecido los colonos judíos, se encarga Israel y en las ciudades de población netamente palestina como Ramala o Nablús, la seguridad está a cargo de un organismo conocido como Seguridad Preventiva Palestina.

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Este pequeño territorio (Cisjordania) de 5.878 km² y la ciudad de Jerusalén, son los dos principales motivos por el cual la paz es tan difícil de concretar entre árabes e israelíes.

De plan de partición original casi no queda nada. Las sucesivas guerras fueron dando otra forma a la división territorial planteada en 1947. Hoy todo el territorio que puede convertirse en el lugar del pueblo palestino, ocupa tan solo el 22%.

Aun así ¿es posible llegar a una solución donde dos Estados puedan coexistir en un mismo territorio? La respuesta es simple, claro que sí.

La pregunta verdaderamente difícil de responder es ¿cómo hacerlo? 

También podríamos preguntarnos si es viable la solución de un único Estado y la respuesta es idéntica, si es posible, pero surge una pregunta complicada algo diferente, ¿cuál sería el precio?

Para la primera opción, Israel debería aceptar abandonar las colonias, algunas como Ariel, convertida en una ciudad completa con toda la infraestructura moderna de un país de Primer Mundo; y además sus colonos, en gran parte judíos practicantes ortodoxos y ultraortodoxos, deberían renunciar a vivir en Samaria y Judea, que es la tierra que sus ancestros les otorgaron. Para la creencia de esta gente, no existe ninguna posibilidad de que eso suceda.

Por otro lado, siempre con la solución de dos Estados, los palestinos, eventualmente, podrían renunciar a recuperar los espacios ocupados por las colonias judías, aceptando a cambio zonas deshabitadas, más al sur de Jerusalén, por ejemplo, u otras cercanas a Egipto y Jordania; lo que significaría en la práctica, “comenzar desde cero”.

La solución de un solo Estado es un acuerdo sobre un barril de pólvora. Contempla la posibilidad de un único Estado democrático que sería Israel, con ciudadanos árabes en igualdad de derechos con los judíos, pero donde todos serían ciudadanos israelíes. Esto, con seguridad, va a originar una carrera demográfica para tratar de imponer por la vía de los votos, la superioridad de un pueblo sobre el otros y es aquí cuando el concepto del “barril de pólvora” deja de ser metáfora.

Quizás previendo esta posible “solución”, la del único Estado, el parlamento israelí (Knéset) sancionó en julio pasado una ley que define oficialmente a Israel como el “Estado Nación del pueblo judío” y al hebreo como la única lengua oficial y, por consiguiente, esta ley blinda a Israel para mantener su esencia judía, al menos, hasta que no sea derogada por la Knéset.

Al concluir este espacio, solo hemos analizado la solución desde el punto de vista de la Cisjordania. Aún no hemos llegado a Jerusalén ni a la Franja de Gaza, donde 2 millones de árabes palestinos se debaten en la pobreza, con solo 4 horas de energía eléctrica al día y atrapados entre el Mar Mediterráneo, las cercas fronterizas de Israel, el terror de Hamás y la Yihad Islámica, la presión egipcia, el bloqueo marítimo, la falta de oportunidades y la casi nula producción en todos los niveles.

juan.dossantos@abc.com.py