Un reglamento perverso

Febrero del 2014. Rodrigo está perdido en la cancha del 3 de Febrero. Corre detrás del balón para disimular y agregar cierta naturalidad a un puesto que no le corresponde. Mira constantemente al profe Mario para saber cuándo se acaba la farsa. Rodrigo es Díaz, volante juvenil del Deportivo Capiatá y Mario Jacquet, técnico del Escobero, quien saca al chico a los 10 minutos del partido. A la misma hora en el Defensores, Derlis se divierte y marca la diferencia. Anota los dos primeros goles del partido en media hora y protagoniza el penal que sería el definitivo 3-1. Derlis es González y es figura en su debut en el Olimpia. El único denominador común entre Rodrigo y Derlis es que ambos ocupan el lugar reservado al Sub 20. El primero por imposición y el segundo por condición.

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El Apertura 2016 marca el tercer año en vigencia de la presencia obligada de un juvenil en el equipo titular en los juegos de Primera División. Un proyecto –sin rigor técnico ni consultado a los técnicos– destinado al fracaso que era un grito desesperado para obligar a los clubes a que revisen sus Divisiones Inferiores. Dos años y 528 juegos después, no existe ningún reporte o datos para avalar la eficacia de la medida y justificar su continuidad. No obstante, en los pasillos de la APF están seguros que la medida ha sido un éxito. Por eso, se profundiza la intromisión del reglamento: rebajar la edad (Sub 19) del atleta y que este complete la etapa inicial. La primera para abarcar a los disponibles del sudamericano Sub 20 del 2017 –una medida que se les pasó en el proyecto original hace dos años– y la segunda para evitar los cambios cantados. Luego se percataron que esto abría una caja de Pandora desde el daño al equipo de mantener a alguien inferior hasta certificados de dudoso contenido pasando por calambres, pinchazos y ahogo para justificar modificaciones. Cambiar la modificación a menos de 24 horas del inicio del Apertura ratifica que no existe soporte técnico a estas medidas.

El proteccionismo sin calidad va en contra de la competitividad y el consumidor es perjudicado. El fútbol no es excepción. Los defensores del proyecto argumentan la aparición de buenos jugadores citando a Derlis González o Sergio Díaz, entre otros, cuando estos fueron promocionados antes de la regla. La otra falacia es el fortalecimiento de las selecciones inferiores y el 2015 fue un claro ejemplo de que las cosas involucionaron.

La Sub 20 protagonizó uno de los partidos más bochornosos con el pacto con Perú para eliminar a Ecuador. Ya sin arreglo –jugando para saber quién era el peor del hexagonal– los incaicos hundieron a los dirigidos por Genes. El mismo técnico había liderado dos años atrás en Argentina, sin vigencia de la ley Sub 20, a la selección que se quedó con el subcampeonato regional y octavos de final del Mundial. La Sub 17 no quedó atrás. Clasificó al Mundial a 15 minutos del final en un certamen que organizó y que otorgaba cuatro tickets entre nueve participantes. Ya en el Mundial de Chile, es muy recordada la rotación del técnico Jara Saguier ante Nueva Zelanda para una dolorosa eliminación que alertaba que el problema de las Divisiones Inferiores no se limitaba a los jugadores.

Aquí se produce un engaño con consecuencias peligrosas. El parámetro de la opinión general –incluyendo a los periodistas– para calificar a un buen jugador joven suele ser su presencia en Primera. Con este reglamento se pervierte el logro y genera una falsa sensación de excelencia. El técnico convoca al “Sub 20 de Primera” quien llega con el correspondiente humo en la cabeza que se vuelve un impedimento a la hora de integrarse al grupo juvenil.

El que es bueno se destacará –más temprano que tarde en un fútbol sin figuras rutilantes– sin el subsidio de un reglamento. Derlis está en el Dynamo Kiev y se prepara para jugar octavos en Champions contra el Manchester City. Desconozco qué se hizo de Rodrigo.

danyjw79@yahoo.com

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