Un respiro, un poco de justicia

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El caso de Richard Pereira, quien quedó parapléjico víctima de gatillo fácil, llegó a su fin.

Los policías fueron condenados a 20 y 11 años de prisión. Con apenas 27 años y padre de dos hijos, su vida vuelve a comenzar, ahora con la satisfacción de sentir que, en parte –porque el daño es irreparable–, se hizo justicia. El siguiente paso será pedir una indemnización al Estado. A su lado, otro protagonista es digno de admiración, don Richard Pereira, quien estuvo hasta el final, día a día, desde que le avisaron que su hijo fue baleado. En una conmovedora entrevista televisiva agradeció a todos los que lo acompañaron, y, sin ser filósofo ni poeta, en simples palabras –con lágrimas en los ojos– transmitió una idea sublime: “No era yo el que empujaba su silla de ruedas, él era el que me llevaba”.

El juicio culminó con una condena a los criminales, y da tanto a la familia como a la ciudadanía un respiro, una leve brisa en medio de la sofocante corrupción. La injusticia se sigue paseando oronda por nuestro país, suman los criminales libres, los sin condena, los que se están gestando arriba y abajo. Cárceles saturadas de jóvenes. Los “peces gordos” casi nunca caen o si caen es porque entre ellos hubo disputas, traiciones, sea al margen de la ley o dentro de ella, ya que son protegidos mediante viles maniobras.

En este caso, sin haber vivido los entretelones que pasaron los Pereira, vimos a don Richard lleno de dolor, pero estoico, siempre al lado de su hijo, siendo padre, cuidador, abogado, compañero, amigo. Por su parte, Richard, quien permanece con más del 80% de su cuerpo afectado, nunca lloró en cámaras, aunque su papá contó que lo vio llorar un par de veces, “recordaba momentos vividos con sus hijos pequeños”.

Contra todo, ellos no se dejaron vencer por los negros antecedentes de la justicia en Paraguay, hablaron, pidieron, perseveraron, exigieron que los culpables paguen y ocurrió. Muchas personas seguimos el caso desde diferentes ámbitos y modos. Muy importante resaltar que la solidaridad de la sociedad, en especial la de sus vecinos, fue clave, eso indica que los Pereira son gente de bien, humildes, honestos como tantas personas de nuestro país que merecen un país mejor, una justicia recta.

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Es fundamental que como comunidad no perdamos los valores esenciales. Tenemos que mantener la esperanza, fortalecer la solidaridad y la unión como sociedad.

El caso de Richard tiene principalmente un componente importante: la fe inquebrantable, lo más grande para todo creyente, y, viendo los resultados, para todos. En un bloque informativo, don Richard Pereira mencionó cuánto agradece a Dios que aquel fatídico día su hijo no murió.

Finalizó diciendo que él ya cumplió y ahora le toca vivir su vida; bien, lógico, un merecido descanso para un gran papá.

Y qué bueno sería que alguna vez considere la posibilidad de dar charlas en colegios, en parroquias, en grupos de apoyo a otros padres que pasan por situaciones difíciles en busca de justicia.

“La posibilidad de perder en la lucha no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos que es justa” (Abraham Lincoln).

lperalta@abc.com.py