Una columna en Noruega

Intuía que me llamaría esta semana. El desenlace político nos colocaba nuevamente en la agenda de las principales agencias de noticias del mundo.

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–Hola Guillermo, ¿cómo estás?

Del otro lado de la línea su inconfundible saludo protocolar, al que le siguió luego una serie de preguntas más propias de una entrevista periodística.

Era Arne, amigo y veterano periodista de un antiguo diario de Oslo, queriendo saber algo más de lo que vivimos aquí, para escribir un par de párrafos en su columna internacional semanal.

La última vez que habíamos hablado, habíamos bromeado cómo Noruega desplazó a Paraguay como líder del ranking de los países con las personas más felices del mundo. Quizás algo habrá tenido que ver que su país encabeza desde varios años el índice mundial de desarrollo humano.

–Quiero que me ayudes a entender lo que pasó- siguió.

Intenté describirle solo los hechos, pero fue inevitable que entrara a pedirme una interpretación. Le expliqué que el Presidente se había visto obligado a renunciar a sus pretensiones de reelección, luego de las movilizaciones de rechazo, la crispación política, las acusaciones de violación de la Constitución, y los pronunciamientos del Vaticano y EE.UU.

–Pero ¿por qué renunció a algo que de por sí no le está permitido y por qué lo hizo además primero con una carta a un arzobispo y no a los ciudadanos?- preguntó.

Haciendo el mejor esfuerzo argumenté que en realidad en la carta se dirigió al arzobispo porque la Iglesia estaba mediando en una mesa de diálogo, y que lo importante es que el Presidente asumía por escrito un compromiso de no buscar la reelección.

–¿Pero en octubre ya no había emitido un mensaje oficial en el que anunciaba que no buscaría la reelección?, siguió hincando.

–Sí- le dije. Pero traté de que entendiera que varias sanguijuelas y garrapatas de su entorno volvieron a calentarle la cabeza para seguir insistiendo con la reelección. Y él tomó viaje porque también le gustaba la idea.

–Eso es algo que tampoco entiendo- prosiguió. A los pocos minutos de que diera a conocer su decisión volvieron a salir dos senadores del Gobierno a decir que la enmienda continuaba.

Seguí explicándole que en su intento de no quedar mal parados estos dos cometieron la torpeza política de opacar el impacto del anuncio del Presidente y volver a sembrar dudas y desconfianza en la gente.

Coincidimos también en que el hecho de que los diputados dieran entrada oficial al documento de enmienda aprobado por los 25 en el Senado, era blanquear el atropello que dio origen a las protestas que desembocaron en la quema del Congreso, los actos vandálicos y el asesinato de un joven liberal en el local de su partido.

–Pero todo indica -le dije confiado- que esta semana políticamente le van a terminar dando el certificado de defunción a la enmienda.

–Pero Guillermo, si ya volvieron a tratar una enmienda para la reelección antes de que haya pasado un año como lo establecen sus leyes, ¿cómo puedes asegurar que ya no volverán a tratar otro proyecto similar en poco tiempo más?- me desafió.

De la mejor manera le expliqué que era una cuestión de lectura política de la coyuntura con base en las reacciones que generó. Pero indudablemente ya nada pude alegar cuando me dijo que esto dejaba un muy mal precedente, y causaba un nuevo daño a la imagen de seguridad jurídica y previsibilidad como país.

–Una última pregunta. Leí tu comentario de la semana pasada y me quedó una duda- dijo. ¿Por qué les regalaban huevos de Pascua, galletas y gaseosa a quienes iban a un acto para apoyar la reelección?

–Bueno Arne, tengo problemas con la línea de celular, no te escucho bien. Hablamos luego, un abrazo.

guille@abc.com.py

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