Una reñida competencia

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Asistimos a un singular torneo que nunca tendrá ganadores. Los competidores están igualados en todo. Van cabeza a cabeza sin que puedan marcar distancias los unos de los otros. Para que esta competencia sea más llamativa aún, no tiene juez. La decisión queda a cargo del público. Cada vez se necesita alquilar más balcones para ver el espectáculo, el desfile interminable de los recios “atletas”, convenientemente entrenados. Hay dos categorías: institucional y personal. Me refiero al certamen apasionante de la corrupción, cargado de suspenso.

Están en carrera, a nivel institucional, el Tribunal Superior de Justicia Electoral, la Corte Suprema de Justicia, las municipalidades que se quedaron con el dinero de Fonacide, las gobernaciones, una parte de Senadores y otra de Diputados, por lo menos la mitad de cada partido político, Itaipú, Yacyretá, Universidad Nacional, Opaci, en fin, la lista es larga.

En cuanto a la categoría individual vemos a los competidores amontonados como los corredores que convoca ABC Color anualmente.

En este rango no hay límites de edad ni distinción de sexo, religión, ideología política. Solo se exigen dos condiciones: administrar dinero público y estar en un cargo con capacidad para nombrar o contratar personal. Pero no cualquier personal. Tiene que ser un familiar cercano, cuanto más familiares, mejor. Se admite como cercanía a los novios, novias, amantes, hermanos o hermanas de novias y novios, exesposas, examantes, jardineros, niñeras.

En esta categoría individual se admite también a quienes van de vacaciones y hacen figurar que trabajan para cobrar viáticos; los planilleros, los que usan los bienes del Estado como suyos, los que tienen más de un vehículo público a su disposición cargándole al Estado los gastos, como chofer, combustible, mantenimiento, reparación, seguro, etc.

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Imposible dar los nombres de todos los competidores. En las páginas de este diario, desde la primera hasta la última, no cabría ni la tercera parte. Tendrían que hacerse ediciones extraordinarias. Es descomunal la cantidad de funcionarios, electos o nombrados, que sin rubor alguno, sin penalidades de conciencia, echan mano a la corrupción, a tiempo completo, sin feriados ni “fiestas de guardar”.

Es asombroso cómo se roba en nuestro país. Más asombrosa todavía la impunidad que ampara a los delincuentes. Y más asombrosa aún la exhibición que hacen los ladrones de lo robado. Hasta se jactan de sus fechorías frente a una población que se desloma en el trabajo honrado para pagar sus impuestos. Impuestos que van a parar a los bolsillos sin fondo de los corruptos.

¿No piensan las autoridades nacionales, administrativas y judiciales en el destino que le espera a nuestra República con tanta corruptela? Empeñamos el futuro de nuestros hijos y nietos para tener más dinero que tirar. Pero llegará un momento –está llegando ya– en que ya nadie querrá prestarnos ni un centavo.

En esta carrera, cargada de suspenso, hay momentos en que el Poder Judicial se lleva las de ganar; pero enseguida pasa al frente el Tribunal Superior de Justicia Electoral. Apura sus pasos cuando siente que le alcanza, por ejemplo, el ministerio de Obras Públicas, o el Ministerio de Agricultura y Ganadería o el Banco Central del Paraguay o... ¡Hay tantos que procuran llegar a la meta! Y en este afán, como corresponde a la calidad moral de los competidores, se hacen zancadillas, se estorban en la marcha, se codean, se dan patadas. Es un “todo vale” perfecto. ¿Y cuál es la meta? He aquí el problema. No hay límites.

El punto de llegada tendría que marcarlo un juez. No se puede dejar en manos de los competidores porque se harían trampas. De ningún modo son confiables. Pero la cosa es que el mismo juez –o sea, la justicia, para llamarla de algún modo– es la que por momentos encabeza la competencia.

Como algún nombre hay que dar, lo primero que salta –entre tantos primeros– es el de Ramírez Zambonini, ministro de la Justicia Electoral. Compitió muy temprano, desde que plagió su tesis doctoral. Y en la misma institución tenemos a la ministra Elena Wapenka. Sin irse donde dijo que se iba, cobró viáticos estando en el exterior. Y está el otro ministro, Bestard, de la misma índole que sus colegas. En la Justicia Electoral se maneja tanto dinero de un modo indebido que daría fácilmente para que muchos compatriotas no mueran por falta de medicamentos en hospitales.

En fin, se está poniendo interesante esta olimpiada entre instituciones y funcionarios. El mejor de los periodistas deportivos no alcanzaría a relatar plenamente la emoción y el suspenso de esta reñida competencia.

alcibiades@abc.com.py