Ventilando rencillas

Paraguay, al involucrarse en el complejo conflicto israelo-palestino, mudando y retirando de nuevo en breve tiempo su embajada a Jerusalén, terminó por ventilar al mundo su poco serio manejo de las relaciones internacionales, las disputas internas de los sucesivos gobiernos, hasta la secundaria importancia que se le da a la agenda internacional del país.

Cargando...

El estatuto de Jerusalén es de los más controversiales de la política mundial, y una mentalidad aldeana no contribuye, no aporta al estancado proceso de paz.

Según el plan de participación de la ONU, en la región se crearía un Estado árabe, un Estado judío y Jerusalén quedaría bajo control internacional.

Luego de la creación, en 1948, del Estado de Israel, Paraguay al igual que los demás países instaló su legación diplomática en Jerusalén.

En la década del ochenta, Israel declaró a la Ciudad Santa como su capital “eterna e indivisible”.

Ante esto, las Naciones Unidas recomendó a sus Estados miembros trasladar de la “capital en conflicto” sus legaciones; e instó a la comunidad internacional –entre ellos Paraguay– a no considerar a Jerusalén parte de ningún Estado. Es decir ni de Israel ni de Palestina, hasta que ambos alcancen un acuerdo de paz y se reconozcan sus estatus.

Las naciones acataron la solicitud. Trasladaron sus representaciones diplomáticas a la ciudad de Tel Aviv.

Más de treinta años después, volvimos al peregrinaje.

A fines de abril de este año, Horacio Cartes anunció el cambio de la sede paraguaya, en una declaración periodística, decisión que tomó por sorpresa a su mismo ministro de Exteriores, Eladio Loizaga.

Tras las publicaciones, el excanciller manifestó su desconcierto.

Un par de días después, el jefe del Ejecutivo ratificó su decisión. Ya por entonces se sospechaba que la decisión fue tomada más por un motivo personal que por una cuestión de agenda política de Estado; lo que terminó por confirmarse con la decisión en contra del nuevo gobierno electo.

Apenas dos semanas más tarde, y a menos de 48 horas de concretarse la inauguración de la embajada en Jerusalén, el entonces presidente electo Mario Abdo Benítez hablaba de “analizar con mucha madurez” la medida.

Tres meses después, Abdo Benítez juró al cargo, y luego de dos semanas, revirtió la postura de su antecesor.

Con todo esto, la Embajada paraguaya en Israel bien podría considerarse itinerante.

El contexto actual nos muestra lo complicado de alcanzar la paz en esa región, cuya respuesta no puede incluir caprichos personales.

Por ahora, hasta el mismo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lo ve complicado.

Trump, que ordenó la mudanza de la embajada estadounidense en Israel, desde Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo que esta es la capital israelí, consideró recientemente que un acuerdo israelo-palestino “es quizás muy difícil de concluir”.

Las discusiones por la capitalidad de Jerusalén llevan tantos años que el hacer una revisión histórica nos llevaría hasta más o menos la creación misma del mundo.

¿Israel considera a la Ciudad Santa como su capital? Sí, por razones religiosas y políticas. Lo sostienen desde hace 3.000 años.

Palestina, con una población mayoritariamente musulmana, reclama Jerusalén como capital de su futuro Estado. Al igual que los israelíes, para los palestinos la ciudad en disputa también tiene un precepto religioso bajo el argumento de que la Explanada de las Mezquitas es el lugar desde donde el profeta Mahoma subió al cielo.

Y no iba a ser –salvo designios fortuitos– precisamente Paraguay el que les resuelva este diferendo.

La falta total de una política de Estado que defina las directrices de las relaciones internacionales de Paraguay, y que trascienda gobiernos, constriñe al país y lo condena a una mediterraneidad política y nos impide posicionarnos como actor importante en la escena mundial.

viviana@abc.com.py

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...