Víctimas de su miedo

Como solemos decir, cuando la propuesta es austera en general, ya sea en el terreno propio o el enemigo, el no haber recibido el temido gol del visitante no plasma garantías para la definición de la serie.

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Y si no pregúntenle a Libertad, que inmerso en sus propios temores desde aquel tempranero gol de Tacuara en el Defensores, terminó encerrado en ellos hasta darse cuenta de que estaba perdiendo en la serie.

Porque la revancha en Avellaneda tuvo todos los ingredientes que pensábamos, cincuenta mil hinchas sedientos por revalidar sus viejas glorias, un equipo que desde su distribución táctica salió a buscar desde el inicio la clasificación, y un conjunto, el de Fernando Jubero, que salió a encerrarse con la única ambición de mantener el cero en su arco, algo que fue una burbuja débil y volátil.

Jubero tiene dos ciclos bien diferentes en su condición de entrenador, el de la audacia y apuesta a lo grande en Guaraní y su primer ciclo en Olimpia, y el de sus temores y conservadurismo en su segunda etapa en Para Uno y su estadía entera en Tuyucuá.

Libertad salió temeroso a la caldera del diablo y así le fue, un 3 a 1 abajo del que ni siquiera fue rescatado por el gol de Lucena, sobrepasado ampliamente por un fútbol mucho más dinámico y con cinco jugadores en el fondo que fracasaron en su misión de cerrar caminos, con una actuación más que olvidable de Luis Cardozo y el Chano Candia.

Libertad fue un despropósito en la etapa inicial y en la segunda salió a plantar bandera, Alan Benítez de volante, línea de cuatro en el fondo, Recalde más cerca de Sasá y Alcaraz como comandante de la prioritaria misión de meter el gol que clasifique.

El Gumarelo infundió miedo y esa caldera con increíble aliento se volvió un freezer lleno de hinchas que miraban a otro lado cada vez que los nuestros buscaban el área roja con la pelota parada.

Avellaneda ya no festejaba, sino contaba los minutos ante un equipo que arremetía desde la guapeza y determinación, con Antolín y Cardozo Lucena como estandartes de esos ingredientes ausentes en el período inicial y el partido de ida ante un conjunto que juega muy bien al fútbol.

Lo del Guma en la complementaria fue irreprochable, pero altamente cuestionable en el resto de la serie, aún seguimos con ganas de gritar como gol el tiro de Salcedo sobre el final, por encima de una marea roja que eligió no ver el desenlace de la jugada, en un estadio repleto en el que el temor sobre el final fue el factor dominante.

Ese temor, ese miedo que lamentablemente fue el argumento de Jubero, un argumento que había sido exitoso en aquel juego con Racing, a pasos de la caldera del diablo, pero que esta vez no alcanzó, porque los “repollos” fueron víctimas de su propio miedo, frustrando una vez más la posibilidad de llegar a su primera final.

federico.arias@abc.com.py

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