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Sin embargo, la situación no solo es responsabilidad del Estado. En esta ciudad existe un grupo de médicos que siempre se ha resistido a las reglas del Ministerio de Salud, implementadas con la intención de optimizar su servicio a la población. No les gusta el control, hacen sus guardias según su conveniencia y, en forma general, demuestran muy poco respeto hacia el patrón Estado.
Nadie desconoce el mérito de los médicos que se desenvuelven en medio de la precariedad de un hospital público, sobre todo de aquellos que prestan sus servicios en lugares muy alejados de la capital. Tampoco se desconoce la virtud de ser un profesional.
Por otro lado, deberían observar el aspecto positivo de ser médico en el Paraguay. No tendrán los privilegios que tienen los parlamentarios, pero tampoco viven en medio de necesidades y limitaciones, gracias a un jugoso salario que casi todos se aseguran del Estado.
Lastimosamente, muchos médicos tienen un gran apego al salario que percibe del Estado, pero no a su responsabilidad con el servicio público. Pretenden muchas veces asistir lo más rápido posible, justificarse e irse a sus clínicas privadas para atender a otros pacientes.
Allí es todo diferente: son más amistosos, el buen humor es constante y la paciencia rebasa.
Ni siquiera se les pide que sean unos médicos patriotas y que dejen todo por la salud pública. Pero así como tienen asegurados sus millones del Estado, que al menos trabajen y sirvan a la gente en la misma proporción, respetando la dignidad humana de sus pacientes y las reglas de trabajo que, como cualquier otro patrón, el Estado tiene derecho de exigirles.
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