Vuelta a los tiempos de discusión política

En la actual administración de Gobierno, el debate político –léase la discusión entre los políticos– vuelve a ocupar tiempo y espacio, luego de la experiencia cartista en la que tuvieron preeminencia técnicos y burócratas, encabezados por un presidente que bajaba línea sin someter mayormente a discusión las decisiones, más allá de un círculo cerrado de asesores.

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Este retorno de los políticos no es intrínsecamente malo o bueno. Es, sobre todo, un dato de la realidad.

En esta lógica, el Parlamento, especialmente la Cámara de Senadores, a quien la Constitución da las atribuciones institucionales más importantes, ocupa el centro de la escena y allí concurren los actores políticos y representantes de las instituciones con una regularidad que no existía anteriormente.

A diferencia de antes, el Poder Ejecutivo no ha remitido al principio de su mandato grandes proyectos de ley que den la imagen de que habrá una suerte de cambio de época.

Esta decisión tiene que ver, en parte, con su slogan de la campaña electoral de la recuperación de la institucionalidad en el país y también con la necesidad de dar una imagen de estabilidad.

La residencia presidencial, Mburuvicha Róga, es otro espacio que cobra ahora importancia como lugar de discusión política.

Durante el periodo anterior, también los políticos colorados y opositores pasaban por esa residencia pero era sobre todo para hacer pedidos, recibir instrucciones y bajadas de línea. El estilo de Cartes era, evidentemente, la de un patrón que ordena.

En estos días, por ejemplo, extraña a los mismos dirigentes colorados que en dos reuniones seguidas de la bancada oficialista con el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, para discutir sobre juicios políticos y vacancias en la Corte, no hayan concluido con ninguna directiva concreta.

Esto es lo que hace que algunos dirigentes consideren que Abdo Benítez “no manda”, en lo que sería una concepción del poder como instrumento de imposición.

Otra cuestión que diferencia a esta administración con la anterior es que muchos actores políticos parecen tener vuelo y planes propios. Se enfrentan entre ellos, pero la disputa no parece afectar directamente al mandatario.

El presidente de ahora, en contraste a su antecesor, proviene netamente del ámbito político y se mueve con la lógica del intercambio de “favores”. Tan arraigada es esa predisposición que en los últimos tiempos evita dar definiciones sobre cargos para no tener que “pagar” posteriormente.

Dicho de otra manera: el mandatario opera para que sea elegido el candidato que él desea para la Corte, pero sin hacerlo evidente, para que no le pidan algo a cambio.

En la cuestión del juicio político al contralor general de la República, ante la actitud de respaldo asumido por la bancada liberal llanista y las dudas de algunos senadores colorados, el presidente opta por permanecer prescindente. Igual hace, en el caso del miembro de la Corte César Garay, sobre el cual surgen dudas de la contundencia de las acusaciones en su contra.

En ambos casos, dejará en manos de la mayoría la decisión de crear o no las vacancias en esos dos organismos

Su actitud, tal vez, tenga que ver con el hecho de que, luego de asumir su cargo el año pasado, debió pagar varios favores de la campaña electoral y no le parece conveniente seguir haciéndolo, para la imagen que quiere dar.

Ese dejar hacer de Abdo puede, a mediano y largo plazo, resucitar a algunos actores políticos que ahora parecen estar postrados. Dependerá también de los logros de gestión que pueda exhibir y del desgaste que sufra en el camino.

mcaceres@abc.com.py

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