Ya lo dijo Sarkozy

MADRID. Y París, ¿siempre seguirá siendo París? En tan solo un año, el socialista presidente francés, Francois Hollande, ha hecho flaquear una verdad admitida desde hace siglos.

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A principios de enero, el economista liberal Guy Sorman lo advirtió: “La política económica de Hollande sume al país en la recesión y el desempleo”.

Un destino, según el filósofo y columnista francés, que es el resultado “de la incomprensión total por parte de los dirigentes socialistas franceses de los principios elementales de la economía real”.

Pero el problema, aparentemente, no es solo de los “socialistas franceses”.

Mucho antes que Sorman lo había anticipado el exmandatario galo Nicolas Sarkozy, quien decía que Hollande era como José Luis Rodríguez Zapatero. Antes de votarlo, fíjense en los resultados de la política del gobierno socialista español, les advertía, palabras más palabras menos, a los votantes franceses.

Tras un año de gestión, la popularidad de Hollande cayó al 27%. Lo que subió fue el desempleo a casi el 11% ( 10,6%), el mayor guarismo en los últimos 16 años.

Y, mientras entre un 72% y un 75% de los franceses “desconfían” de su Presidente, cada vez son más los que comienzan a simpatizar con la derecha radical del Frente Popular comandado por Marine Le Pen. Jamás soñó su papá que la nena iba a llegar a tanto. ¿Pero quién se imaginaba que Hollande iba a llegar al Eliseo?

Pero llegó, y con grandes expectativas, dentro y fuera de fronteras. Era el hombre que, de una vez y por todas, iba a hacer lo que se tenía que hacer: quitar a los ricos para darle a los pobres y frenar a la prepotente Alemania, culpable de todos los males que aquejan a ciudadanos de varios países miembros de la comunidad. El problema fue que los ricos comenzaron a emigrar a Bélgica y aumentaron los desocupados.

Y esto sin contar lo que está por venir, porque el Gobierno francés debe encarar una serie de medidas nada populares, como reducir la ayuda pública, las pensiones y otro tipo de compensaciones a las familias, así como subsidios destinados a los jóvenes, como única forma de cumplir con las imposiciones de Bruselas con respecto al déficit que Francia debe conseguir en los próximos dos años.

No se requiere ser adivino para augurar que el descontento social va a acrecentarse.

En cuanto a lo de Alemania, lo que ha conseguido Hollande es complicar el diálogo entre los dos países claves de la Comunidad Europea.

Quizás no ha llegado el extremo señalado por los liberales alemanes en el sentido de que “Francia ya ni está en condiciones de mirar a Alemania a la altura de los ojos”, pero sin duda tampoco está en una posición que le permita “exigir” o imponer cambios a Merkel, como sueña o imagina el sector más radical del socialismo francés.

Es que no hay que escarbar mucho: todo se enmarca en “la incomprensión total” de los principios elementales de la economía real que padecen el socialismo francés (señalado por Sorman) y el español (que advertía por su lado Sarkozy, sin lograr persuadir de ello a sus conciudadanos).

Gobernar presenta ese problema, y es que se sabe a ciencia cierta cuánta es la plata que hay en el cajón.

Del otro lado del mostrador es mucho más fácil, como lo prueba el caso del líder del PSOE, Pérez Rubalcaba, quien en un año, desde que pasó a la oposición, ha presentado casi media docena de soluciones milagrosas para superar la desocupación, el déficit, el problema de la vivienda y el desahucio y la seguridad.

Lo que nadie se explica es por qué todo eso no lo hizo mientras fue la mano derecha y hombre fuerte del gobierno de Rodríguez Zapatero, dejando que la crisis atrapara a España y los socialistas sufrieran el rechazo de la mayoría de los españoles.

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