“A la violencia se la combate con el abrazo”

El columnista del diario The New York Times David Brooks publicó con gran destaque su experiencia. Se trata del caso del italiano Erasmo Figini y su esposa Serena que un día, hace 30 años, convirtieron su casa en un hogar para niños y jóvenes desamparados o procedentes de familias destruidas. Figini, un diseñador del norte de Italia, estuvo fugazmente por Asunción y en esta entrevista asegura que a la violencia se combate con el abrazo.

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–¿Qué le indujo a usted y su esposa a adoptar niños abandonados o distanciados de sus familias en Italia?

–Todo empezó casualmente, como todas las cosas que nos pasan en la vida. Mi hermano Innocente, que es médico en Como (ciudad al norte de Italia situada a 50 km de Milán) me comentó un caso que era muy sensible para el personal médico y paramédico en el hospital donde trabajaba. Había un bebé con sida. Su mamá estaba convaleciente en estado terminal. Decidimos tenerlo en casa. Eso fue en el año 86. En esa época yo frecuentaba la Iglesia. Mi matrimonio estaba en crisis. Iba a ver a un sacerdote muy conocido y muy popular de la época. Se llama Luigi Giusanni. Mucha gente asistía a sus sermones. Tenía una consigna: “buscar la belleza en la realidad cotidiana”.

–¿Cuántos años tenía usted entonces? 

–Tenía 36 años. No le veía sentido a la vida que me había dado todo. Me imagino que a muchos les pasa en algún momento de su existencia. Detrás de ese niño que adoptamos llegaron otros. Viven en un complejo que llamamos Cometa. Somos cinco parejas adultas que nos encargamos de ellos y muchas veces hay hasta 40 niños sentados para la cena alrededor de la mesa que tiene forma de U. Serena, mi esposa, al principio tenía miedo de atender a los niños con discapacidad, pero aprendió pronto con un bebé que causó toda una revolución y pasó a ser el corazón de la familia...

–¿Cuál es su profesión?

–Soy diseñador, decorador de hogares (uno de los más conocidos del norte de Italia). Y bueno, vivía distanciado de todo y de todos. Mi esposa entendió que tal vez el niño podía revitalizar nuestra relación y fue así. La nueva experiencia nos sacudió. Nos cambió totalmente. Lo mismo pasó con mi hermano y su esposa. Nos dimos cuenta de que la vida tenía más sentido y más intensidad desde que nos pusimos al servicio de estos niños. Comenzamos un programa después de la escuela, que ahora alberga a 130 niños y una escuela secundaria vocacional para 450 estudiantes para evitar la deserción escolar. Cuenta con instalaciones para trabajar la madera, un centro de orientación para padres, un centro de salud y un café. También se capacita a los estudiantes en administración hotelera. Son muchas las necesidades de los niños y adolescentes abandonados o marginados de familias divididas.

–¿Se dedican enteramente a cuidar niños?

–Lo que hacemos es una actividad paralela a nuestro trabajo.

–¿Qué son: huérfanos, abandonados?

––Hay enfermos violentados, abandonados. Hay niños que el tribunal del menor decide apartarlos de sus padres por culpa de la violencia. Tenemos decenas de niños enviados por los tribunales de menores, pertenecientes a familias problemáticas. Además hay 137 niños que van a la escuela y que vienen a nuestra casa a almorzar y a recibir apoyo y refuerzo en el estudio. En el complejo de 450 estudiantes se enseñan habilidades en tejidos, carpintería y hotelería. Los que abandonaron el bachillerato son entrenados en una actividad alternativa. Hacen artesanía o son acogidos por pequeñas empresas para trabajar a la mañana. A la tarde vienen a estudiar con nosotros. Muchísimas empresas colaboran para darles trabajo a nuestros jóvenes. Nació inclusive una sociedad deportiva y les damos asistencia a sus familias con sicólogos, médicos y siquiatras. Varios de nuestros huéspedes son niños y jóvenes con Sindrome de Down y otros de capacidades diferentes. Tratamos de sacar el talento que tiene cada uno poniendo la tecnología a su servicio y no al revés como suele ser: “el hombre al servicio de la tecnología”.

–¿El Estado acaso no tiene instituciones para hacer ese trabajo?

–Claro que el Estado está en condiciones de hacer este trabajo. Lo que no puede hacer es darles afecto a estos niños, hacerlos sentir que están en familia. Por eso es que la institución del Estado encargada de proteger a los niños nos pide que continuemos con esta misión. Usted no se imagina la cantidad de niños y jóvenes que viven en medio de familias conflictivas o separadas, que no conocen la experiencia de un abrazo, de palabras de aliento, de compartir su pensamiento, su sentimiento, su confianza.

–¿Cómo se soporta todo eso? Niños de diferentes estratos, con antecedentes de violencia, discapacitados...

–Hay que levantarse temprano a hacer el desayuno. Hay que controlar la limpieza, el baño, la escuela. Nosotros les ofrecemos un ambiente limpio, ordenado, decorado, con jardines bien cuidados. Partimos de esa filosofía de vida que enseña el padre Giussani que dice: “La belleza educa”. Varios ya se casaron y se fueron. Hicieron su vida...

–“La belleza educa”. ¿Qué significa?

–El ambiente es fundamental para buscar una vida mejor. Les hacemos ver que uno está en condiciones de cambiar, en un ambiente de confraternidad, orden, solidaridad, ayuda mutua, tolerancia. Antes, en su casa eran maltratados desde el amanecer al anochecer, verbal y físicamente. En nuestra fundación se sienten tranquilos, cómodos, atendidos. Si alguien rompe algo, se repone. Si se descompone un juguete lo reparamos. Se trata de mantener el orden, la limpieza, los jardines bien cuidados. Enseñamos que todo se puede recuperar. Las personas se pueden recuperar...

–¿Por qué el nombre de Cometa?

–Necesitábamos hacer una fundación y teníamos que ponerle un nombre. Pensamos en la Estrella de Belén, el cometa que indicó el lugar donde nacería el Salvador del Mundo, el lugar de la verdad, el lugar de los pastores de donde salió el niño que vino a salvar el mundo...

–¿Hay otros que hacen este mismo trabajo?

–No sé. Esta es una iniciativa nuestra que ni siquiera fue planeada por nosotros. La gente, en general –así como fuimos nosotros al principio– es indiferente, insensible ante la precariedad que viven muchos niños y jóvenes. Es difícil pasarles la mano o preguntarles si les va bien...

–Si en Italia, un país muy desarrollado, hay abandonados y carentes de atención, qué será en nuestros países de América Latina, en Paraguay...

–El hombre tendría que darse cuenta de que en medio de la miseria se puede encontrar una flor. Desafortunadamente, pocos se dan cuenta de que es posible. Entonces, tenemos que reeducar nuestra sensibilidad para alcanzar ese misterio que tenemos escondido en nuestros corazones.

–¿Cómo los controla? Debe haber jóvenes en edad rebelde, con conductas diferentes...

–Con esta experiencia yo aprendí que en la vida gana aquel que sabe abrazar más fuerte. Eso nos cuesta hacer en la vida cotidiana. Nos cuesta abrazar a nuestros hijos. Una vez, uno de los chicos reaccionó en forma muy violenta en mi contra. Por poco me mata...

–¿De cuántos años? 

–Tenía 17.

–¿Cómo fue? ¿Cómo lo detuvo?

–Ahí experimenté eso que le dije, que quien abraza más fuerte gana. En el momento en que aflora el odio, la rabia de alguien que experimentó tanta violencia en su vida anterior, es muy importante el abrazo. Me di cuenta de que el chico pasó por un momento de locura. Lo resolví con paciencia, conversando, demostrándole mi cariño. Me rompió dos costillas. Fue en una riña con otro chico. Me puse en el medio y me pegó a mí. Son cosas que suceden. Es una prueba de la intensidad de nuestras vidas, la oportunidad que nos da Dios para abrirnos a seres humanos que antes eran extraños para nosotros. Somos conscientes de que en el mundo hay un deterioro cada vez más importante de la familia como ente aglutinador de sus miembros. Tenemos una sociedad que deja un tendal de millones de niños distanciados de cualquier experiencia de un hogar lleno de amor. En sus casas, muchos de los que están con nosotros estaban acostumbrados a levantarse entre improperios y golpes de sus padres, con gritos tal como: “Levantate pedazo de haragán”. En Cometa sin embargo se sienten bienvenidos y apreciados. Se sienten importantes. Ellos vienen de un mundo de desconfianza y traición. En nuestra fundación se encuentran con un nivel de hospitalidad que les desconcierta. Uno de nuestros lemas que tomamos del padre Giussani es: “La realidad no te defraudará. La vida en última instancia es hermosa”.

–¿Su experiencia se puede repetir en países como Paraguay? Hay que ser una especie de cura para eso...

–Tengo una señora maravillosa que me ayuda a hacer esto. Mi miedo era perder mi trabajo y perder también la relación con mi esposa. Cuando nos casamos recién nos dijimos: “vamos a estar juntos hasta que nos cansemos, y después cada uno por su lado”. De eso hace 40 años. Hoy seguimos juntos y ni se nos ocurre pensar estar lejos el uno del otro. La realidad nos necesita unidos.

–¿Cuál es el mensaje final que quiere dejar para la gente?

–Que cada ser individual tiene derecho a una familia. La familia es el corazón del hombre. Es el lugar primario de su formación. Lamentablemente hay miles y miles de niños que no pueden disfrutar de su familia. Nosotros queremos darles una familia a los que están en nuestro entorno. Queremos que experimenten una verdadera vida en familia. Hay muchas familias alejadas. La vida no retrocede y estos chicos no van a volver a tener una porque la de su origen les falló. Quedó destruida. Nos conforta ver cómo les cambia el ambiente de confraternización, de solidaridad, de lo que transmite un abrazo. Su vida cotidiana está ligada a nuestro hogar. Usted tiene que ver cómo

se despiertan los talentos de cada uno.

–El método Cometa...

–Muchos de ellos ya no quieren volver a su lugar de origen porque su ambiente –muchas veces de drogadicción, promiscuidad y violencia– no ha cambiado. Algunos se fueron pero decidieron volver con nosotros porque ya no pueden vivir como lo hacían antes.

holazar@abc.com.py

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