“Nos persigue la oligarquía paraguaya corrupta y narcotraficante”, es parte del exabrupto del presidente venezolano, Nicolás Maduro, contra Paraguay. Estas palabras motivaron a la Cancillería nacional a convocar el 4 de agosto pasado al ministro consejero interino de la Embajada venezolana en Asunción, Fritz Petersen, a quien se le transmitió el “desagrado” y el “rechazo”.
Al día siguiente, el 5 de agosto, el Gobierno paraguayo llamó a consulta al embajador en Caracas, Enrique Jara Ocampos, lo que implicó de hecho el enfriamiento de las relaciones diplomáticas con Venezuela.
El Gobierno paraguayo ratificó el 19 de agosto pasado que está disconforme por los exabruptos de Maduro y procedió oficialmente al congelamiento total de las relaciones diplomáticas.
El canciller nacional, Eladio Loizaga, afirmó que por el momento no va a regresar el embajador Jara a Caracas y la actitud en el campo multilateral seguirá “siendo la misma, y si es necesario, más fuerte va a ser”.
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Ante una consulta sobre si el embajador paraguayo en Asunción regresará a Caracas a reasumir sus funciones, Loizaga respondió: “Primero la disconformidad total con los exabruptos y segundo el congelamiento total de las relaciones”.
A la crisis bilateral con Caracas se agrega la situación del Mercosur, que pasa por una grave crisis institucional sin precedentes en sus 25 años de vida.
El Gobierno de Venezuela se niega a incorporar unos 120 acuerdos y normativas en su proceso de adhesión como socio pleno de derecho en el Mercosur, y si no lo hace antes del 1 de diciembre, “quedará fuera” del bloque regional.
