“Es difícil ser mujer en el Paraguay…”

Dolores Elizabeth Castellano es la médica que se encargó de la niña violada que dio a luz a los 11 años, caso que tuvo una repercusión mundial por sus connotaciones. Más que declamaciones, en esta entrevista, en coincidencia con la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la profesional reflexiona sobre este y otros hechos concretos de violencia, discriminación e impunidad que se abaten sobre las mujeres.

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–¿Desde hace cuánto dedica su tiempo a estos conflictos que afectan a las niñas y adolescentes? 

–Hace como 30 años. Soy la encargada del servicio de adolescentes, hasta 19 años, en el Hospital de la Cruz Roja. También atiendo en mi consultorio. Hago ginecología infanto-juvenil, no solamente lo que tiene que ver con la obstetricia. Atendemos la parte social y judicial de las niñas del Hogar de Adolescentes. Soy médica, aparte magister en Educación Superior y magister en Atención Infanto-juvenil. Estoy preparando una tesis sobre “Período intergenésico corto en adolescentes”… 

–¿Qué es? 

–Es el embarazo adolescente y cuánto tiempo pasa para que ella se vuelva a embarazar otra vez. En el 26% de los casos se vuelve a embarazar antes de los dos años. Es un porcentaje bastante alto. El embarazo adolescente le condena a la mujer a vivir con una instrucción educativa mínima. Es casi imposible pretender que consiga un trabajo.

–¿A qué se dedica la mayoría después de su trauma? 

–El 70% son empleadas domésticas. Además de trabajar le tiene que prestar atención a su segundo hijo.

–Hubo mucha controversia por el caso aquel del embarazo de la niña de 11 años (2015) violada por el padrastro. Unos querían que aborte, el Estado dijo que no… 

–Por experiencia siempre digo que un aborto es mucho más perjudicial en todo sentido. Lo que hay que castigar es el abuso, no el embarazo.

–¿Cómo quedó la niña? 

–Le hicimos un seguimiento hasta dos años, como estaba en el proyecto, pero yo particularmente sigo en contacto con la adolescente, ya no tan frecuente como antes. Hay que reconocer que la madre siempre le sirvió de apoyo. Gusten o no nos gusten ciertas conductas de la madre, es la que finalmente le sirvió de apoyo a la niña que también tiene un amor muy especial hacia su hija. La nena que nació es divina, hermosa. Le cuida muy bien.

–¿Qué recuerdos le trae? 

–Fueron muchas emociones. Impresiona aun cuando una haya tenido la experiencia de ser madre. La familia estaba muy unida a mí. Ella es muy pequeña. No pasaba desapercibida. Cuando me abrazaba y yo sentía su pancita, a veces me invadía un odio hacia el que hizo eso. Lastimosamente esto pasa todos los días.

–Y ¿la evolución sicológica? 

–No sabría decir… Resulta que ella volvió al seno familiar. Lo ideal hubiese sido abandonar la comunidad donde la violentaron, iniciar una nueva vida, sin responsabilidad, porque a los 11 años nadie puede tener responsabilidad todavía. En Chile tienen una linda experiencia a través del Centro de Medicina de Reproducción para Adolescentes (Cemera). En ese lugar, las niñas adolescentes dan a luz y se les envía a otro lugar con sus tutores. El Estado le solventa hasta los 18 años y más. A la que nace ni siquiera se le anota como hija de la adolescente sino de la madre o de la persona responsable que se queda con ella. Así se le da una oportunidad de rehacer en forma su vida.

–Y ¿el padrastro? 

–El padrastro está en la cárcel, y va a continuar ahí por largos años más. Yo participé en el juicio oral. Le dieron entre 12 y 13 años. Lo que preocupa es que ella volvió a su entorno. Me dijo que reanudó sus estudios. Era muy dedicada… 

–Hoy tendrá como 14… 

–Sí 

–¿Siempre los victimarios son padrastros? 

–En este momento tengo niñas entre 11 y 13 años. Los autores son todos padrastros y están presos. Tengo un caso en que el autor es el hermano. La mamá le defiende al hermano. “Ella tenía luego su chico’i por ahí. Mi hija le acusa a su hermano y él a mí me ayuda acá…”, me dice. Es un típico caso de las madres descuidadas.

–La indignación empuja a la gente a decir que hay que abortar.

–Yo estuve en un evento científico en Costa Rica y me buscó hasta CNN para preguntarme sobre el caso. Yo me mantengo y me baso en mi experiencia de 30 años. Un aborto a esa edad no es el camino. Produce un daño inmenso. Hace poco se me acercó una mujer menor de 30 años y me abrazó con mucho cariño. Fue interna del Hogar (de Adolescentes). Me dijo quién era. Me contó que su hija ya tiene 16 años, misma edad de mi hija. Me dijo que ella trabaja y que salió adelante, sola. Son cosas que a una le llenan de satisfacción.

–Y después está el contraste… 

–Los casos son muy parecidos. La otra vez golpeó la ventanilla de mi auto una niña de la calle. Le miré y era una adolescente que estuvo en el hogar hace dos o tres años. Era de la calle y volvió a la calle. Le pregunté: “¿Y tu nene?”. “Se quedó con mi mamá”, me dijo. Ella estaba con un grupo de chicos de la calle y, por su aspecto, casi diría que estaba embarazada otra vez… 

–¿Esa es la constante? 

–La vuelta al mismo ambiente es una constante bastante alta. Lo triste, a veces, es ver esto. Terminan de nuevo en la calle.

–El Estado no puede… 

–La experiencia de Chile es muy buena. Yo estuve ahí. Ahí trabajamos con niñas embarazadas y estaba esa opción de salir de su ambiente. Volver es como regresar al pozo. En cambio, los resultados son muy buenos si cambian de ambiente. En Chile, si la niña es de Santiago, se le envía a Puerto Montt, por dar un ejemplo. Se les da un sueldito, una casa, se va al colegio, estudia.

–Hay que alejarlas de sus familiares… 

–Lo que más le pesa a la niña es que le señalen: “esta es la que tuvo su bebé después de un abuso…”.

–¿No le afecta ser alejada? 

–No, porque su núcleo familiar es el que le hizo el daño. El porcentaje más alto de abuso parte de los propios familiares. El padrastro es el que ocupa el primer lugar siempre. Pueden ser los tíos, los hermanos, o los mismos padres biológicos.

–¿Qué de cierto hay de que las cesáreas se constituyen en otro limitante importante para buscar la equidad de la mujer? 

–Naciones Unidas dice que no debe haber más de 15% de cesáreas. Nosotros estamos entre 50 y 60%.

–¿Por qué hay tantas? 

–Hay que reconocer que es alarmante el porcentaje. Cada año aumenta más. Cuando yo hacía residencia en el hospital no había más de 19%. En general, son malos controles prenatales de pacientes que vienen de centros hospitalarios referentes, con nueve meses, con patología. Muchas veces no se cuenta con datos de la paciente. Después está la presión que recibe el médico.

–¿De la madre? 

–De la madre. Hay pacientes que al entrar al consultorio ya advierten: “Yo no quiero tener parto normal. Quiero operarme”, dice. Entonces, cualquier alteración aunque sea mínima ya va sobre la responsabilidad médica.

–¿Los seguros privados no pagan acaso más a los médicos por practicar cesárea? 

–No. Eso no es cierto. Se paga lo mismo. Yo casualmente soy la encargada de todos los casos que suceden en mi hospital. Los lunes conversamos con los médicos residentes. Analizamos por qué hay que operar. Buscamos evitar la primera cesárea que es lo que le marca a la mujer. Muchos factores predisponen para que vayan a cesárea.

–¿Quién infunde ese temor a la madre? 

–Es la comunidad. El médico no le va a decir. Muchas veces viene a iniciativa de la paciente, incluso hasta con una firma de la fiscalía.

–¿Qué argumentan? 

–Ella le cree más a la vecina, a la comadre, que al médico. En un hospital escuela es un deber enseñar a los médicos en formación a tener paciencia, a buscar la vía natural como es el parto. La cesárea aumenta el riesgo de morbilidad materna. Puede tener placenta previa, puede llevarle a una muerte materna. Es muy diferente al parto normal o vaginal.

–¿Cómo se puede reducir esa práctica? 

–Hay charlas educativas para las madres sobre los beneficios del trabajo de parto. Finalmente, lo ideal es que salga en buenas condiciones, y con su recién nacido en brazos. Conste que antes, la mujer con cesárea se quedaba cuatro o cinco días internada. Hoy puede retirarse al día siguiente. Es como un parto normal.

–No es fácil esto de buscar la equidad de la mujer con estos padecimientos, hablando del Día Internacional de la Mujer. 

–La mujer en nuestra sociedad es la cabeza de familia. Entonces necesitamos tener a una mamá sana, fuerte, para que tenga bien a sus hijos. De estas cosas hay que hablar en la casa y tratar de posponer lo más posible la primera relación sexual, no solo por los embarazos sino por la existencia de cuadros cada vez más preocupantes de enfermedades de transmisión sexual. Las niñas comienzan a tener relaciones a los 11, 12 años cuando las células cervicales están aún inmaduras. Entonces, adquieren enfermedades que les van a marcar para toda la vida: Sida, HPP (papiloma virus humano), sífilis...

–¿Sífilis existe todavía? 

–Por supuesto que existe. Se detecta a tiempo con el primer examen prenatal. Hoy la sífilis es curable cien por ciento. Pero hay otras enfermedades que son incurables, como el herpes virus por ejemplo. De todo esto hay que hablar en los colegios.

–¿Hay vacunas para eso? 

–Hay. Contra la hepatitis sexual, en el Ministerio (de Salud) es gratis, hasta los domingos atienden. Los que enseñan salud en el colegio tienen que remarcar la importancia que tiene vacunarse. Insisto en que no hay que tener miedo de hablar con los hijos. A veces nos cuesta, pero hay que hablar y ser directo. La educación es la base de todo. Es difícil ser mujer en el Paraguay. ¿Quién les hace seguimiento a esas niñas abusadas? Criticamos pero hasta ahí nomás. La gente no quiere involucrarse porque hubo violación o abuso. Tampoco se tiene que dejar toda la responsabilidad en manos del Estado. La misma comunidad tiene que preocuparse. Lastimosamente a veces, somos las mismas mujeres las que más criticamos otra vez. Es algo raro pero es así. Las madres tienen que abrir los ojos. Hay madres que tienen a dos o tres de sus hijas abusadas y están a merced del tipo que está ahí desocupado sin hacer nada. Son las madres descuidadas… 

holazar@abc.com.py

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