Unos 3.000 pobladores y militantes de la oposición contestataria, cuya actividad pública estaba prohibida, desafiaron al Gobierno y llevaron adelante un acto político que sorprendió a los agentes de la represión.
La cita fue en la casa de la familia Galeano, de Alfonso Loma.
Lo que aparentaba ser una reunión social –el ganadero Enrique Riera (militaba en el Mopoco) había mandado faenar cinco novillos– se convirtió enseguida en un acto de protesta.
Batalla campal
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Los opositores reclamaron en el mitin la reapertura de nuestro diario, clausurado el 22 de marzo de 1984, y tras los primeros discursos, los policías se abalanzaron sobre los manifestantes y organizadores, los hermanos Hermes Rafael y Miguel Abdón Saguier, entre otros, desembocando los incidentes en una feroz batalla campal.
Por primera vez en la historia de la larga dictadura, un sinnúmero de uniformados y garroteros de civil resultaron con contusiones diversas. Acostumbrados a manejar a las masas con el miedo, en aquella ocasión les fue imposible controlar la reacción de los numerosos presentes.
Su propia medicina
“Fue la primera vez que los represores probaron su propia medicina”, comentó ayer con ironía Ángel “Iko” Ayala Balmori, uno de los protagonistas de la manifestación.
Militaba en el movimiento Movilización Popular para el Cambio perteneciente al entonces proscripto Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), liderado por su actual presidente, Miguel Abdón Saguier.
Rebasados por la muchedumbre, los agentes del régimen realizaron varios disparos para dispersar al público. “Encontramos después una cantidad de vainillas servidas. Por suerte no murió nadie”, comentó Balmori.
100 hombres a caballo
“Entre nosotros había 100 hombres a caballo, de la compañía Río Negro. Ese día hablaron Tito Saguier, Yoyito Franco, Rambo Saguier, todos ellos presos inmediatamente después junto a Ezio Guggiari, Sánchez y una veintena de opositores.
Se contabilizaron 42 contusos, heridos e inclusive fracturados.
Una delegación de Americas Watch que se encontraba casualmente en el Paraguay para recabar informes de violaciones de los derechos humanos fue recibida por el que fuera tristemente célebre ministro del Interior Sabino Montanaro.
Dijo que los opositores detenidos fueron tomados “para su propia protección”.
“Les corrimos...”
“El acto fue planificado. Nos hartamos de esa historia de ‘la no violencia activa’, la lucha pasiva. Esta vez no corrimos. Les corrimos nosotros a ellos. Ese fue el cambio que se produjo” a partir de Alfonso Loma, apuntó Balmori.
Ante la creciente presión exterior por sus arbitrariedades, Stroessner y sus lugartenientes utilizaban la táctica de la represión salvaje y el arresto por tiempo corto, a diferencia de los sesenta y setenta.
El Estado de sitio regía en Asunción, pero se aplicaba en todo el país. Americas Watch publicó una lista de 120 presos en 1985. Las cifras se multiplicarían ese año y los siguientes hasta la caída de la dictadura stronista el 2 y 3 de febrero de 1989.
