La consigna es educar para evitar un nuevo holocausto

“Educar para evitar el próximo holocausto” es el lema de Haya Feldman, coordinadora educativa del Centro de Memoria para el Holocausto con sede en Jerusalén. La especialista, invitada por el Ministerio de Educación, puso en marcha un plan de estudio sobre el genocidio judío. En esta entrevista fundamenta por qué los estudiantes deben conocer tragedias sin precedentes como esta, provocadas por el ser humano.

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–Enseñar el holocausto a los estudiantes. ¿De qué se trata? 

–La enseñanza del holocausto judío, el episodio histórico terrible que se produjo entre 1933 y 1945 (con más de seis millones de muertes), tiene como finalidad promover la libertad, la democracia, los valores éticos, la igualdad, el respeto al prójimo, frente a la ideología nazi que se toma por objetivo el exterminio del pueblo judío y de otras minorías. Yo fui invitada por el Ministerio de Educación para transmitir una metodología de estudio, que en principio abarca materias del segundo ciclo de secundaria. Con el tiempo, en la medida de la capacitación de los docentes, iremos implementando en la primaria. Hicimos seminarios con profesores en Asunción y Ciudad del Este y vimos interés y entusiasmo. Cada profesor va a tratar de transmitir los significados del Holocausto al contexto histórico y social donde vive cada uno.

–Educar para recordar... 

–El holocausto es paradigma de genocidio. Puede formar parte de una materia específica o de varias: estudios sociales, filosofía, derechos humanos, ética, arte, hasta formar un programa interdisciplinario. Pero la enseñanza es en el sentido de vida, no de muerte.

–Hubo millones de muertes... 

–Eso lo sabemos todos. Lo que se pretende es enseñar lo que seres humanos comunes como nosotros vivieron en el pasado, una situación caótica, anormal, una deshumanización total y que aún así se aferraron a la vida para seguir adelante.

–Ocurrió en la sociedad más adelantada del mundo... 

–Y en la sociedad más occidental del mundo, la más cultural, en pleno siglo XX. No fue un terremoto, un huracán o un tsunami. Por eso es muy difícil también muchas veces comprender cómo fue humanamente posible ese genocidio. Pero, finalmente, nuestra función de educadores es transmitir la vida y no la muerte como le dije; no la morbosidad del holocausto sino la esperanza de vida, la fuerza que hay que tener para seguir adelante a pesar de las situaciones extremas que uno puede atravesar.

–Cómo se transmitiría a los estudiantes... 

–Tenemos materiales elaborados con historias de personas que estuvieron ahí. Si vamos a enseñar a alumnos de 10 años vamos a transmitir historias de niños que estuvieron ahí de 10 o 12 años. De acuerdo a la edad se le van sumando temas cada vez más difíciles. No vamos a tocar el tema del exterminio con alumnos de 10 años, pero vamos a inculcarlo a los que tienen 17 o 18 de secundaria. Necesitamos remarcar lo que es discriminación, la clasificación entre “ellos” y “nosotros”; el respetar al otro. Eso se puede educar desde los seis años inclusive. Tenemos materiales para eso. A los niños de 12 a 13 años se les puede hablar de los guetos (barrios donde eran obligados a vivir los judíos), del hambre, del hacinamiento que había durante la persecución. A partir de los 15 a 16 años se les puede hablar ya de los campos (de concentración), los campos de exterminio, los campos de trabajos forzados. Se puede hablar de Auschwitz con los adolescentes de 16 a 17 años. Se va escalando por edad fisiológica y la edad sicológica de los niños para que el niño que entra sano a un tema tan pragmático salga también sano. No queremos traumatizarlos. No queremos transmitir morbosidad. Los mensajes tienden a ayudar a recordar y educar.

–La reacción natural es olvidar los momentos de dolor... 

–Exactamente. Es lo que ocurrió con muchos de los sobrevivientes. Ellos trataban de olvidar lo que les pasó. Cuando nosotros traemos a la memoria el tema, mostramos cómo era la vida antes del holocausto; cómo los niños de 12 a 13 años eran iguales a los de hoy. Jugaban a la pelota, iban de paseo al mar, iban a fiestas, al parque, al teatro como los de hoy. Entonces, cuando llegan a ver que durante el holocausto la ideología nazi los muestra como gusanos, como cucarachas, como ratas, como no humanos, diciendo que el exterminio de este pueblo “va a ser un bien para la humanidad”, el alumno va a decir: “¿Por qué si ese otro niño es igual que yo?” “¿Cómo van a exterminarlos si son iguales que yo?” “También juegan al fútbol o van al cine, igual que yo, como cualquier ser humano”.

–A veces una historia como esa produce una natural tentativa de escabullirse. Es como una película de terror. No todos tienen el coraje de querer verla... 

–Nosotros no mostramos las cosas que producen horror. Contamos historias de las personas. Contamos cómo hicieron para seguir viviendo, los que pudieron. No mostramos los esqueletos ni las cámaras de gas. Vamos transmitiendo los mensajes por medio de la vida y no de la muerte. Tiene razón usted que en realidad alguien quiera rechazar. Los padres, los docentes están a favor porque no produce un trauma en el alumno sino un análisis de las cosas. Nos obliga a preguntar qué puedo hacer yo a mi alrededor para mejorar la calidad de vida de mis semejantes.

–Los paraguayos no quieren recordar tanto lo que pasó en la Guerra de la Triple Alianza, por ejemplo, porque fue un exterminio. ¿Cómo hacer para que la memoria absorba en forma positiva? 

–La labor del Ministerio de Educación es clave. A través de estas capacitaciones y estos seminarios se quiere lograr que también esa parte de la historia del pueblo paraguayo se estudie y no se olvide, que quede en la memoria. Eso es lo importante: mantener la memoria. Si uno sabe del pasado y no lo olvida, va a tener un presente y un futuro mejor. Los judíos podemos dar ese testimonio.

–Y los argentinos tienen esa otra historia más reciente, la de los miles de desaparecidos... 

–La dictadura. El Museo de la Memoria vinieron a prepararlo los de Yad Vashem. El equipo de Argentina se encontró con el equipo de Yad Vashem para saber cómo construir memoria. La memoria hay que construirla. Es parte de la educación. Creo que la memoria no es historia. Es algo que implica qué es el significado para mí de lo que ocurrió. La historia ya está hecha. No la puedo cambiar. Gracias a que puedo recordar por medio de la memoria, puedo quizás seguir viviendo un futuro mejor...

–A la gente no le gusta mucho venir tanto a los museos... 

–Eso lo comprendo, por eso los museos hoy en día tratan de ser más interactivos, más con las media, más con materiales que a los jóvenes les puede interesar. El Museo del Holocausto de donde yo vengo, de Jerusalén, es realmente un lugar, un centro de memoria internacional donde está todo preparado, donde realmente todos los jóvenes, los adultos, la gente viene y sale movilizada. Tiene más de un millón de visitantes por año. Aún los alumnos más traviesos, una vez que entran, se identifican, empatizan y entienden que esta es una historia distinta, diferente a otra que ha ocurrido en otra parte del mundo, sin precedentes, única, y cómo fue humanamente posible.

–Estos museos judíos están vigentes desde hace cuánto tiempo... 

–En Israel está el museo, por ley, en 1953. Se recuerda a las víctimas, a los seis millones de muertos, a los “Justos de las Naciones”...

–¿Quiénes son?

–Son personas que salvaron a judíos poniendo en peligro hasta sus vidas. Son las personas que nos dan una chispita de esperanza en el ser humano todavía. Son más de 26.000 los “Justos” de diferentes países.

–“La Lista de Schindler”... 

–Si usted vio la “Lista de Schindler“, Oscar Schindler es uno de los “Justos de las Naciones”. Para nosotros, el hecho de salvar a uno de algún peligro ya implica salvar al mundo entero. Un sobreviviente de Auschwitz, el premio Nobel Elie Wiesel, que falleció el año pasado, dijo cuando se encontró con el Papa en Jerusalén: “Lo importante es, no cuántas personas salvaste, sino preguntarse uno mismo, qué hiciste para salvar” aunque el momento sea muy difícil.

holazar@abc.com.py

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