La fe es la revolución, la respuesta a los enigmas del hombre

Alberto Savorana es un periodista italiano consagrado a promover la obra de Don Giussani, fundador del movimiento Comunión y Liberación de la Iglesia Católica. En esta entrevista, en ocasión de la presentación en Asunción de su libro “La Vida de Luigi Giussani”, Savorana se refiere al misterio milenario del cristianismo que se exterioriza en la devoción del pueblo en las fiestas religiosas como la Semana Santa.

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–¿Cuál es la clave para entender por qué permanece y crece la creencia en el cristianismo en el mundo?

–Una de las cosas que acostumbra remarcar el Papa y que Don Giussani había subrayado tantas veces es que el cristianismo no se comunica por proselitismo sino por una atracción: la atracción de la belleza de la vida cristiana.

–¿Qué significa?

–Quiere decir que la fe en el cristianismo se vuelve incomprensible y por lo tanto inútil si el hombre no toma seriamente en consideración las preguntas sobre belleza, verdad, justicia, bondad y felicidad. En este conjunto de preguntas está la naturaleza de cada hombre. Todos los seres, el que nace en Paraguay, en Brasil o en China, tienen las mismas inquietudes, el mismo corazón. Un hombre que no siente esas inquietudes no puede encontrar al cristianismo como una respuesta. ¿Por qué el cristianismo trasciende al mundo? Porque por encima de cualquier tipo de ideología, sobre cualquier cultura, pueblo o nación hay un corazón con las mismas preguntas requiriendo respuestas. En Cristo están las respuestas al hombre contemporáneo, aunque alguien se declare agnóstico o marxista. Es cuestión de participar en la vida católica para encontrar las respuestas.

–¿Quién fue Giussani?

–El era un sacerdote de Milán. Enseñaba en el seminario de la ciudad, en un liceo laico muy importante y también en la Universidad Católica. Enseñando en el liceo, en sus experiencias con los jóvenes se dio cuenta que el problema para cultivar la fe radicaba en el método. La fe tenía que ser incidente, tenía que tener incidencia en la realidad.

–¿Cuándo empezó?

–En los comienzos de los años cincuenta...

–En plena Guerra Fría...

–Sí, cuando se construían los muros ideológicos, se multiplicaban las ideas marxistas, los jóvenes se desperdigaban detrás de ellos y se alejaban poco a poco de la vida católica. Don Giussani se preocupaba de esos corazones. Estaba convencido de que por sobre las ideologías temporales hay un mismo corazón, las mismas exigencias, las mismas preguntas, los mismos deseos de buscar y encontrar a alguien, de confiar y hablar con alguien por más que esto suscite dimes y diretes o produzca reacciones negativas. Ese es el misterio, por eso rompe esquemas y siempre está vigente el cristianismo porque tiene personas como él que reavivan la fe...

–El marxismo de los años cincuenta fue una gran prueba para la religión...

–Eran tiempos de reacomodamiento después de la Segunda Guerra Mundial. Eran los tiempos del Concilio (Vaticano II). Eran los tiempos de la tentativa de la Iglesia de entrar en diálogo con el mundo, sin miedo. Hubo un discurso de Pablo VI hacia finales del Concilio de 1965. Decía que había un deseo ferviente de abrir la Iglesia al mundo, de encontrar a los hombres de nuestro tiempo, no de juzgar y condenar a los hombres. En esa línea laboraba Giussani. La experiencia tuvo sus vicisitudes. El movimiento atravesó varias crisis, algunas muy graves como la del 68...

–¿El “Mayo Francés”?

–El “Mayo Francés”, el inicio de la Contestación en Europa, en Estados Unidos pero que empezó en Milán a fines de 1967, con la ocupación de la Universidad Católica donde Giussani enseñaba. Muchos de sus jóvenes participaron de la protesta. Giussani criticó esa decisión porque él vio una suerte de traición a la inspiración inicial del movimiento. Estos jóvenes comenzaron a decir: “Estamos de acuerdo que Cristo es la fe”, “estamos de acuerdo con la Iglesia, pero aquí hay problemas sociales y nosotros tenemos que luchar por los problemas sociales”. La mitad de los jóvenes abandonó el movimiento. En 1969, el movimiento renace y toma el nombre de Comunión y Liberación.

–¿Cuál era la intención del nombre?

–Aunque todos queremos la liberación, queremos justicia, queremos una sociedad más humana pero estamos seguros de que esto debe comenzar en la comunión cristiana, la vida cristiana, en nosotros, sin romper estructuras. Giussani nos ha corregido tantas veces en los años sucesivos cada vez que pensábamos que la experiencia cristiana no era suficiente y que era necesaria otra lucha, otra forma de contestación. Como dice el papa Francisco “en la fe está la revolución, la respuesta a las preguntas del hombre”.

–¿Qué hizo objetivamente para retornar a los jóvenes?

–Por ejemplo, no hacía catecismo. Llegaba de repente al liceo con un giradiscos (vitrola) y le hacía escuchar a sus alumnos un disco de Beethoven o de Chopin. De esa forma trataba de ayudar a los jóvenes a descubrir el sentido de la belleza y la verdad. Fue un fenómeno. Reunió a su alrededor a millares de jóvenes. Así nació su movimiento que al inicio, en 1954, se llamó “Juventud estudiantil” y con el tiempo su nombre actual, hoy uno de los movimientos importantes de la Iglesia junto al Opus Dei o el Nuevo Catecumenado, Focolaridi, Renovación Carismática, entre otros.

–Es el movimiento del Papa, dicen...

–Exactamente, Don Giussani era muy católico, por lo tanto, la figura del Papa era el signo en la historia de hoy de la presencia de Cristo. Es el punto de seguridad para vivir la fe. En ese sentido no importa qué Papa es. Con Juan Pablo II tuvo una relación personal muy profunda. También fue intensa su relación con el papa Joseph Ratzinger para la orientación, la práctica y la difusión de la fe en los jóvenes. Le preguntaba siempre: “¿Es correcto lo que estamos haciendo”? Había un intercambio periódico de correspondencia con respecto a lo que él planteaba. El no tuvo la oportunidad de conocer al papa Francisco ni cuando fue arzobispo de Buenos Aires, pero lo sorprendente es que gracias a los libros que escribió, el papa Bergoglio conoció muy bien a Don Giussani.

El año pasado cuando recibió al movimiento entero en Roma, en la conmemoración de los 10 años de su muerte, Francisco inició su mensaje diciendo: “Yo le debo mucho a Don Giussani. El me hizo muy bien, como hombre y como sacerdote. A través de la lectura de su libro y sus artículos, secundariamente descubrí que el pensamiento de Don Giussani es profundamente humano porque se interesa por las grandes preguntas del hombre...”.

–Cada tanto gravitan en la Iglesia grandes líderes que no son solo papas, el belga (Joseph) Cardijn, el padre (Pedro) Arrupe...

–Cardijn era de la Acción Católica (Movimiento Obrero Católico, Juventud Obrera...), el padre Arrupe era el líder de los jesuitas... El padre Giussani dejó como sucesor al sacerdote español Julián Carrón, quien es hoy el líder del movimiento. Fue como un nuevo inicio. No fue como el fin de un proyecto que muere con el fundador y termina todo. La misión no es tanto recordar a Giussani como su idea de hacer más grande la fe cristiana. Después de 11 años de su muerte el movimiento sigue vivo y se difunde por el mundo.

–¿Cómo se atrae seguidores en un mundo cada vez más tecnológico, agnóstico y ateo?

–Hay una sola fórmula que fue muy comprobada en estos 60 años. Es testimoniar una vida de cambio, una vida diferente, sin énfasis particulares. Se difunde con éxito en la Universidad, en el mundo del trabajo, en la sociedad. Se practica la fe estudiando, trabajando, sufriendo, dando el ejemplo para que los creyentes nos sigan por las obras y no solo por las palabras.

–¿Cuántas páginas tiene el libro?

–Tiene 1.400. Hay cinco años de trabajo allí. Para serle honesto hay consultas sobre 50.000 páginas de textos de mensajes, discursos, diálogos, encuentros. Más que una biografía es una autobiografía. Es como la escena de una película de su vida, cuando enseñaba, cuando sufría. Sufrió bastante: tenía tumores y mal de Parkinson. Tenía 82 años cuando murió...

–¿Está en el proceso de canonización también?

–Es hoy Siervo de Dios y está iniciada en la Diócesis de Milán la causa de la canonización.

–¿Hay una referencia a Paraguay en el libro?

–Hay. Paraguay fue uno de los primeros países donde estuvo el movimiento después de Brasil. Paraguay estaba todavía en dictadura cuando el papa Juan Pablo II pidió en 1984 que se disemine por el mundo. El dijo: “Id por todo el mundo”. En Paraguay se llamó movimiento “Cultura y Fe”...

–¿Por qué no el nombre original?

–La palabra Comunión y Liberación eran muy ofensivas para el gobierno de entonces. Cuando empezó en Estados Unidos también fue así. Pensaron que éramos comunistas. Nosotros teníamos que repetir y recordarles que éramos católicos, no comunistas. Pero no solo teníamos problemas con la palabra “Comunión”. También había problemas con la palabra “Liberación”, por lo de la Teología de la Liberación, que también estaba en cuestión por los gobiernos duros de la época. Giussani vino en 1988 a Paraguay después de una gira por Brasil. En 1962 fue el año que partieron los primeros jóvenes evangelizadores con destino en Brasil. El fin de semana pasado se encontraron 250 responsables de América Latina en Brasil. Tratamos desde entonces de aglutinar a los jóvenes que vienen libremente y profundizan su amistad de encuentro en encuentro. Son momentos de educación y de formación cristiana. Hacemos caridad. Vamos a las villas pobres, compartimos con ellos, hacemos lo mismo con los presos. Se trata de compartir la mesa comunitaria siguiendo punto por punto el magisterio de la Iglesia para vivir la fe católica.

–¿Usted es periodista de qué medio?

–Yo dirigí la revista internacional del movimiento que se llama Huellas durante 15 años. Mis comienzos fueron en el semanario Il Sábato de Milán. Trabajé en la RAI (Radio Televisión Italiana) en Nueva York. Soy portavoz del movimiento con el líder del movimiento Don Carrón. Escribo editoriales y publicaciones sobre las actividades del movimiento. En poco tiempo más estará publicándose el primer libro de Don Carrón: “La belleza desarmada”.

–¿Son 1.400 páginas para un libro?

–No quería escribir. Viví cerca de Don Giussani 20 años, hasta su muerte en el 2005. En 2008 Don Carrón me propuso. Por ser una proposición del sucesor me puse a elaborar la obra. Era una necesidad, y ahora está en la calle.

holazar@abc.com.py

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