Las escuchas telefónicas son el terror de los mafiosos

Elisabetta Pugliese es una reconocida fiscal antimafia de Italia. En su primer viaje a Sudamérica recaló en nuestro país, donde compartió experiencias con autoridades judiciales y penitenciarias sobre el combate al crimen organizado. En esta entrevista la experta alienta el uso de las escuchas telefónicas como herramienta fundamental para condenar a los corruptos. Relata cómo Italia consiguió doblegar a la Cosa Nostra.

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–¿Su visita tiene relación con el crecimiento de la criminalidad?

–Italia está siempre pendiente del crimen transnacional que no tiene fronteras. Estoy aquí como parte de una misión de la Unión Europea. Nuestro deseo es cooperar con las autoridades judiciales de Paraguay en la gestión del sistema penitenciario.

–Se dice que las organizaciones mafiosas usan las penitenciarías como centro de entrenamiento para ir a delinquir afuera, con presos que se bautizan al estilo de las mafias de Italia, como militares...

–Es un fenómeno común en Italia y no solo en Italia con presidiarios que en la cárcel entran en contacto con elementos de esas organizaciones criminales. En Italia lo hemos tratado de combatir separando a los elementos mafiosos de los criminales comunes. La cárcel en general es un lugar de cooptación, de reclutamiento. Pasa también con los terroristas islámicos y no islámicos. Muchas veces se radicalizan en la cárcel.

–¿Por qué crece tanto a pesar de todo?

–Acontece que, en primer lugar, esta actividad de cooptación y de reclutamiento se produce fuera de la cárcel también, no solo dentro de la cárcel. En general, encuentran la forma de comunicarse de adentro hacia afuera de la cárcel, por medio de familiares o por teléfono celular. En Italia está prohibido el uso de teléfonos celulares dentro de la cárcel.

–En las cárceles en general no se permite.

–No se permite pero hay.

–¿Cómo está la lucha contra la mafia en Italia de 25 años a esta parte, desde los atentados que acabaron con la vida de esos famosos jueces (Giovanni) Falcone, (Paolo) Borsellino (en 1992)?

–En algunas regiones todavía cometen crímenes violentos. En Sicilia están la Cosa Nostra (Palermo) y opera la Ndrangheta (Calabria). La mafia pasó por una evolución muy importante. Ya no están solo en Sicilia. Se expandieron hacia el norte, donde también opera la Camorra napolitana. Se expandieron para el resto de Europa y el mundo, infiltrándose en la economía y en los negocios, en la política. Hoy es un fenómeno transnacional mucho más invisible. Nuestro objetivo hoy es agredir los bienes de los mafiosos, sus patrimonios cuando sabemos que provienen de esas actividades ilegítimas.

–¿Cuáles son las herramientas exitosas que usaron para combatir a la mafia, que puede servirnos?

–Hay normas específicas que fueron introducidas en el código penal que castiga la sola pertenencia del sujeto a una organización criminal. Eso ya es en Italia un crimen. Eso permite también que cuando el mafioso vaya a la cárcel sea objeto de un tratamiento penitenciario diferenciado. Para buscarlos y perseguirlos tenemos órganos especializados, direcciones antimafia en todo el territorio. A nivel nacional hay una dirección antimafia a la cual pertenezco, que coordina todas las actividades de investigación. Analizamos una cuantía enorme de datos e impulsamos las investigaciones.

–¿Qué es lo más importante en una investigación?

–El instrumento de investigación es muy importante. Para nosotros es un elemento fundamental la interceptación telefónica, las escuchas telefónicas. Es muy difícil para la justicia contar con testimonios o testigos o gente que delata. Hay un miedo muy grande de la ciudadanía para colaborar. (El “capo de los capos” de la mafia italiana Totó Riina –muerto en noviembre pasado– ordenó desde la cárcel el asesinato de un adolescente de 13 años. Fue secuestrado como una advertencia para que su padre no revelara información sobre la mafia. Fue estrangulado y su cuerpo, disuelto en ácido).

Entonces, poder interceptar la comunicación telefónica es fundamental para descubrir a los mafiosos. También tenemos la delación premiada. Para los delitos de la mafia es muy usada. Se premia con el descuento de la pena y un tratamiento más benigno al que delata y colabora con los investigadores.

–¿Cuál es el método más efectivo que han encontrado para enjuiciar y condenar? 

–Es difícil decir cuál es el más efectivo. Si se tiene que individualizar uno, tal vez serían los “colaboradores de justicia” como los llamamos, la delación premiada. Esto nos permite tener información de primera mano proveniente de gente que está dentro de la organización. Entonces, es imposible conseguir información sin su colaboración, información sobre los delitos que se cometieron y los que están programando cometer. Ellos nos permiten también individualizar a los jefes que muchas veces no se exponen en primera persona para cometer crímenes. Estos mandan hacer. La información nos ayuda también a tener información sobre cuáles son los bienes y los patrimonios. Solo los delatores lo pueden decir.

–Después de la razzia antimafiosa de los noventa (jueces liderados por Falcone condenaron a más de 350 grandes mafiosos), ¿se redujo su influencia?

–La guerra continúa en otros frentes, con otras modalidades porque el fenómeno mafioso siempre va en constante evolución. El desafío es adaptarnos a la transformación. Claro, tuvimos suceso porque casi todos los jefes de la organización criminal están en la cárcel, sujetos a un régimen de detención muy duro, específicamente previsto por la ley con relación a ellos y que limita muchísimo su contacto con el mundo exterior. Es utópico pensar que hemos reducido o terminado con estas organizaciones. Seguimos en la lucha. Ganamos una batalla pero se fueron para otros frentes y con otras modalidades. Es una lucha continua.

–Están en la economía legal y en la política. ¿Cómo hacen?

–Gracias a la gran disponibilidad económica que tienen. En tiempos de crisis económica los empresarios enfrentan dificultades para crecer, para obtener créditos, financiamiento. El mafioso está ahí presto para ayudarlo con su gran disponibilidad económico-financiera. Muchos empresarios necesitados recurren a ellos como tabla de salvación. De esa forma influencian en el negocio y después lo adquieren. Esa gran disponibilidad les permite continuar sus actividades criminales como la droga, etc. Así lavan e invierten en la economía legal.

–¿Hay límites entre la corrupción política y la económica? ¿En qué momento se tocan?

– Hay momentos de contacto. Son fenómenos que no están entrelazados pero se tocan en el momento en que se necesita de un apoyo político, por ejemplo, en el caso de una licitación, un contrato público, una compra pública. Pero no es un entrelazo fuerte.

–En Italia hubo políticos conectados con la mafia...

–Fue por una conveniencia recíproca. Eso continúa porque se benefician mutuamente, en el sentido de que la organización criminal tiene capacidad de abastecer al político los votos que él necesita para ser elegido. Del otro lado, tienen en el político un referente que les facilita su negocio.

– ¿La mafia es una enfermedad de la democracia? ¿Son las carencias de la democracia?

–La mafia es la expresión de una respuesta a la falta de institucionalidad. Originariamente, la mafia nace para llenar el vacío donde el Estado no consigue llegar. Ahora el fenómeno cambió. Es diferente, pero aún en algunos casos es así. Mas no es falta de democracia. Es falta de presencia del Estado.

–¿Existe una relación de ellos con el terrorismo internacional que azota a Europa?

–No. No hay una relación. No se ha probado hasta ahora.

–¿Con los migrantes?

–En Italia no. A veces en el tráfico ilegal de migrantes los provechos van para financiar el terrorismo. La mafia está fuera de eso.

(holazar@abc.com.py)

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