“Los militares nos fusilaban si cantábamos ‘Venceremos’...”

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Carlos José Pino Martínez es hijo de paraguayos protagonista de la época de oro del folclore argentino en los 60, 70 y 80 como vocalista y guitarrista del icónico conjunto Los Trovadores. Residente en Rosario, a sus 76 años, “El Negro”, como lo llaman, –el que popularizó “Puente Pesoa” y “Lucerito Alba”– pasa revista a un pasado de gloria que no estuvo exento de peligros políticos y en el que la influencia de su sangre primó en su vida al punto de bautizar a su hija con el nombre de Morotî, en homenaje a sus progenitores.

–Lo consideran uno de los grandes de la música folclórica argentina. ¿Cuál es su vínculo directo con el Paraguay?

–Yo soy hijo y hermano de paraguayos. Canto en guaraní igual que los paraguayos a pesar de haber estado una sola vez en el Paraguay con Los Trovadores.

–¿Dónde nació?

–Soy de Colonia Baranda, uno de los “pueblos forestales” del Chaco argentino. Mi padre, Pedro Antonio Pino, era de Asunción, de profesión carpintero. Mi madre, Avelina Martínez, de Salitre Cue. Soy el menor de seis hermanos. Papá llegó en el 35 contratado por la compañía inglesa La Forestal para construir las casitas de madera para los empleados. En esa época se explotaba el tanino (extracto de quebracho para convertir las pieles crudas de animales en cuero). Yo nací en el 40. Toda mi infancia hablé en guaraní. Colonia Baranda es el mismo pueblo donde nació Luis Landriscina.

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–¿Ah, sí?

–Él, siempre muy chistoso, acostumbraba decir: “Parece que somos los dos únicos que nacimos en Colonia Baranda. Nunca apareció otro que diga ‘yo también nací ahí’”.

–¿Se conocían de ahí?

–No. Nos conocimos en el medio artístico. Nosotros entramos en el ambiente mucho antes que él. Cuando se cerró la fábrica se fueron todos. Quedaron dos o tres familias. Ahora hay un hogar de ancianos y algunos pequeños edificios nuevos. Quedó prácticamente abandonado el pueblo.

–¿Actuaron alguna vez juntos?

–Sí, claro. Hace poco estuve hablando con él. A Luis le gusta como yo compongo porque él escribe. Me quiere alcanzar unos textos porque ya no está trabajando prácticamente. Tiene un problema en su garganta. Quiere que yo le ponga música a algunos textos que tiene. El otro día estuvimos charlando por teléfono un largo rato...

–¿Cuántos años se llevan?

–Luis cumplió 81 ahora el mes pasado. Yo tengo 76…

–¿Cuántos hijos tiene usted?

–Cuatro: Morotî, Gabriel, Mariano y Martín.

–¿Por qué Morotî?

–Es una cuestión de sangre. Quería algo original para mi primera hija...

–¿Así la llaman?

–Todo el mundo le llama Morotî. Es su único nombre además. Nadie se llama así en la Argentina. Lo único que no puedo pedir es que la llamen con la sílaba nasal como se pronuncia en guaraní.

–¿Cómo aprendió música en un ambiente tan difícil como habrá sido el obraje?

–La música paraguaya y sus derivados aprendí en mi casa y también gracias a un músico polquero y chamamecero que tocaba el bandoneón. Venía al pueblo a buscar una changuita. Lo único es que cuando le daba al trago se acababa todo. Mi hermana mayor, nacida en Paraguay, también me enseñó a cantar guaranias y algunas polcas. Le gustaba la música. En mi casa siempre escuché y canté música paraguaya. Cuando salí de mi pueblo a los 15 años para estudiar y trabajar en Rosario, uno de los compañeros de trabajo tenía conexiones con Los Trovadores del Norte, que recién empezaban. Eran unos muchachos de puro entusiasmo pero no sabían cantar. Así fue que nos invitaron a mí y al compañero que trabajaba conmigo, Francisco “Pancho” Romero, un gran tenor. Fue la primera voz conmigo.

–¿Qué música paraguaya grabó en su carrera?

–“Lucerito Alba” (letra y música de Eladio Martínez), “Lejanía” (letra y música de Herminio Giménez) y “Nerendápe aju” (letra de Ortiz Guerrero y música de José Asunción Flores). Me gustaría alguna vez grabar un disco dedicado al Paraguay, si a algún organismo de cultura paraguayo le interesa. Nunca me olvidé de la pronunciación del guaraní a pesar de no haber estado nunca en el Paraguay. Me estira muy fuerte la sangre.

–¿A quién conoce de los cantautores paraguayos?

–A Luis Alberto del Paraná, que anduvo mucho por Europa. Es un referente importante y muy conocido. Oscarcito (Cardozo Ocampo) falleció joven. Tenía mucho todavía para dar. Con Ramón Ayala tengo una relación muy linda. Me gustaría encontrarlo, saludarlo y darle un abrazo. Al que me hubiera gustado abrazarlo antes de morir es a Horacio Guarany, que acaba de dejarnos. Hay tantas cosas que uno hubiese deseado hacer con los años.

–¿Cómo fue la clave de su éxito en los sesenta?

–Sin duda los arreglos vocales. Como Los Trovadores viajamos a Viena en 1959. Ahí retoma la dirección del grupo Eduardo Gómez. Es el que se encarga de afinar los arreglos y la ubicación de las voces. Yo salí bastante favorecido. Los temas relacionados con nuestros pagos los cantaba yo.

–“Puente Pesoa”, “Lucerito Alba”...

–Ese tema lo canto yo. “Puente Pesoa” fue un éxito, un “boom mundial”. Esa obra es correntina. Cuenta la historia de un romance.

–¿Qué es el Puente Pesoa?

–Era un puentecito que no significaba nada. Por abajo pasaba un arroyito. Era un lugar con una arboleda muy hermosa con flores. Después del éxito impresionante que tuvo la gente bautizaba cualquier estanque con el nombre de “Puente Pesoa”. Nuestra versión caló muy hondo en el gusto popular por el arreglo musical, el acompañamiento vocal a mi entonación. Su apasionada letra se resume en una sola estrofa: (canta) “Te acordás, mi chinita/del Puente Pexoa/donde te besé./Que extasiada en mis brazos/tú me repetías/no te olvidaré”… Desde el 59 no paramos de viajar. Llenamos los teatros en Europa y ni qué decir los escenarios en nuestro continente, desde México para abajo.

–¿Cómo sortearon el acoso a los artistas del gobierno militar argentino?

–Nosotros estuvimos prohibidos, censurados y amenazados. Los militares nos cortaron las alas en nuestro mejor momento. No pudimos cantar más en ningún lado. Nos tuvimos que separar y cada compañero se fue a buscar trabajo porque no podíamos cantar. De Cosquín nos llamaban para pedirnos disculpas. Nos comunicaban que no podían trabajar con nosotros porque corrían el riesgo de clausura.

–¿Qué canciones no les gustaban a los militares?

–Y no les gustaban “Cuando tenga la tierra”, “Coplas de la libertad”, “El árbol ya fue plantado”, “La tregua”, etc. Por ejemplo: “Cuando tenga la tierra, la tendrán los que luchan, los maestros, los hacheros, los obreros...”. Esas eran palabras pro-hi-bi-das. Hasta “Zamba de mi esperanza” estaba prohibido.

–“Coplas de la libertad”...

–“Libertad yo te libero, hacés que mi canto vibre, porque no puedo ser libre, ni tampoco prisionero, ay de mí... (canta)”. Los militares eran de terror. No se podía utilizar la palabra “obrero”, “jornal”, “trabajo”, “compañero”, “sindicato”. Para ellos todo sonaba a sedicioso...

–¿Y “Venceremos”?

–Menos..., mucho menos. Nos fusilaban si cantábamos “Venceremos”... En tiempos de los militares muchos se fueron al exilio. Nosotros nos quedamos porque teníamos familia, hijos chiquitos. Éramos cinco tipos y nos preguntábamos “a dónde íbamos a ir”. Nos quedamos, pero resultó después fatal. Resulta que cuando se acabaron los gobiernos militares, aquellos que se fueron al exilio volvieron todos con gloria. Se los recibió con los brazos abiertos y a nosotros que hicimos el aguante no nos dieron ni cinco de bolilla...

–¿Mercedes Sosa se consagró recién a su retorno o ya tenía su aureola?

–Ella siempre fue bienvenida por el público, desde que apareció en Cosquín. Nosotros colaboramos bastante con ella. En Cosquín no le permitían subir al escenario porque estaba catalogada como comunista. Los organizadores no le permitían subir al escenario. En un momento dado nos pusimos de acuerdo con Jorge Cafrune, que estaba cantando, y acordamos subirla a “La Negra” por el costado del escenario. “Vos le vas a dar un lugarcito para que cante”, le dijimos. “Sí, cómo no”, asintió Jorge. De repente, él se dirigió al público y dijo: “Quiero comentarles que tengo una amiga a la que voy a invitar al escenario. Voy a recibir un tirón de orejas de la organización pero qué le vamos a hacer. Siempre fui un galopeador contra el viento. Les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima que no ha tenido la oportunidad de darlo...”. En ese instante le agarramos a Mercedes de la parte trasera y la empujamos al escenario, que estaba muy alto. No le iban a permitir subir por la escalera de los artistas. Su presencia fue increíble, apoteósica.

–¿Cantó con Cafrune?

–Sí, cantó con Cafrune “Canción del derrumbe indio”. Ella cantó con su bombo. Fue en el 65...

–¿Ya era Juan Carlos Onganía el presidente?

–No, estaba todavía Arturo Illia. En el 66 lo derroca Onganía.

–Entonces sufrieron los golpes de la intolerancia...

–Totalmente. Tuvimos que deshacer el grupo, imagínese. Nos costó la carrera. Nos cortaron todo, nos apagaron la voz. Después de eso ya me largué solo y no estaba acostumbrado a dirigirme y hablar al público. Gracias a los amigos que me empujaron, me largué y me fui acostumbrando...

–De su vivencia, debe tener muchas anécdotas para contar...

–Mi mujer Stella Zeballos, que es poeta, está escribiendo un libro sobre mi vida a partir de mis padres paraguayos, mis dos hermanas paraguayas, mi pueblo de nacimiento y donde se relatan mis vivencias, mis viajes, etc.

–¿Cómo está la música nacional con los adelantos tecnológicos? ¿Tiene su espacio o está en retroceso como muchos creen?

–Yo siempre critico a Buenos Aires donde todo lo que se consume es de afuera, de Europa y de Estados Unidos. Los artistas que más valen en taquilla son los que viven fuera del país. Entonces los traen, llenan teatros y les pagan sumas astronómicas. Como en Buenos Aires están los medios que transmiten todo lo que sucede en el país, ellos dan más espacio a lo foráneo, en detrimento del folclore nacional. Ya casi no se difunde lo nuestro, hasta el tango se diluye. Pareciera que a los porteños les queda incómodo hablar en castellano, y si fuera por ellos hablarían en inglés. En la televisión están constantemente en eso. Yo no sé hablar nada de inglés. Yo hablo castellano, y guaraní un poco (se ríe)…

–¿Qué les dice finalmente a los de la “República Guaraní”?

–Un saludo muy cordial al pueblo paraguayo, a mis colegas músicos y cantores. Tengo unas ganas inmensas de encontrarme con ellos. Cuando alguien quiere escuchar la historia de un cantor, siempre es gratificante.

holazar@abc.com.py