Narcos penetran las campañas políticas

Los dineros del narcotráfico y la corrupción en gran medida penetran las campañas políticas porque a través de ellas sus financistas redoblan su poder en el Gobierno y en el Congreso, advierte en esta entrevista el general Jorge Enrique Mora Rangel, excomandante del Ejército de Colombia, un símbolo de la lucha contra la guerrilla, los paramilitares y los narcos. Mora lideró las negociaciones de paz con las FARC en La Habana.

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–Lo elogiaron bastante. Decían de que fue un militar para la guerra y la paz. ¿Por qué lo llaman así? 

–A mí me tocó estar en los difíciles años noventa en esa guerra donde tuvimos que enfrentar a la guerrilla, a los narcotraficantes y a los paramilitares, primero con el presidente (Andrés) Pastrana, cuatro años como comandante del Ejército; después con el presidente (Alvaro) Uribe con quien fui comandante general de las Fuerzas Militares y finalmente (Juan Manuel) Santos, quien me nombró en su equipo para negociar la paz con la FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en La Habana. Entonces, por eso dicen esas cosas...

–Leímos que usted decía que jamás se sentaría a conversar “con esos bandidos”. Al final fue el interlocutor más influyente. 

–Esa frase la pronuncié estando en servicio activo. Lo dije en un momento por el sentimiento que tenía por toda esa actividad criminal en la sociedad, contra los soldados, los policías. Después me retiré y el presidente Santos me llamó para ser parte del equipo negociador de siete personas. Estuve los más de cuatro años que duró ese proceso en La Habana.

–Cuatro años... ¿Terminaron siendo amigos? ¿Se tuteaban? 

–Para nada. Ellos fueron guerrilleros durante todo el tiempo que estuvieron en la mesa. Para nosotros seguían siendo los responsables de la tragedia en Colombia, de miles de víctimas. El tratamiento fue respetuoso pero nunca de amistad.

–¿Podría describir cuál es la sensación de estar sentado enfrente de personas que tiempo antes eran objetivos militares para ustedes? 

–Yo siendo comandante del Ejército conocí de primera mano la destrucción de pueblos enteros por parte de la guerrilla, los secuestros, la extorsión, en fin, había un sentimiento de rechazo muy grande. No fue fácil sentarse a la mesa con ellos, oír su discurso lleno de cinismo, de justificación de su accionar. Pero el bien superior está por encima...

–Había que tragar sapos y culebras. 

–Sí, señor. Es un proceso de negociaciones donde usted da y cede...

–¿Cómo son personalmente estos guerrilleros: educados, de formación básica, analfabetos? 

–Los que estuvieron en La Habana eran personas que tenían bastante experiencia en negociación. Habían participado de tres procesos por lo menos. Sabían cómo manejarse, cómo comportarse. Insisten en su ideología, sus motivaciones, en su política para la guerra que no pasa de ser un discurso trasnochado.

–¿Cuántas víctimas? 

- Se habla de 200.000 muertos y 6 millones desplazados, una tragedia.

–¿El acuerdo equivale a perdón? 

–Hay un debate sobre ese tema en Colombia, el perdón. La sociedad ha entendido que para llegar al fin del conflicto tenía que perdonar a estas personas que causaron profundo dolor a la sociedad. Ya se realizaron varios actos de perdón hacia los miembros de las FARC. ¡Se perdona pero no se olvida! 

–Pero ¿las FARC van a cumplir los acuerdos? Es el dilema. 

–Las FARC entregaron las armas. Ya no son un grupo armado. Inclusive a estas horas están haciendo su asamblea para conformar su partido político. Están haciendo el tránsito para su reincorporación a la sociedad. Las FARC tienen que cumplir lo que se comprometió en los acuerdos.

–¿Qué futuro pueden tener en la política? 

–No sabemos. Los movimientos guerrilleros que se han desmovilizado han tenido una vida política muy corta. Quienes han llegado a ocupar cargos en el gobierno han sido 3, 4, 5 miembros. Dos están activos todavía, dos del M-19, Antonio Navarro Wolf y Petrus el que fue alcalde de Bogotá. Uno es congresista y el otro fue alcalde de la capital de la República.

–¿Cómo se explica esa radical oposición de su amigo, el expresidente Álvaro Uribe, que dice que fue una “claudicación inaudita”? 

–Yo tengo un profundo respeto por el presidente Uribe. Fui su comandante general de las Fuerzas Militares. En este momento yo entiendo su posición como parte del debate político que hay. Nosotros entendemos que el debate político es aceptado y las posiciones se respetan.

–Parece una ironía. Decían que de usted se apoderó el “Síndrome de Estocolmo” (trastorno sicológico temporal de las víctimas que justificar la conducta de sus agresores y terminar defendiendo sus ideas). 

–En esa posición de desacuerdo con el proceso hubo opiniones buenas y malas donde aquellas personas que no creían se expresaban en forma despectiva contra los miembros del equipo negociador. Para ellos, el conflicto debía continuar. Pero las FARC se desmovilizaron. Son 7.000 que estaban en el campo disparando, matando, secuestrando, generando terrorismo y hoy en día ya no están haciendo todo eso.

–¿No hay peligro que se conviertan en pandillas criminales incontrolables como en Brasil, El Salvador (Las Maras) o México? 

–Hay algunas pequeñas disidencias o residuos de las FARC que hoy día continúan en armas y continúan delinquiendo, pero son grupos muy pequeños. Hoy tenemos amenazas más fuertes como el narcotráfico.

–Hay bastante literatura y series de televisión que nos muestran la tragedia colombiana: “Narcos”, “Pablo Escobar”.

–A nosotros nos tocó vivir la amenaza de estas guerrillas, del narcotráfico y los paramilitares. Lo importante es que hubo una decisión de combatirlas, de vencerlas, de someterlas y en eso estamos. El narcotráfico es el combustible de la guerrilla, es el que les genera poder, el que les da capacidad de comprar armas, de tener más hombres, de sostenerlos, uniformarlos, mantenerlos. Las FARC se sentaron a la mesa de La Habana luego de ser derrotados en el campo de combate y cuando se dieron cuenta que la guerra armada no iba a ninguna parte.

–¿Insinúa que ellos eran simples empleados de los narcos? 

–¡Usted lo ha dicho. Así es! 

–Si es así, el narcotráfico puede reclutar y formar nuevas guerrillas, nuevas pandillas. 

–Tienen esa capacidad, pero acabado el conflicto con el grupo armado más agresivo, más terrorista, todo el poder y la capacidad del Estado están orientados a combatir directamente el narcotráfico con toda la disposición que tenemos de vencerlo y reducirlo a su más mínima expresión. Yo creo que el presidente Santos tomó la decisión correcta de ponerle fin al conflicto y logró su propósito.

–¿De dónde esa trascendencia de Pablo Escobar, su poder que inficionó la política? 

–El narcotráfico es lo peor que le puede pasar a una sociedad. Corrompe todo. Compra autoridades, genera una cultura del dinero fácil, los valores se pierden y todo apunta a hacerse poderoso, a tener más, carros, aviones, casas lujosas, grandes fiestas, poder, y lógicamente Pablo Escobar que fue el narcotraficante más famoso, quiso destruir el país con sus atentados terroristas. Donde llega, el narcotráfico corrompe, acaba con las tradiciones, la ética, la moral, los principios, con todo. Compra conciencias, personas, cargos, todo. Pablo Escobar, en un momento dado, como usted dice, alcanzó a adentrarse en la política colombiana. Afortunadamente, el Estado, la sociedad y las instituciones destruyeron el cartel y Pablo Escobar fue dado de baja por la policía de Colombia (en 1993).

–En Paraguay hay una resistencia en el Congreso para aprobar una ley de financiamiento de los partidos políticos, por la sospecha que existe sobre el dinero narco. ¿Cómo es en Colombia? 

–En Colombia, ahora que se desmovilizan las FARC hay un debate sobre cómo financiar las campañas políticas porque las campañas políticas fueron penetradas por el narcotráfico, pero no solo el narcotráfico. En este momento hay un debate profundo sobre la corrupción en la política después de los escándalos de Odebrecht y otros que salpican a políticos y funcionarios como sucede en varios países de América. El debate se encamina a dar transparencia absoluta para que la financiación se conozca, que haya un control institucional y no se vuelva a presentar la corrupción en las campañas políticas como pasó con los dineros que fueron entregados por esta compañía (brasileña) a políticos y empresarios.

–¿Existe una ley? 

–Existe una ley que se está reformando. Básicamente, las campañas y los políticos tienen que presentar sus cuentas en forma detallada: quién aportó, quién no aportó. Hay unas líneas perfectamente definidas sobre quién puede aportar a una campaña, quién no puede aportar, hasta qué suma, cuál suma no se puede sobrepasar. Pero como las normas se infringen y se esconde la realidad de los aportes, hay una discusión en este momento para fortalecer aún más la transparencia en las campañas políticas. Estamos viendo que los dineros del narcotráfico y los dineros de la corrupción en gran medida se dirigen a las campañas políticas porque a través de ellas los financistas redoblan su poder en el Gobierno y en el Congreso, porque los políticos se eligen y reeligen a través de esos dineros.

–¿Ud. forma parte de un partido? ¿No le propusieron todavía candidatarse después de su experiencia en las negociaciones de paz? 

–¡Noo! (sonríe). Yo creo que por ese compromiso institucional del conflicto, de la defensa de la sociedad, del compromiso con las operaciones, en todo caso, en eso se nos pasó la vida y no nos llamó mucho la atención el tema de la política. Hoy estoy mirando, observando lo que pasa en la política como cualquier ciudadano común y corriente. 

holazar@abc.com.py

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