No se necesita ser de izquierda ni de derecha para hacer obras

Estuvo a un paso de integrar las Brigadas Rojas en Italia bajo el influjo del comunismo en los sesenta. El sacerdote Aldo Trento, con 23 años en el país, transformó su parroquia, San Rafael, en escuela para niños, colegio para jóvenes, hospital para enfermos terminales y refugio para ancianos. Natural de Belluno en el Veneto, cuya capital es Venecia, donde nació Juan Pablo I, en esta entrevista, Trento relata su obra, a partir de la transformación que sufrió de la mano de Luigi Giussani, fundador del movimiento Comunión y Liberación.

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–¿Cómo empezó con estas obras de la parroquia San Rafael?

–Todo empezó como Centro de Ayuda a la Vida, en los noventa. Queríamos ayudar a las niñas embarazadas para que no aborten. Ayudábamos a los pobres para entregarles pan y víveres. Se formó con esto la Fundación San Rafael. Después se desarrolló la escuela, el colegio. Venían los niños que tenían ese vicio de la cola de zapatero. Como se llenaba de pequeños delincuentes, entonces pensamos en darles una formación adecuada. Hoy tenemos una escuela de 300 alumnos. Después tenemos una Politécnica para formarlos en una profesión a los que terminan el noveno grado. El primero se llama “Pa’i Alberto” y el politécnico se llama “Pa’i Lino” en homenaje a los primeros sacerdotes de Comunión y Liberación en el Paraguay.

–¿Todo es gratuito?

–Pagan los que pueden, casi nada. En la parte de salud hay un hospital para enfermos terminales, gente con sida, con cáncer, gente que andaba abandonada por la calle, prostitutas, travestis, lesbianas, gente que esperaba su fin en la peor miseria. Esto está siempre lleno. Les sacamos y tiramos toda la porquería que traen, sus harapos y les vestimos aquí. Esta clínica cuesta millones de euros para permitir a esta pobre gente morir dignamente, pero el Padre Eterno provee.

–¿Todos son enfermos terminales?

–Sí. Hay que verlos. Mueren con la sonrisa en los labios después de haber padecido tanto. Más de mil hemos visto morir acá en estos 10 años. En Itá tenemos una granja donde ponemos los enfermos de sida, muchos de ellos ya no existen para sus familias... Aparte, tenemos un policonsultorio, con 20 médicos, que atienden gratuitamente a la gente de la calle. Hemos atendido a más de 26 mil en estos años. Les damos remedios también. La gente del 911 nos trae muchas veces. Tratamos que se sientan como en su casa. Tienen enfermeras que se turnan cada 8 horas. Los ancianos son 40. Los niños (huérfanos) son 12. Los bebés son 19.

–¿Cuantos empleados tiene?

–Están 200 personas trabajando entre médicos, enfermeras, obreros. Este mes pagamos 400 millones solamente en sueldo y aguinaldo. Todo viene de la Providencia. Gastamos 600 al mes. Cada vez hay más demanda. En remedios, la Fundación Santa Librada nos ayuda con mil millones al año. El 83% de nuestros ingresos son locales. La iglesia San Rafael está adornada con hermosas obras de escultura de Pistilli. Hizo sus obras tiempo antes de morir.

–¿Cuántos enfermos terminales hay?

–(inicia un recorrido por la clínica) Son 27. (se escuchan oraciones de un lado y gemidos de otro lado). Estos son enfermos de sida (ingresa a una sala). Esta es una madre de 24 años, con tres o cuatro hijos, totalmente destrozada por el sida. Esta era una chica bellísima (dice al ingresar a otra sala con dos pacientes en estado inconsciente y el rostro desfigurado). Si usted viera su foto. Esta tiene un cáncer en la cadera. Salió del coma recién. Esta otra tiene cáncer en los ojos. Está carcomida, pobrecita. Estos son todos enfermos de sida (abre la puerta de otra habitación con cuatro enfermos). Aquel es un chico que fue abusado. Homosexuales le transmitieron el sida. Tiene 20 años. Este otro vivía con un travesti (un hombre de unos 45 años). Por la gracia del Señor tiene paralizadas las piernas, porque quería ir a matar a la pareja que le transmitió el sida.

–Dramático...

–Es muy duro todo esto. Estos son mis hijos (en una pieza con dos niños-adolescentes con hidrocefalia. Abraza a uno de ellos y le dice: “¡Aldo, tienes visita!”). Tiene 15 años. Lo rescatamos de República Argentina y Eusebio Ayala. Lo ponían en un carrito para pedir plata en el semáforo.

–¿Cómo hizo para traer a toda esta gente, rechazada por sus propias familias?

–Yo también era como un escombro. Por muchos años he atacado con mis amigos al poder político, a la propia Iglesia siendo cura. Pero el poder político también descubre que los curas a veces no somos los mejores (ironiza en alusión al expresidente Fernando Lugo). Yo era un poquito loco. Conocí un hombre que se llamaba Luigi Giussani que fue el que me mandó al Paraguay hace ya 23 años.

–¿Quién era?

–Es el hombre que me salvó del abismo en el que estaba cayendo. Es el fundador de Comunión y Liberación, en 1954. Yo había hecho muchas cosas que no estaban conformes al derecho canónico ni a la fe. Predicaba un Cristo que era más un sindicalista que el Cristo como acontecimiento salvador del hombre. El abrazo con Giussani me cambió el rumbo. Fue como un abrazo de Cristo. Entendí que mi vocación era ayudar a la gente desamparada y sensibilizar a la gente a hacer también lo mismo, porque hay mucha gente pobre...

–Comunión y Liberación es casi tan influyente como Opus Dei...

–Giussani era un simple cura como yo. Era profesor universitario, pero con la característica de que arrastraba a la muchedumbre, especialmente a los jóvenes como ningún otro en su época. Él trató de demostrar cómo la fe es profundamente razonable a la persona humana en una época en que había mucha confusión. Eran los sesenta, cuando los jóvenes buscábamos la verdad en la contestación. Éramos estudiantes que teníamos que decir sí a todo. Disciplina, disciplina...

–Plena guerra fría. Tradición y costumbre. Guerrilla...

–Exactamente. La reacción fue el pelo largo, la minifalda, los pantalones rotos, la forma de vida comunitaria como los hippies. La gente abandonaba el seminario y se iba a vivir con chicas. Con tristeza puedo decir que milité en un movimiento de la extrema izquierda que se llamaba Poder Operario, Poder Obrero, que era formado por un profesor de Ciencias Políticas, un sociólogo de Padua. Muchos se pasaron a la primera línea de las Brigadas Rojas, aquellos que mataron después a (el exprimer ministro italiano) Aldo Moro y otras personas. Por la gracia del Señor pude salir de allí mucho antes, gracias al encuentro con Giussani. Él me demostró que la liberación es solo fruto de la comunión, del encuentro con Cristo.

–¿Fue una réplica a los movimientos extremistas?

–Sí, porque todos hablaban de liberación, de revolución. Todos exclamábamos: “Queremos ser libres!”. Admirábamos y seguíamos las ideas de Olivier Clement, un filósofo que decía: “La fortuna del marxismo es haber encontrado un cristianismo miedoso de la realidad”. Decía que esa era su debilidad.

–Asesinaban y hablaban de liberación...

–Y Giussani respondía: “Dios ama más tu libertad que tu salvación”. Nosotros éramos todos de izquierda y ante la provocación así, cristiana, que entraba al corazón, que movía la razón, nos quedábamos fascinados..

–Era la época de la teología de la liberación, el movimiento juvenil francés. A cuántos curas y monjas se llevó...

–Pero no era fruto de una maldad. Fue una reacción natural, después de tantos años de cansancio hacia un cristianismo oxidado. Hacia los años sesenta, la Iglesia Católica era una formalidad y nada más. En ese sentido tenía razón (Antonio) Gramsci (filósofo marxista italiano).

–El fundador del Partido Comunista...

–En la cárcel leía los boletines parroquiales y los semanarios diocesanos. Sacó esta conclusión: “Compañeros: ¿No se dan cuenta que los cristianos son capaces de reunir 500.000 personas y pedir al alcalde que saque de la calle la estatua de una mujer desnuda que culturalmente no afecta a nadie? Y azuzaba a los seguidores del marxismo a ocupar todos los sitios culturales, creando la revolución cultural de izquierda monopolizando los libros, las universidades, para ir ocupando el poder. Italia cayó bajo el influjo del comunismo por la vía cultural. Participábamos muy activamente en los movimientos estudiantiles contra el imperialismo americano en Vietnam, contra Kissinger...

–Los políticos lo frecuentan mucho aquí...

–Hay muchos políticos que son sensibles. Yo estoy orgulloso de que los políticos me hayan dado la ciudadanía paraguaya honorífica. No fue solo el gobierno. Fue todo el Congreso donde están representados todos los partidos.

–Las obras no tienen color...

–No se necesita ser de izquierda ni de derecha para hacer obras, ni se necesita ser rico. En Paraguay la gente es muy solidaria. Hay amor a Cristo. Usted lo ha visto.

–¿Quién le gustaría que sea el Presidente en abril?

–Alguien enamorado de Cristo, no importa que tenga plata, pero que tenga la voluntad de trabajar valorando al pueblo que tiene. Ese tiene que ser el Presidente.

holazar@abc.com.py

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